lunes, 14 de agosto de 2017

DIOS HARA COSAS GRANDES CON TUS FRACASOS......................................

Dios hará cosas grandes con tus fracasos, confía, todo cambiará



En mi corta vida he experimentado, por gracia de Dios, grandes maravillas y también grandes fracasos, he disfruta el amor de mi mamá Vero y a mi papá Pedro, mis hermanos y toda mi familia, además de muchos amigos y numerosas familias que me regalan su cariño, un día sí y el otro también. Y sin duda lo que más he disfrutado es la presencia del buen Dios a lo largo de mi existencia, he experimentado su increíble amor, pues cada que me equivoco siempre me recibe con un abrazo lleno de cariño y dulces palabras: “Te amo y me alegra que hayas vuelto”.
Pero también he atravesado muchas dificultades y terribles fracasos, que solamente unos cuantos conocen, porque si los compartiera muchos se preocuparían por mí, así que decido guardarlas en mi corazón, con la confianza de que Cristo sabe muy bien lo mucho que me duelen y Él me sanará y me regalará esa sonrisa que, según me dicen, distingue al Padre Sergio, pero yo sé que no es mérito propio, es regalo de Dios mismo y herencia de mi mamá, como dice mi abuelita Cari: “Qué bonita sonrisa tiene siempre tu mami”.
Estoy convencido de que gracias a mi Padre del Cielo soy lo que soy, al ver mi vida descubro que sin duda Él escribe en renglones torcidos y rescata de los más terribles fracasos; en más de una ocasión he sentido que Jesús mismo me toma de su mano y me levanta, por eso me gusta mucho la imagen de Jesús sacando a Pedro de las aguas, que por su falta de fe estaba ya hundiéndose, me imagino que soy yo a punto de ahogarme cuando Él me toma del brazo con una sonrisa y me ayuda a salir de la tormenta.
Esta experiencia de “rescate” quiero compartirla con muchas personas, y es que las caídas están a la orden del día, con extremada frecuencia encuentro personas, que aseguran haber fracasado en todo, que ya nada tiene sentido, que todo ha salido mal, que todo está perdido y me entregan sus lágrimas con la esperanza de que Dios les ayude.
A todos ellos me encanta pedirles que volteen a ver a Cristo en la Cruz y les digo: “Para mí la muerte de Jesús fue el peor fracaso de la historia, imagínate, Él siendo Dios, el creador de todo el universo, acabó muerto de manos de sus propios hijos, Él vino al mundo para salvarnos y sus planes le salieron tan mal que aquellos a quienes quería salvar lo humillaron, lo maltrataron y lo mataron, San Pablo bien dice que la Cruz es un escándalo, porque es el símbolo del fracaso de Cristo, donde hasta sus amigos mejores amigos, los apóstoles, lo abandonaron...”
“Pero desde ese fracaso Jesús nos salvó, pues al tercer día venció a la misma muerte, al enemigo que nadie ha podido vencer, Dios Padre lo resucitó, demostrándonos que aún el peor fracaso tiene sentido si confiamos en los planes de Dios tal como Jesús confió. Ahora ponte a pensar: si el mayor fracaso de la historia, el fracaso de Cristo, fue transformado en salvación para todos nosotros, estoy convencido de que con nuestras caídas fácilmente Dios hará cosas maravillosas en nuestra vida, recuerda, Dios está por encima de todo”.
Y les digo: “Así que no te agobies, te entristezcas, te deprimas, ni te frustres tanto de tus fracasos, no importa que hayan sido grandes, que todos se hayan dado cuenta, que todos te hayan criticado, que todos se hayan alegrado de verte derrotado, más bien enorgullécete, porque es desde ese fracaso que Dios te mostrará su poder al rescatarte y levantarte, a ti y a toda tu familia. No te deprimas, mejor acércate más a Dios, recuerda las palabras de San Pablo: “La fuerza de Cristo se manifiesta en la debilidad” y llénate de valor y fortaleza porque desde tu dolor Dios hará grandes maravillas, nada está perdido, todo estará bien si te pones en las manos de Dios y con fe le pides que haga grandes maravillas Él que liberó a los israelitas de la mano de sus enemigos, que perdonó los terribles pecados de David, que hizo manar leche y miel del desierto, que por su gracia se encarnó en la Virgen María y que al tercer día después de ese gran fracasó venció a la muerte. Ten confianza en el buen Dios y pronto cantarás de alegría: Gloria a Dios en lo alto del Cielo”.
Por esto me encanta Dios y lo amo con todas mis fuerzas, porque es capaz de transformar cualquier fracaso en gloria, porque nos ama tanto que solo nos pide la fe para hacer grandes obras en nuestra vida. Porque ha ocultado estas cosas a los sabios y entendidos que consideran la derrota o el fracaso como lo más temido o lo peor que les pueda pasar y no confían ni esperan a que Dios los rescate, yo quiero ser de esos 'necios' que llama San Pablo, de aquellos que confían en Dios hasta el límite, quiero ser de esos pocos que confían con los ojos cerrados en mi buen Jesús y que ningún fracaso nos enfrascará, nos apocará, ni nos entristecerá:
Padre Santo, todopoderoso y cercano a tus hijos, me postro en tu presencia y te pido que me concedas la gracia de confiar siempre en Ti, para que a pesar de todos mis fracasos, derrotas, caídas y enfermedades, descubra que no es el fin, sino el comienzo de una historia maravillosa que Tú me tienes preparada, confío y espero con serenidad el momento en que Tú me rescatarás, me levantarás y me mostrarás que tu fuerza se manifiesta en mí debilidad. Amén.

