jueves, 14 de septiembre de 2017

CONSEJOS PARA PADRES.........

Consejos para padres cuyos hijos ya no creen en Dios

No es una situación poco frecuente (ojalá lo fuera) que hoy en día muchos jóvenes (sobre todo cuando ingresan a la universidad)  llevados por distintas razones abandonen la fe. Las causas pueden ir desde la influencia de los amigos, las modas, un racionalismo intenso, información incompleta hasta la decepción por la misma iglesia. Sea cual fuere la razón, para padres católicos el que su hijo formado en la fe la abandone, es un dolor muy grande. Un dolor que inevitablemente viene acompañado de culpa: ¿qué fue lo que hice mal para que mi hijo ya no crea en Dios?
Más allá de lo bueno y malo que hacemos como padres, porque para padre perfecto solo el celestial, lo primero que hay que entender es que nuestros hijos nos fueron dados como un encargo precioso. Pero, por decirlo de alguna manera; no son nuestros. Su formación es nuestra responsabilidad primera y nuestro deber. Llegada la edad adulta sus decisiones, son suyas. Siempre seremos sus padres, siempre seremos sus referentes pero, las decisiones del curso de su propia vida las tomarán ellos mismos. Así como las tomamos nosotros.
Un buen amigo me decía que es necesario recordar que el amor a nuestros hijos constituye también un camino de santidad, de prueba y de amor incondicional. Diciendo esto les dejamos una serie de reflexiones que podrán servir de ayuda para enfrentar la difícil situación de nuestros hijos que de pronto dicen no creer más en Dios.
1. Lo que has formado desde pequeño se encuentra aún ahí
Todo el esfuerzo que has hecho por formarte como padre, por darles lo mejor, y no me refiero solo a lo material, se encuentra ahí, en el interior de tu hijo. Lo que le has enseñado ha moldeado de una manera importante el tipo persona que es hoy. En la edad adulta verás los frutos de ese esfuerzo inagotable por formarlos en la fe, en las virtudes, en los buenos modales, en el respeto, en la libertad. Lo que sembramos en nuestros hijos pequeños dará fruto en la edad adulta. Y si en este momento pareciera que todos tus esfuerzos han caído en saco roto, no desesperes, ten paciencia y esperanza. Tu trabajo no ha sido en vano.
2. Escúchalo, trátalo con respeto e interésate por su decisión
En lugar de entrar en desesperación y dejarte llevar por solo por el sentimiento, respira. Antes de hablar primero escucha, interésate por él. No te dejes llevar por la indignación y te enredes en sermones que podrían ocasionar que tu hijo se aleje. Escucha sus razones, pregúntale y sigue escuchando. Trata de conocer su pensamiento, sus razones, sus anhelos e ilusiones. Solo con esa información, sabrás qué camino ir tomando.
3. No trates de convencerlo
No empieces una campaña incesante de convertir al hijo, es muy probable que consigas el resultado contrario. Esto no significa que ustedes, los padres, dejen sus prácticas religiosas o dejen de hablar de Dios frente a su hijo. Por el contrario continúen con ellas como siempre y sean cada vez más coherentes con su fe y vida cristiana. Muchas veces la decepción a causa del proceder de algunos cristianos es un factor clave para que los hijos dejen de lado la fe. No lo fuercen a rezar, pero que tu actitud frente a la oración sea un ejemplo. No es que seas indiferente, puedes hablar abiertamente de tu pensamiento y tu fe, dejar que él te escuche así como tú lo escucharás a él.  Es una situación oportuna para aprender a conversar y a respetarse.
4. No lo manipules con castigos o le cortes la ayuda a condición de su fe
Condicionar su fe a tu ayuda no va a llevar la relación a ningún buen lugar. Nuestra fe no es una obligación impuesta por alguien, nuestra fe es una relación de amor, un regalo. Jesús no se acercó diciendo: «Te obligo a creer en mí». Jesús se volvió pequeño como uno de nosotros y con paciencia, ternura y con su ejemplo de vida nos mostró el camino. Como cristiano sigue ese ejemplo de Jesús que es cercano, paciente, amble y todo lo provee. 
5. Muéstrale la alegría de tener una relación con Dios
Nuestra fe no es simplemente creer en algo. La riqueza de nuestra fe está en que consiste en una relación con Alguien. No se trata de una serie de normas a cumplir sin razón y que hacemos mecánicamente. Nuestra fe nace de un encuentro con otra persona, la persona de Cristo Jesús. En una situación así, más que mil palabras, valdrá el ejemplo de tu vida cotidiana. Tu coherencia, tu alegría, tu trato con los demás, tu amor firme e incondicional.
6. Inclúyelo en tus actividades sin forzarlo
Así como tú respetas y a la vez conversas sobre su decisión, de la misma manera muéstrale tu pensamiento y conversa sobre él. No tengas miedo a mostrar tu fe, continúa haciéndolo partícipe e invitarlo siempre  que puedas (aunque él diga que no) a tus actividades religiosas, incluso a campañas de ayuda social. Invítalo a misa (por lo menos pregúntale si te acompaña), continúa con las celebraciones Pascuales, Navideñas, hazlo partícipe como siempre. Celebra junto a él con alegría. La decisión de participar o no será suya, pero lo más probable es quiera ir (a algunas por lo menos). Estas celebraciones han formado parte de su historia desde siempre y además están llenas de amor.
7. No caigas en la tristeza y en la desesperanza
Puede que él haya decidido no creer en Dios, pero recuerda que Dios siempre cree en él. Es su creador, su Padre y nunca lo dejará desamparado, aunque a veces así parezca. No te dejes caer en la tentación de pensar que tu hijo será condenado, ese es asunto solo le compete a Dios. A nosotros nos compete el amar y entregarnos al servicio de los demás. Así que en lugar de dejarte vencer por la tristeza y la desesperanza, confía en Dios aún con más fuerza.
8. Que Santa Mónica se vuelva tu mejor amiga. 
Santa Mónica es nuestra aliada por excelencia en esta misión. Ella sabe y conoce perfectamente la situación de un hijo alejado de Dios. Recurre a ella para que interceda por tu hijo y como ella ofrécele a Dios todos tus pesares y dolores. Ora constantemente y sin cansancio. El camino hacia la conversión de nuestros hijos pasa indiscutiblemente por nuestra propia conversión. Por pedirle a Dios cada día más fe, y por entregarnos de una manera cada vez más completa. Y así como el obispo le dijo a Santa Mónica: “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas”.
9. Fórmate continuamente
A veces, ante las preguntas de nuestros hijos nos quedamos sin respuestas, no porque la pregunta sea difícil, sino porque simplemente no nos hemos informado bien. En la fe es importante la práctica pero también es muy importante la formación, el conocer nuestra historia como católicos y los fundamentos de nuestra vida cristiana. Fórmate constantemente, consulta fuentes confiables, cultívate y aprende todos los días a ser un mejor padre.
«Cuánta dignidad y cuánta ternura en la espera de ese padre que está en la puerta de casa esperando que el hijo regrese. Los padres deben ser pacientes. Muchas veces no hay otra cosa que hacer más que esperar; rezar y esperar con paciencia, dulzura, magnanimidad y misericordia» (Papa Francisco – 4 de febrero de 2015).

