os políticos de todo el mundo prometen el cambio en espera de ganar votos. Pero lo que hacen posteriormente es empeorar la situación con sus decisiones. Basta echar una mirada alrededor para ver a dónde nos han llevado. Esto no significa que no se acerque un gran cambio en la humanidad, la Biblia nos revela cómo se realizará en el mundo un nuevo orden y un gobierno mundial espléndido y duradero.
La mayoría de la gente ignora que Jesucristo será el protagonista de un gran cambio que incluye la transformación completa de los gobiernos humanos, desde el más rico y avanzado hasta el más pobre y apartado.
Él mismo proclamó, y lo hicieron también los profetas y apóstoles, que un gran cambio espera a toda la civilización mediante el gobierno que Él establecerá con su segunda venida. No por algo resumió el fruto de la Redención como un “Reino”: “Para eso he nacido y para eso he venido al mundo” (Jn 18, 37), le contestó a Pilatos cuando éste le preguntó si era Rey.
Durante más de dos siglos, grupos ocultos de poder han venido preparando un gobierno mundial, conformado por un sistema centralizado en lo económico, un sistema socialista en lo político, y un sistema gnóstico, ateo y anticristiano en lo religioso.
En la cúspide de ese “nuevo orden mundial” se posicionará el Anticristo, un líder carismático que será aceptado como el “mesías” que muchos esperan. Ese falso mesías gobernará al mundo por siete años (Dn 9, 27), intentando perder a los más posibles mediante la aceptación de su quimérica autoridad y de su engaño. Su gobierno pretenderá lograr el paraíso en la Tierra mediante un acuerdo de paz, un sistema de trueque unificado, y una hermandad universal de igualdad, justicia y derechos humanos para todos. Pero “a mitad de la semana” (a los tres años y medio), romperá el acuerdo de paz y desatará la persecución contra quienes no se hayan sometido voluntariamente a su gobierno.
El “nuevo orden” que pronto traerá el Anticristo será una impostura, un remedo del verdadero gobierno universal que Cristo traerá siete años después con su Parusía, el verdadero Reino insigne, paradisíaco y glorioso prometido desde antiguo.
Es una verdad de fe enseñada por la Biblia que Cristo vendrá en su Parusía no solo para juzgar a las naciones y derrotar al Anticristo y a quienes impusieron un gobierno socialista y ateo durante siete años, sino para inaugurar su Reino maravilloso en este mundo. La finalidad de la Redención nos dice San Pablo, es “hacer que todo cuanto hay en el cielo y en la Tierra, quede restaurado en Cristo bajo su jerarquía soberana” (Ef 1, 9). Y el profeta Daniel nos dice que ese Reino será verdaderamente universal: “Se le dará el poder, la gloria y el Reino, y todos los reyes de la Tierra, todas las naciones le servirán” (Sal 72, 11). Y San Mateo nos dice claramente que “habrá entonces una tribulación cual no la hubo desde el inicio del mundo, ni la volverá a haber jamás”, indicando que después de los siete años de la Gran Tribulación y de la Parusía la historia humana continuará en la Tierra, si bien en un orden totalmente transformado.
Hay cinco maneras en que Cristo cambiará el gobierno del mundo para siempre, siete elementos que crearán una perfecta civilización y que se distinguen radicalmente del gobierno mundial, socialista y ateo que impondrá engañosamente el Anticristo.
1. El gobierno de Cristo promoverá una fe universal, y por ello una paz inigualablemente sólida.
Es evidente que uno de sus primeros actos, al establecer su gobierno global, será la abolición de las diferencias que existen entre las religiones, y la separación entre la religión y el estado.
Esa es la gran súplica que Él mismo le presentó a su Padre: “que todos sean uno, como tú y yo somos uno” (Jn 17, 21), para que finalmente exista “un solo rebaño bajo un solo pastor” (Jn 10, 16).