lunes, 31 de julio de 2017

PADRE NUESTRO

PADRE NUESTRO. Explicación de la oración por excelencia que el mismo Jesucristo nos enseñó

¿Cuál es la oración vocal más excelente?
 La oración vocal más excelente es la que el mismo Jesucristo nos enseñó, que es el Padrenuestro.
281.- ¿Por qué el PADRENUESTRO es la oración más excelente? 
– El Padrenuestro es la oración más excelente porque la compuso y enseñó el mismo Jesucristo; encierra con claridad y en pocas palabras cuanto podemos esperar de Dios y es la regla y dechado de todas las demás oraciones.
282.- ¿No es también el Padrenuestro la oración más eficaz?
– El Padrenuestro es también la oración más eficaz porque es la más acepta a Dios, pues hacemos oración con las mismas palabras que nos dictó su divino Hijo.
283.- ¿Por qué el Padrenuestro se llama oración dominical?
– El Padrenuestro se llama oración dominical, que quiere decir oración del Señor, precisamente porque nos la enseñó Jesucristo por su propia boca.
284.- ¿Cuántas peticiones hay en el Padrenuestro? 
– En el Padrenuestro hay siete peticiones precedidas de una introducción.
285.- Rezad el Padrenuestro.
– Padrenuestro, que estás en los cielos:
1a. Santificado sea tu nombre.
2a. Venga a nosotros tu reino.
3a. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
4a. El pan nuestro de cada día, dánosle hoy.
5a. Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.
6a. Y no nos dejes caer en la tentación.
7a. Mas líbranos del mal. Amén.
286.- ¿Por qué al invocar a Dios al principio de la oración dominical le llamamos Padre nuestro? 
– Al principio de la oración dominical llamamos Padre nuestro a Dios para despertar nuestra confianza en su bondad infinita, siendo nosotros sus hijos.
287.- ¿Cómo podemos decir que somos hijos de Dios? 
– Somos hijos de Dios:
1o., porque Él nos ha creado a su imagen y nos conserva y gobierna con su providencia;
2o., porque, con especial benevolencia, nos adoptó en el Bautismo como hermanos de Jesucristo y coherederos con El de la vida eterna.

288.- ¿Por qué llamamos a Dios Padre nuestro y no Padre mío?
– Llamamos a Dios Padre nuestro y no Padre mío porque todos somos sus hijos, por lo cual hemos de mirarnos y amarnos todos como hermanos y rogar unos por otros.