DESHACER LOS NUDOS DE LA MALDAD............

Deshacer los nudos de la maldad (Is 58,6)

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Cuando somos ofendidos, traicionados, abandonados, dejados a la vera del camino, es natural sentir un “algo” que nos hace sentir que si perdonamos, perdemos y fomentamos la injusticia. La mayoría de las veces oímos consejos en la línea de “no te dejes”, “dile que ¿qué le pasa?”, que tienes derecho a estar enojado, alejarte, cuidarte, etc. Bueno, en parte sí y en parte no. Veamos mejor.
La realidad es que es imposible humanamente hablando, perdonar si pensamos que el perdón se trata de algo que se merece la persona. Si nuestro sentido de justicia es dar según el mérito, el perdón al malvado o al que nos lastima no tiene sentido. Si perdonar se condiciona a entender la lógica de la acción, muchas veces no la encontraremos, ya que hay males que suceden porque ganan pasiones no iluminadas por la razón. Otras veces son accidentes y otras veces límites humanos tales, como impedimentos psicológicos, que no permiten haber actuado de otra forma, o que en algunos casos, la dureza de corazón y la ceguera espiritual, con culpa propia desde luego, pero que de alguna manera reforzada por la estructura de pecado en la cultura de la muerte en que vivimos, dificultan enormemente la docilidad a la gracia divina. Los atenuantes y grado de libertad sólo los puede juzgar Dios, pero Tomas de Aquino nos habla de las pasiones que nublan el juicio. Atenuantes no son eximentes, y hoy conviene aclararlo, porque tendemos a psicologizar y fomenta una sociedad más irresponsable. Podríamos también mencionar las veces que no hubo ofensa propiamente, sino una mala interpretación basada en una serie de supuestos nuestros conscientes e inconscientes.
En esta línea es compresible que Jesús nos diga: “amar a los que los aman eso hacen también los publicanos” (Mt 5; 46 ss). Sin embargo, nos invita a ir más allá, “amad a vuestros enemigos, pedid por ellos” (Mt 5; 44), “perdona a tu hermano setenta veces siete” (Mt 18;22). El sentido de la justicia divina no es contraria a la justicia humana pues Dios mismo la grabó en nuestros corazones, pero es mucho más pura, profunda, rigurosa, amplia y no se limita al tiempo presente. Jesús muchas veces dice que ninguna obra por pequeña que sea quedará sin paga (Mt 10;42), y que los malvados tendrán el pago de los hipócritas (Mt 24;51). En esta línea Él ostenta el poder de juzgar cuando venga, a nosotros nos pide no condenar, dejarle este asunto a Él y confiar que pondrá a su momento a los enemigos como escabeles a Sus pies (Lc 20;43). Muchas veces nos da elementos para discernir las obras de los fariseos y los hipócritas, de los adulterios, homicidios y de tantos pecados, pero aunque nos dice que miremos y juzguemos los frutos, no nos permite juzgar a las personas (Lc 6;37). Es una prerrogativa divina. Por el contrario, el demonio es quien acusa a los hombres día y noche ante el trono de Dios (Ap 12;10). En un discernimiento interior podemos ver que estar arrojando las faltas a la cara, o en nuestro fuero interno, es instigación del espíritu diabólico, que busca siempre dividir, obstruyendo el perdón.
Para poder ser capaces de ver la falta del otro con toda claridad, pero con misericordia, es importante bajarnos del pedestal de la superioridad para poder rehumanizar al agresor. Todos nosotros somos pecadores y hemos sido perdonados. Si hemos sentido la gratitud de encontrarnos restituidos ante la mirada divina que nos levanta, podremos ser capaces de hacer lo mismo aunque nos tome un poco de tiempo. La parábola del hombre que debía mucho dinero y fue perdonado por el rey (Lc 18; 23 ss) es justamente la clave para vivir el perdón. Ante la mirada divina nuestro pecado era una gran deuda. Nosotros podemos ser muy indulgentes para juzgarla, pero Cristo nos deja ver que las faltas a Él son mucho más grandes que las que nosotros recibimos, y que debemos tratar al otro como Él nos ha tratado. Sin embargo, muchas veces la dificultad para perdonar radica en que vivimos en ambientes hostiles en los que aceptación y perdón son experiencias inaccesibles. Es importante distanciarse de allí al menos interiormente, hacer una experiencia profunda y regresar a enseñarlo con todas las tribulaciones e incomprensiones que eso implicará hasta volverlo cultura.
Es comprensible que el dolor que nos produce la herida no nos deja juzgar la situación con paz y claridad para ser generosos. Es muy humano. El perdón es un acto divino, en Él es instantáneo, pero en nosotros puede ser un largo proceso. Sólo Dios puede perdonar los pecados. Sólo Dios nos puede dar la gracia de perdonar como Él. Incluso es un mandato a los cristianos, ciertamente no todos somos sacerdotes ministeriales y lo podemos hacer sacramentalmente, pero sí podemos por nuestro sacerdocio común pedir perdón por el pueblo a Dios y cancelar la deuda que tienen otros al menos con nosotros. Cada vez que sinceramente perdonamos y que pedimos perdón a Dios con un corazón contrito se derrama el don tan ansiado de la Paz y de la Unidad para nosotros, para la Iglesia y el mundo entero. Ser capaces de perdonar profundamente es una gracia y hay que pedirla, pero está condicionada a que yo sea consciente de que he sido perdonado, como nos enseña el Padre Nuestro, porque “resistes a los soberbios” , en cambio “¡a un corazón contrito Tú no lo desprecias!” (Ps 50,19).