Cristo establecerá leyes divinas que iluminen todo el orden social, y su observancia religiosa, convencida y sincera, beneficiará a todo el mundo. Sólo el único y verdadero Dios será adorado y alabado, y sus 10 mandamientos serán observados en toda la Tierra.
Una sola religión universal producirá una cultura unificada, haciendo posible que los hombres de todas partes puedan colaborar con Cristo en la administración y realización de su Reino.
Todas las naciones interactuarán entre sí con una plataforma única de valores y de ideales, en una verdadera globalización basada en la justicia y el bien común.
Todos comprenderán de política y economía, de leyes y enseñanzas de Cristo, cuyo impacto será inmensamente mayor que el de cualquier de político o líder de la historia.
Conforme la gente experimente las bendiciones de observar sus enseñanzas y sus leyes, aprenderán más formas de aplicarlas en sus vidas, en sus comunidades y naciones. Todos tendrán finalmente un verdadero líder en quién creer, alguien a quien se le puede dar crédito cuando dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).
La unidad resultante de la fe común eliminará discusiones religiosas, conflictos y guerras. El mundo conocerá por primera vez el verdadero camino hacia la paz.
Los principios de ese gobierno no resultarán de razonamientos humanos o intereses de parte, como sucede ahora, sino que emanarán directamente de Dios. Los divisores credos humanos serán reemplazados por la única fe que Él establecerá. Las gentes entenderán su propia maldad y sus pecados, reconociendo la responsabilidad por la angustia y el dolor que causaron.
Ya el rey David había profetizado el futuro reino de Cristo cuando predijo: “Todas las naciones se postrarán ante ti, Señor, y glorificarán tu nombre” (Sal 86, 9). Y sentenció que “todos los reyes de la Tierra se postrarán ante Él, todas las naciones le servirán” (Sal 72, 11).
2. El gobierno de Cristo se encaminará a perfeccionar al hombre.
Los gobiernos humanos actuales tienden a ser corruptos, por la sencilla razón de que la naturaleza humana está corrompida por el pecado original, tiende a lo inmediato y no ve por el verdadero bien integral de los gobernados, sino por lo que les conviene para mantenerse en el poder y extraer el mayor bien de ese poder. Sobre todo los gobiernos de líderes despóticos se caracterizan por el abuso de poder.
Por otro lado, es un hecho que los gobiernos humanos, por más bien intencionados que sean, no pueden cambiar la naturaleza humana, por lo que sus alcances serán siempre limitados e insuficientes.
El Reino de Cristo, en cambio, será presidido por gobernantes perfectos, irreprochables y santos (todos los resucitados o arrebatados, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento). Su finalidad no será el bienestar, sino la rectitud, la santidad y el perfeccionamiento integral del hombre.
El propósito de los gobernantes en el Reino de Dios será inmensamente mejor que el propósito de los gobiernos humanos, según trazó Jesucristo en el Sermón de la Montaña: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Cristo, mediante su gracia, sí logrará transformar el corazón de los hombres, sus motivaciones, su forma de pensar, sus intenciones, deseos, decisiones y acciones.
Como resultado, la humanidad podrá realizar permanentemente un progreso sostenido, una paz y una prosperidad verdaderas.
Con el segundo Pentecostés que se realizará en el mundo, fruto de la Parusía, la naturaleza humana será elevada en su integridad, y el corazón de todos será transformado por la acción del Espíritu Santo: “Pondré mis leyes en sus corazones, en sus mentes las escribiré, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Heb 10, 16). Dios cambiará el interior de cada ser humano de forma admirable y universal: “Derramaré mi Espíritu en toda carne” (Jl 2, 28).
San Pablo nos dice cuáles serán los resultados: “Los frutos del Espíritu son amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio” (Gal 5, 22).
Así, todas las naciones se convertirán al modo de pensar divino. La ley suprema será la amar a Dios por encima de todo y amar al prójimo como a uno mismo (Lc 10, 27).