289.- ¿Cómo, estando Dios en todo lugar, decimos: QUE ESTÁS EN LOS CIELOS? 
– Dios está en todo lugar; pero decimos Padre nuestro que estás en los cielos para levantar nuestros corazones al cielo, donde Dios, en la gloria, se manifiesta a sus hijos.
2o.- De la primera petición

290.- ¿Qué pedimos en la primera petición: SANTIFICADO SEA TU NOMBRE?
– En la primera petición Santificado sea tu nombre, pedimos que Dios sea conocido, amado, honrado y servido de todo el mundo y de nosotros en particular.

291.- ¿Qué entendemos cuando pedimos que Dios sea conocido, amado y servido de todo el mundo?
– Entendemos pedir que los infieles vengan al conocimiento del verdadero Dios, los herejes reconozcan sus errores, los cismáticos vuelven a la unidad de la Iglesia, los pecadores se conviertan y los justos perseveren en el bien.

292.- ¿Por qué pedimos ante todo que sea santificado el nombre de Dios?
– Pedimos ante todo que sea santificado el nombre de Dios porque hemos de desear más la gloria de Dios que todos nuestros intereses y provechos.

293.- ¿De qué manera hemos de procurar la gloria de Dios? 
– Hemos de procurar la gloria de Dios con oraciones y buen ejemplo, y enderezando a El todos nuestros pensamientos, afectos y acciones.
3a.- De la segunda petición

294.- ¿Qué entendemos por REINO DE DIOS?
– Por reino de Dios entendemos un triple reino espiritual: el reino de Dios en nosotros, que es la gracia; el reino de Dios en la tierra, que es la Iglesia Católica, y el reino de Dios en el cielo, que es la bienaventuranza.

295.- ¿Qué pedimos en orden a la gracia con las palabras VENGA A NOSOTROS TU REINO? 
– En orden a la gracia, pedimos que Dios reine en nosotros con su gracia santificante, por la cual se complace de morar en nosotros como rey en su corte, y que nos conserve unidos a sí con las virtudes de la Fe, Esperanza y Caridad, por las cuales reina en nuestro entendimiento, en nuestro corazón y en nuestra voluntad.

296.- ¿Qué pedimos en orden a la Iglesia con las palabras venga a nosotros tu reino? 
– En orden a la Iglesia, pedimos que se dilate y propague por todo el mundo para la salvación de los hombres.

297.- ¿Qué pedimos en orden a la gloria con las palabras venga a nosotros tu reino?
– En orden a la gloria, pedimos ser un día admitidos en la bienaventuranza, para que hemos sido creados, donde seremos cumplidamente felices.
4o.- De la tercera petición

298.- ¿Qué pedimos en la tercera petición: HÁGASE TU VOLUNTAD, ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO? 
– En la tercera petición: Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo, pedimos la gracia de hacer en todas las cosas la voluntad de Dios, obedeciendo sus santos mandamientos con la misma presteza con que los ángeles y santos le obedecen en el cielo. Pedimos además la gracia de corresponder a las divinas inspiraciones y de vivir resignados a la voluntad de Dios cuando nos enviare alguna tribulación.

299.- ¿Es necesario que cumplamos la voluntad de Dios?
– Es tan necesario que cumplamos la voluntad de Dios como lo es alcanzar la salvación eterna, pues Jesucristo dijo que sólo entrará en el reino de los cielos el que hiciere la voluntad de su Padre.

300.- ¿De qué manera podemos conocer la voluntad de Dios? 
– Podemos conocer la voluntad de Dios especialmente por medio de la Iglesia y de nuestros superiores espirituales, puestos por Dios para guiarnos en el camino de la salvación. También podemos conocerla por las divinas inspiraciones y por las circunstancias en que el Señor nos ha colocado.

301.- ¿Debemos reconocer siempre la voluntad de Dios en las cosas así prósperas como adversas de esta vida?
– En las cosas prósperas como adversas de esta vida hemos de reconocer siempre la voluntad de Dios, el cual todo lo dispone o permite para nuestro bien.
5o.- De la cuarta petición

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302.- ¿Qué pedimos en la cuarta petición: EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA, DÁNOSLE HOY?
– En la cuarta petición: El pan nuestro de cada día, dánosle hoy, pedimos a Dios lo que nos es necesario cada día para el alma y para el cuerpo.