En el cruce de caminos con una persona más o menos cercana que nos hiere, el libro de Jonás nos ofrece una reflexión. Jonás conoce a Dios muy bien, sabe que es misericordioso y que se las va a “ingeniar” para conseguir la vida del pecador y no su destrucción. Pero esto a Jonás le molesta porque implica que alguien se sacrifique en la predicación, como nos recuerda San Pablo, que dice que parece que a los apóstoles les toca ser los últimos y recibir todo tipo de maltratos y privaciones. Dios le hace ver a Jonás que él se cruzó un instante con un ricino y se alegró por él, comparándolo con la gran Nínive a quien Dios ha visto nacer, crecer y confundirse en el camino. Dios le deja ver cómo su juicio es parcial sobre Nínive, pero Dios tiene una mirada más de largo alcance. Tal vez hay muchas más cosas hermosas que nos enseña el diálogo entre Dios y Jonás, pero puede ayudarnos para este tema ver que nuestro enojo muchas veces reposa en una mirada miope. Sólo Dios sabe cuándo esa persona podrá cambiar, qué gracias necesita y si nosotros somos ese profeta-espejo en el que el otro mira su miseria. Dios nos invita en nuestras afrentas a unirnos íntimamente a Él. Nos confía sus dolores, nos confía su amor por los pecadores, nos asocia a Su Pasión. En este sentido, perdonar no nos quita nada como hablamos al inicio, porque estamos en el Corazón de Cristo. No nos “dejamos” porque vemos y enunciamos el mal, pero lo dejamos en las mejores manos, las divinas. Si les preguntamos qué le pasa por qué actuó así, muchas veces nos sorprenderemos con la respuesta. Las tinieblas en las que vive por su educación, sus heridas, su vida de pecado, su falta de trabajo interior, lo esclavizan profundamente y se resiste a la gracia que siempre es fiel, pero él no lo sabe claramente porque el demonio lo somete con engaños. No sabe salir de allí. Nuestro poder decir con Cristo: “Perdónalos Padre, porque no sabe lo que hace”, le abre una nueva posibilidad de deshacer los nudos de la maldad y ser regenerado desde lo alto.
Otro aspecto sobre el tema del perdón es que hay heridas que son especialmente dolorosas en la medida que son hechas en condiciones de vulnerabilidad. Principalmente cuando se es niño y es herido por aquellos de quienes debes de recibir amor, aceptación, protección. Otras heridas muy dolorosas son hechas por quienes son muy cercanos: el esposo o esposa, los hijos, los amigos, todos aquellos con quienes “nos unía una dulce intimidad” (Ps 54;15). Una vez que se forma la herida, se formula una “promesa” a uno mismo de protección, por ejemplo: no muestres tus sentimientos porque te lastiman, no te muestres necesitado para que no te humillen, no des tus bienes para que no te usen, sino te van a amar que te respeten aunque para conseguirlo seas violento, si me aman me admiran, si me señalan un error es que me rechazan, por eso cuido una imagen d perfección intocable, si digo lo que pienso hay conflicto, mejor me callo o me retiro, etc… Todas estas frases son “creencias falsas”, que nos atrincheran y nos ponen en un lugar inalcanzable. Terminamos siendo iguales que aquellos que nos hicieron sufrir y así se forma una cadena de violencia y resentimiento. Hay quienes dicen que el 50% de la criminalidad es fruto de una venganza, la mayoría de las veces es fruto de una respuesta inadecuada al dolor, de allí la importancia del perdón para la paz de los pueblos. Sin embargo, no podemos psicologizar la moral. Es muy importante, asumir que hay una decisión frente al dolor. Tal vez la respuesta está altamente condicionada por nuestro pasado, pero no determinada. Dentro de lo inadecuadas de nuestras respuestas, hay decisiones morales en las que hay un margen libre y responsable.
Para poder ver nuestra herida y entender nuestras respuestas. Para poder pasar del resentimiento a la paz, de la esclavitud del círculo del dolor a la libertad de los hijos de Dios, es necesario ver nuestra alma iluminada con la luz divina, que al mismo tiempo que te muestra tu herida en su origen, tan hace ver el profundo amor que Él te tiene y ser consolado y sanado del dolor. Luego se tiene que re aprender a relacionarse, a verse a sí mismo, a caminar bajo la mirada divina, pero ya se partió del encuentro sanador de Dios. Es un don de Dios, algunas terapias o talleres y grupos de oración de sanación pueden contribuir poderosamente, pero en la medida que hay humildad y rendición ante Dios se alcanza ese don con mayor fruto.
Muchas veces la dificultad para perdonar es que pensamos que es lo mismo que reconciliarse. El perdón que se ofrece es unilateral, no necesita el otro pedirlo, ni siquiera desearlo y así logra ser más generoso, porque lo haces porque es un bien en sí mismo que le permite al pecador regresar, tener un puente tendido desde ese lugar que en su maldad lo aisló. Sin embargo, la reconciliación implica necesariamente bilateralidad y más aún, implica un propósito de enmienda sincero, concreto y realista en el amor y en la verdad. Sin ello, podría reforzarse una dinámica destructiva y una laxitud moral por la “impunidad”. Jesús también acepta que hay gente que rechaza el mensaje y a sus enviados, y en ese caso estamos autorizados a “sacudirnos el polvo de los pies en señal en testimonios contra ellos” (Mc 6,11). Queda pendiente tratar el perdón más difícil, perdonarse a sí mismo

DE LA EUCARISTIA POR PARTE DE FRANCISCO Y SU POSIBLE ABOLICION

La inquietante concepción protestante de la Eucaristía por parte de Francisco y su posible abolición mediante la anáfora de Addai y Mari