3. El gobierno de Cristo se basará en la Palabra de Dios.
Uno de los principales papeles de los gobierno humanos es el de crear un entorno de conocimientos para lograr el desarrollo social y el progreso material. La paz y la prosperidad dependen de los cimientos de tal conocimiento y educación.
Sin embargo, ese conocimiento se ha degradado al rechazar el conocimiento espiritual y la fe. Por consecuencia, el rechazo de la fe ha finalizado en un rechazo de la razón.
Por ello, muchos gobiernos han llegado al extremo de atentar contra la vida, contra las libertades, contra los derechos humanos y el verdadero desarrollo.
Con su segunda venida, Jesucristo establecerá un gobierno basado en el conocimiento espiritual que deriva de las leyes divinas. La voluntad de Dios y la verdad divina inspirarán toda acción, derivando una civilización esplendorosa y lúcida en que las ciencias, la economía, la psicología, la sociología, el comercio, el diseño urbano, la conservación ambiental, la planeación estratégica y todas las disciplinas humanas se fundamentarán en la sabiduría divina.
Muchos de los misterios que nuestra mente no alcanza hoy a resolver serán develados gracias al conocimiento de las leyes divinas y a la razón iluminada. Las Escrituras y enseñanzas de Cristo abrirán niveles de progreso y logros jamás alcanzados hasta ahora. “El dominio descansará sobre sus hombros y Él será llamado Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino” (Is 9, 6).
Ese conocimiento tan agudo evitará que se haga daño a la Tierra, como sucede actualmente: “No harán daño ni destruirán en mi santo sagrado, porque la Tierra estará llena del conocimiento del Señor como las aguas llenan el mar” (Is 11, 9).
4. El gobierno de Cristo se enfocará en la familia.
Para los gobiernos actuales, la familia es una mera unidad civil, y muchas de sus políticas actúan en contra de su integridad y su integralidad.
En el gobierno de Dios inaugurado por la Parusía, las políticas públicas estarán centradas en la familia como célula de toda la organización social, económica y educacional. La familia será la piedra miliar de toda la estructura humana. Desde el matrimonio y los padres, a través de los hijos, Jesucristo construirá cada familia extendida, comunidad y nación bajo el arquetipo de la paternidad divina.
Aparte de ser Dios nuestro Padre por habernos creado, será también nuestro Padre en el desarrollo de la nueva creación, convirtiéndose en modelo y fuerza inspiradora de la familia humana.
Todas las leyes y el sistema civil protegerán y fortalecerán continuamente a la familia, “para que ustedes, sus hijos, y los hijos de sus hijos después de ellos teman al Señor vuestro Dios guardando todos los días de tu vida los mandamientos y decretos que os he dado, para que disfruten de larga vida” (Dt 6, 2).
Todos los recursos y la tierra y la propiedad privada estarán destinadas a proteger el bienestar de cada familia: “Cada hombre se sentará debajo de su vid y debajo de higuera, y no habrá quien los amedrente” (Miq 4, 4).
La educación y el conocimiento de las leyes divinas se implementarán en torno a la familia: “Se las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando camines por los caminos, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Dt 6, 7).
5. El gobierno de Cristo potenciará todo progreso posible.
El gobierno de Cristo, contrariamente a lo que hoy sucede, incrementará el potencial humano para lograr adquirir enorme progreso en cada aspecto de la vida individual y social.
Será un progreso excelso que hoy nos resulta simplemente inimaginable, rescatando todo lo descubierto hasta ahora pero incrementándolo de forma eminente. El resultado será una civilización espléndida cual no ha hubo en la antigüedad o en el mundo moderno.
La producción de alimento explotará como una gran cosecha mundial y apenas habrá tiempo para plantar cuando ya se estará alcanzando al que recoge: “el que ara alcanzará al que siega, y el que pisa las uvas al que lleva la semilla… Plantarán viñas y beberán del vino de ellas; plantarán huertos y comerán de sus frutos. Pues los plantaré en su tierra, y nunca más serán arrancados de la tierra que yo les di” (Am 9, 13).