303.- ¿Qué pedimos a Dios para nuestra alma? 
– Para nuestra alma pedimos a Dios el mantenimiento de la vida espiritual, es decir, rogamos al Señor nos dé su gracia, de la que continuamente tenemos necesidad.

304.- ¿Cómo se mantiene la vida de nuestra alma? 
– La vida de nuestra alma se mantiene sobre todo con la divina palabra y con el Santísimo Sacramento del altar.

305.- ¿Qué pedimos a Dios para nuestro cuerpo?
– Para nuestro cuerpo pedimos lo necesario para el mantenimiento de la vida temporal.

306.- ¿Por qué decimos: EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA y no EL PAN DE CADA DÍA?
– Decimos: El pan nuestro de cada día y no El pan de cada día, para excluir todo deseo de los bienes ajenos; por esto le pedimos al Señor nos ayude en las ganancias justas y lícitas con que nos procuremos el sustento mediante nuestro trabajo, sin echar mano de hurtos y malas mañas.

307.- ¿Por qué decimos DANOS y no DAME el pan?
– Decimos danos y no dame para traernos a la memoria que, siendo Dios el dador de todos los bienes, al darlos en abundancia, lo hace para que distribuyamos lo superfluo a los pobres.

308.- ¿Por qué añadimos DE CADA DÍA?
– Añadimos de cada día porque hemos de querer lo necesario para la vida, y no la abundancia de manjares y bienes de la tierra.

309.- ¿Qué significa la palabra HOY en la cuarta petición?
– La palabra hoy quiere decir que no hemos de andar demasiado solícitos de lo por venir, sino pedir lo que al presente necesitamos.
6o.- De la quinta petición

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310.- ¿Qué pedimos en la quinta petición: PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES?
– En la quinta petición: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, pedimos a Dios nos perdone nuestros pecados, como nosotros perdonamos a nuestros ofensores.

311.- ¿Por qué nuestros pecados se llaman deudas? 
– Nuestros pecados se llaman deudas porque hemos de satisfacer por ellos a la divina justicia en esta vida o en la otra.

312.- ¿Pueden esperar de Dios perdón los que no perdonan al prójimo?
– Los que no perdonan al prójimo no tienen razón ninguna para esperar de Dios el perdón; tanto más que se condenan por sí mismos diciendo a Dios que les perdone como ellos perdonan a su prójimo.
7o.- De la sexta petición

313.- ¿Qué pedimos en la sexta petición: Y NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN? 
– En la sexta petición: Y no nos dejes caer en la tentación, pedimos a Dios que nos libre de las tentaciones, o no permitiendo que seamos tentados o dándonos gracia para no ser vencidos.

314.- ¿Qué son las tentaciones? 
– Las tentaciones son unas excitaciones al pecado que nos vienen del demonio, o de los malos, o de nuestras pasiones.

315.- ¿Es pecado tener tentaciones?
– No, señor; no es pecado tener tentaciones; pero es pecado consentir en ellas o exponerse voluntariamente a peligro de consentir.

316.- ¿Por qué permite Dios que seamos tentados? 
– Dios permite que seamos tentados para probar nuestra fidelidad, para darnos ocasión de perfeccionar nuestras virtudes y para acrecentar nuestros merecimientos.

317.- ¿Qué hemos de hacer para evitar las tentaciones? 
– Para evitar las tentaciones hemos de huir de las ocasiones peligrosas, tener a raya nuestros sentidos, recibir a menudo los Santos Sacramentos y valernos de la oración.
8o.- De la séptima petición

318.- ¿Qué pedimos en la séptima petición: MAS LÍBRANOS DEL MAL?
– En la séptima petición: Mas líbranos del mal, pedimos a Dios que nos libre de los males pasados, presentes y futuros, especialmente del sumo mal, que es el pecado, y de la pena de él, que es la condenación eterna.

319.- ¿Por qué decimos LÍBRANOS DEL MAL y no DE LOS MALES? 
– Decimos: Líbranos del mal y no de los males porque no hemos de desear estar exentos de todos los males de esta vida, sino solamente de los que no convienen a nuestra alma, y por esto pedimos nos libre Dios del mal en general; a saber, de todo lo que prevé que es mal para nosotros.