  1. INTRODUCCIÓN: EL DOCUMENTO DEL “CONFLICTO A LA COMUNIÓN. CONMEMORACIÓN CONJUNTA LUTERANO-CATÓLICO ROMANA DE LA REFORMA EN 2017” COMO POSIBLE RAMPA DE SALIDA PARA LA ABOLICIÓN DE LA MISA
Hace unos meses dábamos la voz de alarma en este artículo (1) ante el devastador ataque a la Eucaristía que suponía la publicación del Documento “Del conflicto a la comunión”, publicado en octubre de 2013. Dicho Documento había sido aprobado por el Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos, presidido por el Card. alemán Walter Kasper, teólogo de cabecera de Francisco, cuyas tesis favorables a dar la comunión a las personas que vivan en adulterio y sin castidad parecen haber sido apoyadas plenamente en Amoris Laetitia.
Mi artículo se titulaba “HACIA LA DESACRALIZACIÓN FINAL DE LA EUCARISTÍA: EL DOCUMENTO “DEL CONFLICTO A LA COMUNIÓN. CONMEMORACIÓN CONJUNTA LUTERANO-CATÓLICO ROMANA DE LA REFORMA EN 2017. INFORME DE LA COMISIÓN LUTERANO-CATÓLICO ROMANA SOBRE LA UNIDAD”. UNA POSIBLE RAMPA DE SALIDA HACIA LA SUPRESIÓN DEL SACRIFICIO PERPETUO DE LA MISA”. Ese infame documento apoyaba veladamente las tesis luteranas sobre la Eucaristía al omitir la doctrina de la transubstanciación como doctrina necesaria de la misa católica y aspiraba, ¡horror! a crear una liturgia compartida en la que los luteranos pudieran estar cómodos, a costa de la omisión de la fórmula consagratoria. Se trataría, ni más ni menos, que de la abolición del sacrificio perpetuo de la que nos hablaba Daniel 12, 11.
Ese Documento es la gota que colma el vaso. En efecto, la Eucaristía, Cristo presente realmente bajo la especie del pan y del vino en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad lleva mucho tiempo sometida a un furibundo ataque, desde dentro mismo de la Iglesia católica, por parte de aquellos sacerdotes, obispos, cardenales y teólogos que se han echado en los brazos de Lutero, del judaísmo kabalístico y talmúdico y de la masonería. Baste el breve recordatorio que hacíamos en este otro artículo nuestro (2).
En el primer artículo citado, concluíamos:
“Tras desentrañar el sentido profundo de la mens de los autores del Documento que hemos comentado, creemos, tristemente, que se pretende convertir la misa en una mera “conmemoración”, quitándole su carácter sacrificial, negando la transubstanciación y sustituyéndola por una cena o comida santa, que haga de la misa un mero memorial o memoria real de la cena del Señor, apetecible para que los luteranos vengan a comulgar a nuestras misas católicas o, lo que es peor, crear una liturgia mixta luterano-católica o católica-luterana en la que todos comulguen indistintamente, eliminado el katejon necesario para la unión de las Iglesias católica y luterana, que es la Eucaristía. No por casualidad, el título del Documento es oscuro pero revelador (Del Conflicto a la comunión), a la luz de esta intención descrita”.
Está profetizado en la Revelación Pública que en el fin de los últimos tiempos la parte infiel de la Iglesia católica que apostate de la fe impondrá a toda la Iglesia la supresión de la Eucaristía, por tanto, de la misa. Así, en el Antiguo Testamento, el profeta Daniel nos habló claramente de la abolición del sacrificio perpetuo y, a continuación, de la abominación de la desolación, esto es, la entronización del Anticristo en el altar, haciéndose adorar como Dios donde debería estar el Sagrario. En Daniel 9, 27 se nos dice que el Anticristo suprimirá la misa tras los primeros 3,5 años de reinado.
Y en el Nuevo Testamento, San Pablo nos indica que hay algo misterioso que es el que retiene y lo que retiene al Anticristo (katejos, katejon). Los Santos Padres de la Iglesia consideraban que el katejos era el Imperio Romano o, al menos su orden jurídico y moral. Yo creo que hay algo más, y que ese katejos es Cristo Eucaristía. Al respecto, me remito al primer artículo citado. El mismo Cristo nos dice que el momento para huir al desierto será cuando se produzca la abominación desoladora (Mt. 24, 15-17,21), que, como hemos visto, es posterior a la supresión del sacrificio perpetuo.
Lo mismo llegó a profetizar, con profunda preocupación, el entonces Cardenal Pacelli, futuro papa Pío XII:
“Estoy preocupado por los mensajes de la Santísima Virgen a Lucía de Fátima. Esa persistencia de María sobre los peligros que amenazan a la Iglesia es una advertencia divina contra el suicidio de alterar la Fe en Su Liturgia, en Su Teología, en Su alma… Escuché a mi alrededor innovadores que quieren desmantelar la Sagrada Capilla, destruir la llama universal de la Iglesia, rechazar Sus ornamentos y hacerla sentir remordimientos de Su pasado histórico. Llegará un día en que el mundo civilizado negará a su Dios, en que la Iglesia dudará como Pedro dudó. Ella será tentada de creer que el hombre se ha vuelto Dios. En nuestras iglesias, los Cristianos buscarán en vano la lámpara roja donde Dios los esperaba. Como María Magdalena lloró ante la tumba vacía, ellos preguntarán, “¿Dónde lo han puesto?” (3)
Dentro de la Revelación Pública, la Tradición de la Iglesia siempre interpretó los versículos que, en la Biblia, nos hablan de la apostasía de la Iglesia advirtiéndonos que se llegaría al culmen de rechazar el mayor dogma de nuestra fe, el mysterium fidei, la creencia en la presencia real en la Eucaristía, fuente y cima la Iglesia (Ecclesia de Eucharistia, 1).  La Santísima Virgen se ha quejado amargamente de ello (4). Y como consecuencia de esa falta de fe en la presencia real se acabará suprimiendo la misa. Esta apostasía se resume en el numeral 675 del Catecismo. Pero de ello nos hablaron muchos Santos Padres de la Iglesia (5).
La misma Virgen, en lución interior al padre Gobbi, publicadas con imprimatur, nos llegó a advertir de que un día sería suprimida la Eucaristía en la Iglesia:
“La Santa Misa es el sacrificio perpetuo, la oblación pura que es ofrecida al Señor en todas partes desde la salida del sol hasta el ocaso.  El sacrificio de la Misa renueva el llevado a cabo por Jesús en el Calvario.Acogiendo la doctrina protestante, se dirá que la Misa no es un sacrificio, sino tan sólo la santa cena, esto es, el recuerdo de lo que Jesús hizo en su última cena.  Y así será suprimida la celebración de la Santa Misa. En esta abolición del sacrificio perpetuo consiste el horrible sacrilegio, llevado a cabo por el Anticristo, el cual durará tres años y medio, es decir, mil doscientos noventa días” (Mensaje de 31 de diciembre de 1992).