La naturaleza de los animales peligrosos será transformada de forma que no dañarán jamás a los hombres: “Entonces el lobo habitará con el cordero, y el leopardo se recostará con el cabrito. El ternero y el cachorro del león creceránjuntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, y sus crías se recostarán juntas. El león comerá paja como el buey. Un niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y el recién destetado extenderá su mano sobre el escondrijo de la víbora. No harán daño ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de Dios, como las aguas cubren el mar” (Is 11, 6).
Todas las gentes viajarán a Jerusalén, en donde residirá el Papado, y donde se alojará el centro internacional de la economía, de la religión, del gobierno y de la educación: “el monte de la casa de Dios será establecido como cabeza de los montes, y será elevado más que las colinas; y correrán a él todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: -Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros caminemos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Dios” (Is 2, 2).
La Tierra se cubrirá de hermosas ciudades en un ambiente bucólico y el nuevo paraíso será universal: “Convertirá su desierto en Edén y su región árida en huerto de Dios” (Is 51, 3). Y dirán: “Esta tierra que estaba desolada ha venido a ser como el jardín de Edén, y estas ciudades que estaban destruidas, desoladas y arruinadas ahora están fortificadas y habitadas” (Ez 36, 35).
En el Reino de Cristo no será como actualmente, en que los gobernantes dominan opresiva y autoritaria. Jesús dio otras directrices muy distintas:
“Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos. Entre vosotros no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que anhele ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo. De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 25).
Así podemos resumir las diferencias entre ambos gobiernos:
Gobierno del Anticristo Reino de Cristo
Tiende a una colectivización impuesta por el engaño y la fuerza
Tiende a la aceptación de un señorío libre y voluntario de Dios
Se basa en un socialismo tecnificado
Se basa en el amor cristiano
Se ofrece una religiosidad universal impersonal, introspectiva y panteísta
Se ofrece un Dios personal, Jesucristo, que salva a cada uno de forma objetiva
Propone una filantropía y una espiritualidad inmanentes
Propone acceder a la santidad por medio de la cruz
Bien y mal se funden en un equilibrio psicológico
Bien y mal son determinados por la conciencia objetivamente iluminada por la ley natural y por la ley positiva divina
La paz mundial se logra por acuerdos humanos de conveniencia
La paz se logra por la transformación de la naturaleza humana y la comunión en la única fe
El cumplimiento de las leyes se exige por temor y amenaza
Las leyes son inscritas en el corazón de los hombres por la acción del Espíritu Santo
Naturaleza, humanidad y divinidad se funden entre sí, provocando confusión
El hombre, Dios y lo creado son esencialmente distintos, originando armonía y equilibrio
Se confunde espiritualidad con “desarrollo humano” y “apertura de la conciencia”
Se progresa espiritualmente por la gracia divina y la comunión con Dios
La trascendencia se logra mediante la redención operada por Cristo
El gobierno se ejerce despóticamente
El gobierno se ejerce como servicio
Jesús enseñó que el verdadero liderazgo consiste en servir a los demás. Todo su mensaje descansa en la promesa de un sistema mundial nuevo basado en el gobierno divino que establecerá con su segunda venida.
Un cambio se acerca verdaderamente, pero no nos dejemos confundir, no será el cambio que surja de los acuerdos regionales por una moneda de reserva mundial, o por una involución autoritaria global o por una hermandad de paz universal arreligiosa y atea en la que Jesucristo, su Eucaristía y su Madre santísima, los mandamientos y la gracia divina están ausentes.
La suya no es una promesa política vacía como la que hacen los políticos actualmente. La suya es una promesa firme que pasa por la conversión plena y sincera, y por la entrega total y confiada en su palabra: “El tiempo se ha cumplido. El Reino está ya cerca. Arrepentíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15).