320.- ¿Es lícito pedir que nos libre Dios de algún mal particular, por ejemplo, de una enfermedad?
– Si, señor; es lícito pedir a Dios nos libre de algún mal particular, pero siempre remitiéndonos a su voluntad, ya que puede ordenar aquella misma tribulación para provecho de nuestra alma.

321.- ¿De qué sirven las tribulaciones que Dios nos envía?
– Las tribulaciones nos ayudan a hacer penitencia de nuestras culpas, a ejercitar las virtudes y, sobre todo, a imitar a Jesucristo, nuestra cabeza, a la cual es justo nos conformemos en los padecimientos si queremos tener parte en su gloria.

322.- ¿Qué quiere decir AMÉN al final del PADRENUESTRO?
– Amén quiere decir: así sea, así lo deseo, así lo pido al Señor y así lo espero.

323.- ¿Basta rezar de cualquier manera el PADRENUESTRO para alcanzar las gracias que pedimos?
– Para alcanzar las gracias que pedimos en el Padrenuestro hay que rezarlo sin atropellamiento, con atención y acompañarlo con el corazón.

324.- ¿Cuándo hemos de rezar el PADRENUESTRO?
– Hemos de rezar el Padrenuestro todos los días, pues todos los días tenemos necesidad del socorro de Dios.

LA PASION DE LA IGLESIA ANTES DE SU TRIUNFO........................

LA PASIÓN DE LA IGLESIA ANTES DE SU TRIUNFO. 

En el Cuerpo Místico se repetirá la Pasión de Cristo.
Vendrá un lapso de persecución para el pequeño rebaño fiel.
El Santo Sacrificio del Altar cesará un tiempo.
La Iglesia verdadera será barrida de la faz de la tierra, echada al desierto, escondida en las catacumbas.
Luego, en la Iglesia habrá una resurrección, una recompensa de gloria por todo lo que tuvo que soportar.

Como los impíos no prevalecieron contra Él (Cristo), aún cuando lo amarraron con cuerdas, lo arrastraron al juicio, le vendaron los ojos, se burlaron de él como un rey falso, lo hirieron en la cabeza como un falso Profeta, le arrastraron, y lo crucificaron, y en el ejercicio de su poder parecían tener un dominio absoluto sobre Él, de modo que Él cayó en tierra y casi fue aniquilado bajo sus pies; Y como en el mismo tiempo en que estaba muerto y sepultado fuera de sus ojos, fue conquistador de todos, resucitó al tercer día y ascendió al cielo, y fue coronado, glorificado e investido con su realeza y reina Rey de reyes y Señor de señores, así será con su Iglesia: aunque por un tiempo perseguida y, a los ojos del hombre, derrocada y pisoteada, destronada, despojada, burlada y aplastada, incluso en ese gran tiempo de triunfo las puertas del infierno no prevalecerán. En la Iglesia de Dios hay una resurrección y una ascensión, una realeza y un dominio, una recompensa de gloria por todo lo que ha soportado. Como Jesús, necesita sufrir en el camino a su corona; así será coronada eternamente con él. Que nadie, entonces, se escandalice si la profecía habla de los sufrimientos por venir. Nos encanta imaginar triunfos y glorias para la Iglesia en la tierra, que el Evangelio sea predicado a todas las naciones, y que el mundo se convierta, y todos los enemigos sometidos, y no sé qué, hasta que algunos oídos se impacientan al oír que hay dispuesto, para la Iglesia, un tiempo de terrible juicio. Y así hacemos como los judíos de antaño, que buscaban un conquistador, un rey y la prosperidad; Y cuando su Mesías vino en humildad y pasión, no lo conocieron. Así que, me temo, muchos de nosotros con nuestras mentes intoxicadas con visiones de éxito y victoria, no podemos soportar la idea de que hay un tiempo de persecución por venir para la Iglesia de Dios.