Es muy probable que esta supresión la realice el falso profeta, de consuno con el Anticristo. Y es que el Anticristo tendrá su falso profeta, que le precederá, como nos dijo San Ireneo de Lyon (discípulo directo de San Juan Evangelista) en su Obra magna Adversus Haereses. Porque, al igual que Cristo tuvo un Profeta que le anunció y le allanó el camino (San Juan Bautista), predicando contra el adulterio, parece lógico pensar que el Anticristo, que es la mona de Dios, ha de tener su falso profeta, un falso papa con cuernos como de cordero (la mitra) pero que habla como un dragón (el Dragón es el comunismo marxista), que predicará que el adulterio no es pecado. Es el Anticristo de la tierra o Anticristo religioso (Ap. 13, 11-15).
Ana Catalina Emmerick, proclamada beata por Juan Pablo II, profetizaba al respecto que a los sacerdotes se les exigiría hacer algo con lo que muchos no estarían de acuerdo, y que, desde entonces, se dividirían en fieles e infieles. Mientras unos se aprestaban a cerrar las Iglesias y a prepararse para la defensa, otros aceptaban con gusto las reformas. Posiblemente esa orden sea, dentro de no mucho, celebrar una liturgia conjunta católica-protestante en la que no haya consagración. Se infiere de sus palabras:
Vi también en Alemania a eclesiásticos mundanos y protestantes iluminados manifestar deseos y formar un plan para la fusión de las confesiones religiosas y para la supresión de la autoridad papal. (AA.III.179)
¡… y este plan tenía, en Roma misma, a sus promotores entre los prelados! (AA.III.179)
Ellos construían una gran iglesia, extraña y extravagante; todo el mundo tenía que entrar en ella para unirse y poseer allí los mismos derechos; evangélicos, católicos, sectas de todo tipo: lo que debía ser una verdadera comunión de los profanos donde no habría más que un pastor y un rebaño. Tenía que haber también un Papa pero que no poseyera nada y fuera asalariado. Todo estaba preparado de antemano y muchas cosas estaban ya hechas: pero en el lugar del altar, no había más que desolación y abominación. (AA.III.188)”
Veo los enemigos del Santísimo Sacramento que cierran las Iglesias e impiden que se le adore, acercarse a un terrible castigo. Yo los veo enfermos y en el lecho de muerte sin sacerdote y sin sacramento (AA.III.167)”.

Y más claramente aún:

2 de abril de 1820 – Tuve todavía una visión sobre la gran tribulación, bien en nuestra tierra, bien en países alejados. Me pareció ver que se exigía del clero una concesión que no podía hacer. Vi muchos ancianos sacerdotes y algunos viejos franciscanos, que ya no portaban el hábito de su orden y sobre todo un eclesiástico muy anciano, llorar muy amargamente. Vi también algunos jóvenes llorar con ellos. (AA.III.161). Vi a otros, entre los cuales todos tibios, se prestaban gustosos a lo que se les demandaba. Vi a los viejos, que habían permanecido fieles, someterse a la defensa con una gran aflicción y cerrar sus iglesias. Vi a muchos otros, gentes piadosas, paisanos y burgueses, acercarse a ellos: era como si se dividieran en dos partes, una buena y una mala. (AA.III.162)
  1. LA CONCEPCIÓN LUTERANA DE LA MISA Y SU REFUTACIÓN EN EL CONCILIO DE TRENTO
A Lutero se le hacía duro admitir el “cambio” de sustancia (transubstanciación) y prefería hablar de coincidencia o doble existencia (consustanciación o impanación), para, en realidad, negar la presencia real de Cristo en la Eucaristía. ¿De dónde viene este apartamiento de la sana doctrina sobre la Eucaristía? Como siempre, de su odio a la palabra sacrificio: al negar que la Eucaristía fuera la renovación y actualización del sacrificio de Cristo en el Calvario niega que en la Eucaristía Cristo sea ofrecido al Padre por el sacerdote, como exige el canon de la misa, donde, tras la consagración, la partición de la Hostia representa su muerte, y su consumición su resurrección. Siguiendo con esta argumentación, Lutero creía que la misa no era el ofrecimiento de un nuevo sacrificio de Cristo al Padre, y, para acabar con este sentido litúrgico es por lo que elimina ese aspecto de la celebración. Pero es que la Iglesia nunca dijo que la misa fuera un sacrificio nuevo y distinto al único sacrificio de Cristo en el Calvario. La Iglesia siempre ha entendido que la misa es la renovación y actualización de aquel sacrificio primigenio, pero que, eso sí, se repite incruentamente cada vez que se celebra una misa, no añadiendo un sacrificio nuevo al original. Lutero, como vemos, tergiversó el auténtico sentido católico de la misa porque aborrecía concebir la eucaristía como sacrificio, sacrificio cuya actualización la Iglesia católica siempre ha considerado necesaria para satisfacer al Padre y aplacar su justa ira por los pecados de los hombres, y para perdonar nuestros pecados, consumiéndola en gracia de Dios. Y ello porque la fe luterana considera que el hombre se salva por la mera fe, sin necesidad de arrepentirse ni de confesar sus pecados. Por tanto, ¿para qué actualizar el sacrificio de Cristo si no es necesario pues todos los que creamos en él estamos salvados, hagamos lo que hagamos, por su sacrificio en la cruz? Y puesto que no hay sacrificio, no hay cordero al que sacrificar… ergo Cristo no está presente en la Eucaristía, y esta es un mero recuerdo o memorial de la última cena del Señor.
Para Lutero, pues, la misa es una mera “anamnesis” o rememoración de la última cena o, como mucho, del sacrificio de Cristo, sin que este se produzca de nuevo (renovar), incruentamente, en el altar: en su opinión, en la misa el sacerdote se limita a recordar la última cena o, a lo sumo, el sacrificio de Cristo en el Calvario, mientras que para la Iglesia católica, el sacerdote rememora ese sacrificio mediante su renovación, reproduciéndolo de nuevo, místicamente, en la consagración, pero no uno nuevo, sino el mismo, sólo que ahora incruento, pero actualizado realmente y realmente realizado en el altar de la Iglesia. Por tanto, no es de extrañar que la primera fijación de Lutero fuera quitar los altares y sustituirlos por mesas, al modo de una cena. La anamnesis o rememoración luteranas, por tanto, nada tienen que ver con la anamnesis o rememoración de la Iglesia católica, y se limita a un mero “hacer memoria” o “hacer eucaristía” de meros sucesos o acontecimientos pasados.
A fecha de hoy son pocos los luteranos que creen en la presencia real de Cristo en la eucaristía. Lutero entendía que no habría transubstanciación sino una consubstanciación, de forma que Cristo estaba presente junto con el pan y el vino, de una manera espiritual, no real. La inmensa mayoría saben que sus sacerdotes no tienen sucesión apostólica y que sus ministros no están válidamente ordenados para poder consagrar, razón por lo cual se han acercado más a las tesis de Calvino y Zwinglio, según las cuales en la Eucaristía la presencia de Cristo es meramente simbólica o metafórica.
El sentido correcto del “memorial” o “conmemoración” es que renovación y actualización incruenta del sacrificio de Cristo en la Cruz lo resume perfectamente el Catecismo, número 1382:
“La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarístico está totalmente orientada hacia la unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a Cristo mismo que se ofrece por nosotros.”
Y, como consecuencia de ello, el Concilio de Trento excomulga a todos los que, como los luteranos, sólo consideren la Eucaristía como una mera conmemoración, recuerdo o memoria (esto es, no como reproducción real del sacrificio), es decir, como un sacrificio de acción de gracias, no propiciatorio:
“Can. 3. Si alguno dijere que el sacrificio de la Misa sólo es de alabanza y de acción de gracias, o mera conmemoración del sacrificio cumplido en la cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo recibe; y que no debe ser ofrecido por los vivos y los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades, sea anatema”.
Cristo, muriendo en la Cruz acabó con la amartia o dominio del Demonio sobre los hombres, adquirido por culpa del pecado original, siempre que se bautice y cumpla los mandamientos, conservando, mediante el sacramento de la confesión, la gracia santificante infundida en aquél. El memorial del sacrificio de Cristo es, pues, propiciatorio, es decir, por ser una reproducción real, dentro de la Santa Misa, del sacrificio originario de Cristo en la cruz, es grato al Padre y aplaca su justa ira por nuestros pecados al tiempo que se repara por ellos y se nos infunde, mediante la consumición de la Eucaristía, estando en gracia de Dios, la fuerza para perseverar en la Verdad y para, cometido un pecado, arrepentirnos de él y volver a la vida de la gracia. La Misa es, por tanto, necesaria para que el sacrificio de Cristo en la cruz aproveche a vivos y muertos.