Sobre el Autor
La mayoría de la gente ignora que Jesucristo será el protagonista de un gran cambio que incluye la transformación completa de los gobiernos humanos, desde el más rico y avanzado hasta el más pobre y apartado.
Él mismo proclamó, y lo hicieron también los profetas y apóstoles, que un gran cambio espera a toda la civilización mediante el gobierno que Él establecerá con su segunda venida. No por algo resumió el fruto de la Redención como un “Reino”: “Para eso he nacido y para eso he venido al mundo” (Jn 18, 37), le contestó a Pilatos cuando éste le preguntó si era Rey.
Durante más de dos siglos, grupos ocultos de poder han venido preparando un gobierno mundial, conformado por un sistema centralizado en lo económico, un sistema socialista en lo político, y un sistema gnóstico, ateo y anticristiano en lo religioso.
En la cúspide de ese “nuevo orden mundial” se posicionará el Anticristo, un líder carismático que será aceptado como el “mesías” que muchos esperan. Ese falso mesías gobernará al mundo por siete años (Dn 9, 27), intentando perder a los más posibles mediante la aceptación de su quimérica autoridad y de su engaño. Su gobierno pretenderá lograr el paraíso en la Tierra mediante un acuerdo de paz, un sistema de trueque unificado, y una hermandad universal de igualdad, justicia y derechos humanos para todos. Pero “a mitad de la semana” (a los tres años y medio), romperá el acuerdo de paz y desatará la persecución contra quienes no se hayan sometido voluntariamente a su gobierno.
El “nuevo orden” que pronto traerá el Anticristo será una impostura, un remedo del verdadero gobierno universal que Cristo traerá siete años después con su Parusía, el verdadero Reino insigne, paradisíaco y glorioso prometido desde antiguo.
Es una verdad de fe enseñada por la Biblia que Cristo vendrá en su Parusía no solo para juzgar a las naciones y derrotar al Anticristo y a quienes impusieron un gobierno socialista y ateo durante siete años, sino para inaugurar su Reino maravilloso en este mundo. La finalidad de la Redención nos dice San Pablo, es “hacer que todo cuanto hay en el cielo y en la Tierra, quede restaurado en Cristo bajo su jerarquía soberana” (Ef 1, 9). Y el profeta Daniel nos dice que ese Reino será verdaderamente universal: “Se le dará el poder, la gloria y el Reino, y todos los reyes de la Tierra, todas las naciones le servirán” (Sal 72, 11). Y San Mateo nos dice claramente que “habrá entonces una tribulación cual no la hubo desde el inicio del mundo, ni la volverá a haber jamás”, indicando que después de los siete años de la Gran Tribulación y de la Parusía la historia humana continuará en la Tierra, si bien en un orden totalmente transformado.
Hay cinco maneras en que Cristo cambiará el gobierno del mundo para siempre, siete elementos que crearán una perfecta civilización y que se distinguen radicalmente del gobierno mundial, socialista y ateo que impondrá engañosamente el Anticristo.
1. El gobierno de Cristo promoverá una fe universal, y por ello una paz inigualablemente sólida.
Es evidente que uno de sus primeros actos, al establecer su gobierno global, será la abolición de las diferencias que existen entre las religiones, y la separación entre la religión y el estado.
Esa es la gran súplica que Él mismo le presentó a su Padre: “que todos sean uno, como tú y yo somos uno” (Jn 17, 21), para que finalmente exista “un solo rebaño bajo un solo pastor” (Jn 10, 16).
Cristo establecerá leyes divinas que iluminen todo el orden social, y su observancia religiosa, convencida y sincera, beneficiará a todo el mundo. Sólo el único y verdadero Dios será adorado y alabado, y sus 10 mandamientos serán observados en toda la Tierra.
Una sola religión universal producirá una cultura unificada, haciendo posible que los hombres de todas partes puedan colaborar con Cristo en la administración y realización de su Reino.