CARTA DE JESUS PARA TI

PENSAMIENTOS PARA EL ALMA. Carta de Jesús para ti

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Te escribo en tu soledad. A ti que tantas veces me has mirado sin verme y me has oído sin escucharme. A ti que tantas veces me has prometido seguirme de cerca y, sin saber por qué, te has alejado de las huellas que he dejado en el mundo para que no te perdieras.  
A ti que no siempre crees que estoy a tu lado, que me buscas sin hallarme y que a veces pierdes la esperanza de encontrarme. A ti que a veces piensas que yo soy solo un recuerdo y no entiendes que estoy vivo.
Yo soy el inicio y el final; soy la vía para que tú no te pierdas, la verdad para que tú no te equivoques y la vida para que tú no mueras. Mi tema preferido es el amor, que ha sido la única razón para vivir y para morir.
He sido liberado hasta el fin. He tenido un ideal claro y lo he defendido con mi sangre para salvarte. He sido maestro y servidor. Soy sensible a la amistad y espero desde hace mucho la tuya. 
Nadie como yo conoce tu alma, tus pensamientos, tu camino, y sé bien los grandes valores que posees. Se que a veces tu vida parece pobre a los ojos del mundo, pero sé también que tienes mucho para dar, y estoy cierto que en tu corazón existe un tesoro oculto: conócete y entonces reservarás un lugar para mi.
¡Si supieras cuánto tiempo llevo llamando a la puerta de tu corazón y no recibo respuesta! A veces sufro cuando me ignoras y me condenas, como Pilato. Sufro cuando reniegas de mi, como Pedro, y cuando me traicionas, como Judas. 
Hoy te pido que te unas a mi, que tomes sobre ti tu pequeña cruz junto a la mía. Te pido paciencia con tus enemigos, amor por tu cónyuge, responsabilidad en las dificultades con los hijos, tolerancia con los ancianos, comprensión con los hermanos, compasión hacia el que sufre, servicio en los problemas de todos, tal como yo he vivido y enseñado….pero, antes que nada sé paciente contigo mismo, acógete en tus intemperancias, acéptate en tu fragilidad, sopórtate en tu debilidad y…no te tomes a ti mismo demasiado en serio, concentrando sobre ti todos tus pensamientos….eres solamente una criatura….pero eres muy amada por Mi….
No quiero verte egoísta, rebelde, pesimista. Me gustaría que tu vida fuese alegre, siempre joven y cristiana. Cada vez que te desalientes, búscame y me encontrarás. Cada vez que te sientas cansado, habla conmigo, cuéntame tus problemas. Cada vez que pienses que no sirves para nada no te deprimas, no te sientas inferior, no te olvides que tengo necesidad de tu pequeñez para entrar en el alma de tu prójimo.
Cada vez que te sientas solo no te olvides que estoy contigo. No te canses de pedirme, yo nunca me cansaré de darte. No te canses de seguirme, yo nunca me cansaré de acompañarte.

No te dejaré nunca solo….

miércoles, 6 de septiembre de 2017

EL PECADO ES NO SER SANTOS

El pecado es no ser santos


Cuando Juan el Bautista, ve venir a Jesús hacia él, dijo: “He ahi el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
Esta frase del Evangelio siempre me ha impactado y como sabemos, en el momento antes de distribuir la Sagrada Comunión, los sacerdotes alzamos el Cuerpo de Jesús y lo presentamos a la Asamblea, pronunciando estas palabras.
Doy gracias al Señor por el gran don del Ministerio Sacerdotal y contemplando entre mis manos la Santa Hostia consagrada le pido muchas veces al Señor, que me conceda la gracia de tenerlo siempre entre mis manos todos los días de mi vida hasta que él me llame a su presencia.
Contemplar entre mis manos, este Pan bajado del Cielo, me sobrecoge porque pienso: “Aquí está el Rey del Universo, el Creador de todo lo que existe, de los seres humanos, de toda la naturaleza, de los planetas, de todo… Y lo veo tan pequeño, escondido…” Y sobre todo lo adoro porque está ante mi, el Único que puede perdonar el Pecado, no sólo el mio, sino el de todo el mundo.
Es interesante que Juan no dice los pecados del mundo en plural, sino en singular, el pecado del mundo.
Es inevitable pensar en lo que muchas veces se convierte la práctica del sacramento de la Reconciliación cuando todo se reduce a hacer una lista de pecados.  Es verdad que los debemos confesar con la boca para que el sacramento sea válido pero es necesario reflexionar un poco.
Sabemos bien que existen los pecados de palabra, de obra y de omisión como lo decimos en el acto penitencial.  Porque cuando tenemos la oportunidad de hacer el bien y lo no hacemos, también caemos en el pecado.
Por un lado es importante antes de confesarse hacer un examen de conciencia y poder decir los pecados concretos que hemos cometido, pero también podemos cometer el riesgo de quedarnos en la superficie y no ir a la raíz de por qué estamos tantas veces cometiendo los mismos pecados.
Muchos santos han recomendado la confesión frecuente y podemos decir que es una cosa loable cuando tenemos un conciencia delicada y buscamos siempre estar en gracia de Dios, pero también podemos caer o en la enfermedad de los escrúpulos que ha hecho sufrir a tantas personas o en una vida espiritual inmadura en la que siempre estoy repitiendo las mismas cosas y no estoy creciendo. Doy un ejemplo concreto: si pasando todos los días por un camino siempre me caigo y me golpeo, me debo detener a pensar ¿porqué siempre me caigo en el mismo lugar?. Si no reflexiono y me sigue sucediendo lo mismo, soy un inconsciente y no aprendo lecciones en la vida. En cambio puedo analizar y si el camino es resbaladizo me coloco un calzado apropiado, quito los obstáculos que me hacen caer o si no está en mis posibilidades cambiar la situación entonces no vuelvo a pasar por allí. Ya lo dijo el Señor: “Si tu mano te hace pecar, córtatela…”  Cuando sigues cometiendo toda la vida los mismos pecados es porque no has aprendido nada. Y no puedes razonar: “Pecar es humano y de todas maneras, luego me confieso”.  Por una parte el Sacramento de la Reconciliación, no es una lavandería de pecados, como cuando me quito la ropa sucia y la coloco en la lavadora para utilizarla de nuevo.  No podemos quedarnos patinando en el mismo punto, el camino de la conversión exige no vivir en la esclavitud del pecado. Puedo decir con certeza que: “Pecar no es humano”. Hemos vivido pensando que es humano pecar, pero eso es negar el sentido de la Encarnación porque el Verbo se hizo carne. Si pecar fuera humano, Jesús para asumir toda nuestra naturaleza tendría que haber pecado. Al contrario ¿Qué nos dice la Palabra?. Que asumió nuestra naturaleza, que se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado. Podemos concluir entonces que para ser realmente humanos debemos vivir en la gracia y no en el pecado. Vivir en el pecado es negar la realidad más sublime que hay en nosotros y es, que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.
Siempre se dice que traducción es traición porque cuando se traduce algo a otra lengua siempre pierde algo de lo que se quizo decir originalmente. El famoso Dante escribió la Divina Comedia. Creo que en lengua española muchos lo hemos leído pero no es lo mismo como lo pueden entender los que lo leen en la lengua original.  Miguel de Cervantes con Don Quijote de la Mancha podrá ser mejor entendido por nosotros que por los italianos o los ingleses.
Pecado viene del latín peccatum y se puede traducir por transgresión.  En la Biblia en hebreo, se traduce por חֵטְא pronunciado jet que significa errar.  En griego αμαρτία pronunciado amartía que significa error, fallo, no alcanzar el objetivo.
El tema del pecado es muy amplio y no pretendo desglosarlo aquí pero podemos decir que más que la casuística de las transgresiones, el pecado es no alcanzar, no realizar la llamada que tenemos todos los seres humanos, todos los bautizados a la santidad.
En la segunda lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios, el Apóstol en compañía de Sostenes. saluda a la Iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los que han sido santificados en Cristo Jesússantos por la llamada”.
Más que la lista de pecados es reconocer el Pecado, la raíz del mal en nosotros. Si lo hacemos el mal podrá ser arrancado de raíz, pero sin olvidar que nosotros mismos no tenemos el poder de quitar el pecado que hay en nosotros. Sólo lo puede hacer el Cordero de Dios.
El pecado es que no seamos santos!!!

MINISTROS DE DIOS QUE INCITAN AL PECADO

Ministros de Dios que incitan al pecado





 El tema principal que nos presenta la Palabra de Dios, es la Tentación.