Todas las naciones interactuarán entre sí con una plataforma única de valores y de ideales, en una verdadera globalización basada en la justicia y el bien común.
Todos comprenderán de política y economía, de leyes y enseñanzas de Cristo, cuyo impacto será inmensamente mayor que el de cualquier de político o líder de la historia.
Conforme la gente experimente las bendiciones de observar sus enseñanzas y sus leyes, aprenderán más formas de aplicarlas en sus vidas, en sus comunidades y naciones. Todos tendrán finalmente un verdadero líder en quién creer, alguien a quien se le puede dar crédito cuando dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).
La unidad resultante de la fe común eliminará discusiones religiosas, conflictos y guerras. El mundo conocerá por primera vez el verdadero camino hacia la paz.
Los principios de ese gobierno no resultarán de razonamientos humanos o intereses de parte, como sucede ahora, sino que emanarán directamente de Dios. Los divisores credos humanos serán reemplazados por la única fe que Él establecerá. Las gentes entenderán su propia maldad y sus pecados, reconociendo la responsabilidad por la angustia y el dolor que causaron.
Ya el rey David había profetizado el futuro reino de Cristo cuando predijo: “Todas las naciones se postrarán ante ti, Señor, y glorificarán tu nombre” (Sal 86, 9). Y sentenció que “todos los reyes de la Tierra se postrarán ante Él, todas las naciones le servirán” (Sal 72, 11).
2. El gobierno de Cristo se encaminará a perfeccionar al hombre.
Los gobiernos humanos actuales tienden a ser corruptos, por la sencilla razón de que la naturaleza humana está corrompida por el pecado original, tiende a lo inmediato y no ve por el verdadero bien integral de los gobernados, sino por lo que les conviene para mantenerse en el poder y extraer el mayor bien de ese poder. Sobre todo los gobiernos de líderes despóticos se caracterizan por el abuso de poder.
Por otro lado, es un hecho que los gobiernos humanos, por más bien intencionados que sean, no pueden cambiar la naturaleza humana, por lo que sus alcances serán siempre limitados e insuficientes.
El Reino de Cristo, en cambio, será presidido por gobernantes perfectos, irreprochables y santos (todos los resucitados o arrebatados, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento). Su finalidad no será el bienestar, sino la rectitud, la santidad y el perfeccionamiento integral del hombre.
El propósito de los gobernantes en el Reino de Dios será inmensamente mejor que el propósito de los gobiernos humanos, según trazó Jesucristo en el Sermón de la Montaña: “Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48). Cristo, mediante su gracia, sí logrará transformar el corazón de los hombres, sus motivaciones, su forma de pensar, sus intenciones, deseos, decisiones y acciones.
Como resultado, la humanidad podrá realizar permanentemente un progreso sostenido, una paz y una prosperidad verdaderas.
Con el segundo Pentecostés que se realizará en el mundo, fruto de la Parusía, la naturaleza humana será elevada en su integridad, y el corazón de todos será transformado por la acción del Espíritu Santo: “Pondré mis leyes en sus corazones, en sus mentes las escribiré, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (Heb 10, 16). Dios cambiará el interior de cada ser humano de forma admirable y universal: “Derramaré mi Espíritu en toda carne” (Jl 2, 28).
San Pablo nos dice cuáles serán los resultados: “Los frutos del Espíritu son amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio” (Gal 5, 22).
Así, todas las naciones se convertirán al modo de pensar divino. La ley suprema será la amar a Dios por encima de todo y amar al prójimo como a uno mismo (Lc 10, 27).
3. El gobierno de Cristo se basará en la Palabra de Dios.
Uno de los principales papeles de los gobierno humanos es el de crear un entorno de conocimientos para lograr el desarrollo social y el progreso material. La paz y la prosperidad dependen de los cimientos de tal conocimiento y educación.