Jesús es tentado por el diablo en el desierto y en el Génesis que nos trae los relatos de la creación de la humanidad, también vemos como son tentados Adán y Eva.  Vemos pues que el diablo existe aunque muchos no lo quieran admitir. Es doctrina de la Iglesia como nos lo enseña el Catecismo en sus numerales 391-398.
La primera lectura en Génesis 2, 7-9-3,1,7 Nos dice que Dios modeló al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida.
Es una hermosa expresión: Modeló, que nos hace pensar en Dios como el Alfarero que elabora su vasija con barro y le da la forma que Él quiere. Somos polvo, arcilla en sus manos como nos recuerda la visión del profeta Jeremías 18,1-6. No somos una obra acabada porque el Señor sigue trabajando en nosotros. Lo único que tenemos que hacer es no oponer resistencia a su Gracia, sólo dejarnos moldear.
Al pensar en el alfarero, lo visualizo con las manos sucias por el barro y pienso en la pasión con la que Dios nos ha hecho, algunas veces retomando ese barro y trabajándolo de nuevo hasta que ve que su obra es perfecta y se siente feliz de lo que ha hecho, como está escrito en el relato de la creación, en el que después de cada día, dice que Dios vio que estaba bien.
Por nuestra realidad de barro, el primer hombre se llamó Adán, que viene de una palabra hebrea אדמה Adamah, es decir, tomado de la tierra. Y por esa condición al momento de morir regresaremos a la tierra, al polvo. Pero la grandeza de nuestra condición es que no somos sólo polvo sino que hemos sigo creados a imagen y semejanza de Dios, por eso el diablo nos odia tanto, no soporta la Gracia de Dios en nosotros.
Dios insufló en el hombre el ánima, que en hebreo se dice Nefesh נפש. El ser animado por el soplo vital. También podemos pensar en el Ruah  רוח, el soplo, el Espíritu del Señor.
Queda claro que si Dios prohibió a Adan y a Eva comer del árbol que estaba en medio del jardín, es porque los había creado con libertad de elección, porque tenían una voluntad propia. De lo contrario Dios no habría tenido que advertirles nada porque no estaría en sus posibilidades.
La serpiente representa al Tentador, el Diablo que es un mentiroso, por eso engaña a la mujer diciéndole que no es verdad que morirán si comen del fruto, contradiciendo las palabras del Señor. Por eso siempre será una clave de discernimiento cualquier situación en la que seamos tentados, si vemos que contradice los Mandamientos de la Ley de Dios.  Bueno el demonio es tan astuto que nos puede tentar hasta con la misma Palabra de Dios cuando nos incita a interpretarla mal para nuestro propio beneficio como pretendió tentar a Jesús, citando la misma Sagrada Escritura.
El grande pecado de la humanidad es querer ser igual a Dios, estar al centro. El árbol aparece apetitoso a la vista de la mujer. Así es la tentación pues nunca se presentará desagradable, de lo contrario nadie caería en ella. Detrás de la apariencia de belleza se esconde un veneno que nos quita la gracia, la alegría, la paz. Al comer del fruto se les abrieron los ojos pero no para tener la sabiduría de Dios, sino para sentirse desnudos de la Gracia, para ver su nada. En los versículos que siguen y que no vienen proclamados en la Liturgia de este día, se nos dice que cuando sintieron los pasos del Señor, Adán y Eva se ocultaron de su presencia. Cuando estamos en pecado no resistimos la presencia de Dios, el pecado nos avergüenza, nos aleja, nos aísla.
Hoy en el Evangelio de Mateo vemos que Jesús es conducido por el Espíritu en el desierto. Aquí entendemos que es el Espíritu Santo. Jesús es dócil y se deja conducir. Inmediatamente después del Bautismo y antes de iniciar su Ministerio va al desierto y está sin comer cuarenta días y cuarenta noches. La Iglesia nos permite vivir este tiempo fuerte de Cuaresma, como cuarenta días de preparación para el gran día de la Pascua del Señor.
Jesús siente hambre y el diablo lo tienta con el pan. Lo tienta a que demuestre su poder. Así somos tentados en la vida cuando teniendo algún poder, lo utilizamos para nuestro propio beneficio.
El Señor nos recuerda que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Que nuestro alimento espiritual sea todos los día su Palabra que da vida, que nos hace crecer para el Cielo.
El diablo lo tienta citando la Sagrada Escritura, concretamente el Salmo 91. Lo invita a lanzarse desde la parte más alta del templo de Jerusalén porque está escrito que Dios mandará a sus ángeles para que su pie no tropiece en la piedra. Realmente esta estrategia del diablo me produce miedo porque actualmente vemos en la Iglesia a muchos pastores que están haciendo caer muchas almas en el infierno. Precisamente los que están llamados a llevar a las almas hacia Dios, las están llevando al precipicio. Me viene a la mente el famoso Monseñor Charamsa que en octubre del 2015 en las Vísperas del Sínodo de la Familia, se declaró abiertamente homosexual y presentó su pareja a los medios de comunicación. Este sacerdote polaco trabajaba  en el Santo Oficio, hoy Congregación para la Doctrina de la Fe y era Profesor de la Gregoriana en Roma.
El día de sus declaraciones fue el comienzo de los dolores de parto de un Sínodo que reflexionó sobre la Familia y que dio como fruto amargo el documento del Papa Francisco, mal llamado Amoris Laetitia. La salida del Closet como el mismo Charamnsa lo llama, fue el comienzo de los vientos de tempestad que hoy zarandean la barca de la Iglesia.
En el texto que hemos proclamado, el diablo le dice a Jesús que se lance de la parte más alta del templo de Jerusalén porque está escrito que el Señor mandará a sus ángeles para que su pie no tropiece en la piedra.  El diablo sabe de memoria la Sagrada Escritura y la utiliza para tentar.  Pienso hoy en tantos teólogos que conociendo la doctrina de la Iglesia están enseñando falsedades, pienso en los exegetas que están interpretando la Biblia a su antojo para justificar sus pecados. El mismo Charamsa conoce bien qué enseña la Iglesia al haber trabajado en la  Congregación para la Doctrina de la Fe.  Ante Dios tiene no sólo su pecado de sodomía sino por llevar por ese camino a su compañero sexual. Es posible que ese hombre no tenga el mismo conocimiento de la Palabra de Dios que tiene el Monseñor. Seguramente le estará diciendo que Dios no los condena. Un ciego guiando a otro ciego.  Dice el Señor que al que más se le da más se le exige.
Y sobre Amoris Laetitia que ya se han dicho tantas cosas, puedo decir también que es instrumento del Maligno para incitar al pecado del adulterio.
Francisco que debería seguir el mandato del Señor, de confirmar en la fe a los hermanos, lo que está haciendo es mandando a todos por el precipicio cuando nos dice a los sacerdotes que debemos estar cercanos a los jóvenes que han decidido vivir juntos si casarse. Yo fiel hijo de la Iglesia y sacerdote por gracia de Dios, no obedeceré a sus consejos que no vienen de Dios. “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” Hechos 5,29.
Este pontificado es desastroso. Ya estamos hartos de sentir como un disco rayado, al Papa hablando de cambio climático, inmigración, economía, cuidado del Medio Ambiente y de política. Y de Jesucristo como único Camino de Salvación no nos dice nada, al contrario coloca el cristianismo al mismo nivel de cualquier religión. Qué pobreza intelectual y sobre todo teológica la de este hombre. Ya no sabe más que decir cada día. Y la gente exaltada con cada una de sus palabras que en un par de minutos dan la vuelta al mundo.  Esta mañana en el Angelus dijo: “Ojalá tratáramos a la Biblia como tratamos nuestro teléfono celular”.  Suena muy bonita esa reflexión pero no es una novedad suya.  Este mensaje ya estaba circulando por internet desde hace mucho tiempo. Lo pueden ver aquí y aquí.  Seguramente esta mañana se levantó y dijo:  Uyyy, hoy es domingo y debo decir algo en el Angelus y no he preparado nada, y se fue a  buscar por internet y se encontró este hermoso mensaje.  Ahora como lo dijo el Papa, será viral y todos dirán: “Tan bello el Papa, nunca nadie había hablado así como él”.