Sin embargo, ese conocimiento se ha degradado al rechazar el conocimiento espiritual y la fe. Por consecuencia, el rechazo de la fe ha finalizado en un rechazo de la razón.
Por ello, muchos gobiernos han llegado al extremo de atentar contra la vida, contra las libertades, contra los derechos humanos y el verdadero desarrollo.
Con su segunda venida, Jesucristo establecerá un gobierno basado en el conocimiento espiritual que deriva de las leyes divinas. La voluntad de Dios y la verdad divina inspirarán toda acción, derivando una civilización esplendorosa y lúcida en que las ciencias, la economía, la psicología, la sociología, el comercio, el diseño urbano, la conservación ambiental, la planeación estratégica y todas las disciplinas humanas se fundamentarán en la sabiduría divina.
Muchos de los misterios que nuestra mente no alcanza hoy a resolver serán develados gracias al conocimiento de las leyes divinas y a la razón iluminada. Las Escrituras y enseñanzas de Cristo abrirán niveles de progreso y logros jamás alcanzados hasta ahora. “El dominio descansará sobre sus hombros y Él será llamado Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su dominio y la paz no tendrán fin sobre el trono de David y sobre su reino” (Is 9, 6).
Ese conocimiento tan agudo evitará que se haga daño a la Tierra, como sucede actualmente: “No harán daño ni destruirán en mi santo sagrado, porque la Tierra estará llena del conocimiento del Señor como las aguas llenan el mar” (Is 11, 9).
4. El gobierno de Cristo se enfocará en la familia.
Para los gobiernos actuales, la familia es una mera unidad civil, y muchas de sus políticas actúan en contra de su integridad y su integralidad.
En el gobierno de Dios inaugurado por la Parusía, las políticas públicas estarán centradas en la familia como célula de toda la organización social, económica y educacional. La familia será la piedra miliar de toda la estructura humana. Desde el matrimonio y los padres, a través de los hijos, Jesucristo construirá cada familia extendida, comunidad y nación bajo el arquetipo de la paternidad divina.
Aparte de ser Dios nuestro Padre por habernos creado, será también nuestro Padre en el desarrollo de la nueva creación, convirtiéndose en modelo y fuerza inspiradora de la familia humana.
Todas las leyes y el sistema civil protegerán y fortalecerán continuamente a la familia, “para que ustedes, sus hijos, y los hijos de sus hijos después de ellos teman al Señor vuestro Dios guardando todos los días de tu vida los mandamientos y decretos que os he dado, para que disfruten de larga vida” (Dt 6, 2).
Todos los recursos y la tierra y la propiedad privada estarán destinadas a proteger el bienestar de cada familia: “Cada hombre se sentará debajo de su vid y debajo de higuera, y no habrá quien los amedrente” (Miq 4, 4).
La educación y el conocimiento de las leyes divinas se implementarán en torno a la familia: “Se las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando camines por los caminos, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Dt 6, 7).
5. El gobierno de Cristo potenciará todo progreso posible.
El gobierno de Cristo, contrariamente a lo que hoy sucede, incrementará el potencial humano para lograr adquirir enorme progreso en cada aspecto de la vida individual y social.
Será un progreso excelso que hoy nos resulta simplemente inimaginable, rescatando todo lo descubierto hasta ahora pero incrementándolo de forma eminente. El resultado será una civilización espléndida cual no ha hubo en la antigüedad o en el mundo moderno.
La producción de alimento explotará como una gran cosecha mundial y apenas habrá tiempo para plantar cuando ya se estará alcanzando al que recoge: “el que ara alcanzará al que siega, y el que pisa las uvas al que lleva la semilla… Plantarán viñas y beberán del vino de ellas; plantarán huertos y comerán de sus frutos. Pues los plantaré en su tierra, y nunca más serán arrancados de la tierra que yo les di” (Am 9, 13).
La naturaleza de los animales peligrosos será transformada de forma que no dañarán jamás a los hombres: “Entonces el lobo habitará con el cordero, y el leopardo se recostará con el cabrito. El ternero y el cachorro del león creceránjuntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, y sus crías se recostarán juntas. El león comerá paja como el buey. Un niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y el recién destetado extenderá su mano sobre el escondrijo de la víbora. No harán daño ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de Dios, como las aguas cubren el mar” (Is 11, 6).
Todas las gentes viajarán a Jerusalén, en donde residirá el Papado, y donde se alojará el centro internacional de la economía, de la religión, del gobierno y de la educación: “el monte de la casa de Dios será establecido como cabeza de los montes, y será elevado más que las colinas; y correrán a él todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: -Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros caminemos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Dios” (Is 2, 2).
La Tierra se cubrirá de hermosas ciudades en un ambiente bucólico y el nuevo paraíso será universal: “Convertirá su desierto en Edén y su región árida en huerto de Dios” (Is 51, 3). Y dirán: “Esta tierra que estaba desolada ha venido a ser como el jardín de Edén, y estas ciudades que estaban destruidas, desoladas y arruinadas ahora están fortificadas y habitadas” (Ez 36, 35).
En el Reino de Cristo no será como actualmente, en que los gobernantes dominan opresiva y autoritaria. Jesús dio otras directrices muy distintas:
“Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen autoridad sobre ellos. Entre vosotros no será así. Más bien, cualquiera que anhele ser grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que anhele ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo. De la misma manera, el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 25).
Así podemos resumir las diferencias entre ambos gobiernos:
Gobierno del Anticristo Reino de Cristo
Tiende a una colectivización impuesta por el engaño y la fuerza
Tiende a la aceptación de un señorío libre y voluntario de Dios
Se basa en un socialismo tecnificado
Se basa en el amor cristiano
Se ofrece una religiosidad universal impersonal, introspectiva y panteísta
Se ofrece un Dios personal, Jesucristo, que salva a cada uno de forma objetiva
Propone una filantropía y una espiritualidad inmanentes
Propone acceder a la santidad por medio de la cruz
Bien y mal se funden en un equilibrio psicológico
Bien y mal son determinados por la conciencia objetivamente iluminada por la ley natural y por la ley positiva divina
La paz mundial se logra por acuerdos humanos de conveniencia
La paz se logra por la transformación de la naturaleza humana y la comunión en la única fe
El cumplimiento de las leyes se exige por temor y amenaza
Las leyes son inscritas en el corazón de los hombres por la acción del Espíritu Santo
Naturaleza, humanidad y divinidad se funden entre sí, provocando confusión
El hombre, Dios y lo creado son esencialmente distintos, originando armonía y equilibrio
Se confunde espiritualidad con “desarrollo humano” y “apertura de la conciencia”
Se progresa espiritualmente por la gracia divina y la comunión con Dios
La trascendencia se logra por la filantropía
La trascendencia se logra mediante la redención operada por Cristo
El gobierno se ejerce despóticamente
El gobierno se ejerce como servicio
Jesús enseñó que el verdadero liderazgo consiste en servir a los demás. Todo su mensaje descansa en la promesa de un sistema mundial nuevo basado en el gobierno divino que establecerá con su segunda venida.
Un cambio se acerca verdaderamente, pero no nos dejemos confundir, no será el cambio que surja de los acuerdos regionales por una moneda de reserva mundial, o por una involución autoritaria global o por una hermandad de paz universal arreligiosa y atea en la que Jesucristo, su Eucaristía y su Madre santísima, los mandamientos y la gracia divina están ausentes.
La suya no es una promesa política vacía como la que hacen los políticos actualmente. La suya es una promesa firme que pasa por la conversión plena y sincera, y por la entrega total y confiada en su palabra: “El tiempo se ha cumplido. El Reino está ya cerca. Arrepentíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15).
Sobre el Autor
o” (Mc 1, 15).
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