Los santos Padres que han escrito sobre el tema del Anticristo y de las profecías de Daniel, sin una sola excepción, hasta donde yo sé, y son los Padres tanto del Oriente como del Occidente, los griegos y los latinos – todos ellos unánimemente, dicen que en los últimos tiempos del mundo, durante el reinado del Anticristo, el Santo Sacrificio del altar cesará. En la obra sobre el fin del mundo, atribuida a San Hipólito, después de una larga descripción de las aflicciones de los últimos días, leemos lo siguiente:

“Las iglesias se lamentarán con gran lamentación, porque no se ofrecerá más Oblación, ni incienso, ni adoración aceptable a Dios. Los edificios sagrados de las iglesias serán como chozas; Y el precioso Cuerpo y Sangre de Cristo no se manifestará en aquellos días; La Liturgia se extinguirá; Cesará el canto de los salmos; La lectura de la Sagrada Escritura ya no será escuchada. Pero habrá tinieblas sobre los hombres tinieblas, lamentación tras lamentación, y aflicción tras aflicción.

“Entonces la Iglesia será dispersada, echada al desierto, y será por un tiempo, como era al principio, invisible, escondida en Catacumbas, en cuevas, en montañas, en lugares de escondite; Por un tiempo será barrida, por así decirlo, de la faz de la tierra. Tal es el testimonio universal de los Padres de los primeros siglos”.

La Palabra de Dios nos dice que hacia el final de los tiempos el poder de este mundo se volverá tan irresistible y tan triunfante que la Iglesia de Dios se hundirá bajo su mano, que la Iglesia de Dios no recibirá más ayuda de los emperadores, reyes, príncipes, legislaturas, naciones, pueblos, para resistir en contra de la fuerza y el poderío de su antagonista. Se le privará de protección. Se debilitará, desconcertará y se postrará, y estará sangrando a los pies de las potencias de este mundo.

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“Incluso en ese gran tiempo de triunfo (del mal) las puertas del infierno no prevalecerán”: Cardenal Manning

TRIGO Y CIZAÑA 3...............................................

TRIGO Y CIZAÑA (III). Un enemigo fue y sembró cizaña

«un enemigo fue y sembró cizaña»

Pero el proyecto salvífico planeado por Dios desde el origen del mundo pronto se vio truncado por el empeño del antiguo enemigo de llevar a todos los hombres a la perdición. Estamos hablando del mismo diablo. Una excelente descripción de este ángel caído la ofrece el proemio que abre el actual ritual de exorcismos: “En la sagrada Escritura, el Diablo y los demonios son denominados de diversas formas, alguna de las cuales hace alusión en cierto modo a su naturaleza y a su actividad. El Diablo, que es llamado Satanás, serpiente primordial y dragón, él mismo es quien seduce a todo el mundo y hace la guerra a aquellos que guardan los mandatos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús (cf. Ap 12, 9.17). Se le designa como enemigo de los hombres (1P 5, 8) y homicida desde el principio (cf. Jn 8, 44), puesto que por el pecado hizo al hombre sometido a la muerte. Porque con sus insidias provoca al hombre para que desobedezca a Dios, aquel Malvado es llamado Tentador (cf. Mt 4, 3 y 26, 36-44), mentiroso y padre de la mentira (cf. Jn 8, 44), que obra astuta y falsamente, como se muestra en la seducción de nuestros primeros padres (cf. Gn 3, 4.13), intentando que Jesús se desviara de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4, 1-11; Mc 1, 13; Lc 4, 1-13), y, por último, en su apariencia de ángel de luz (cf. 2Co 11, 14). Se le llama también  príncipe de este mundo (cf. Jn 12, 31; 14, 30), es decir, del mundo que yace entero en  poder del Maligno (cf. 1Jn 5, 19) y no conoce la Luz verdadera (cf. Jn 1, 9-10). Finalmente, su poder se manifiesta como poder de las tinieblas, puesto que odia la Luz, que es Cristo, y arrastra a los hombres hacia sus propias tinieblas. Por su parte, los demonios, aquéllos que con el Diablo no observaron la hegemonía de Dios (cf. Judas 6), se hicieron réprobos (cf. 2P 2, 4) y son los espíritus del mal (cf. Ef. 6, 12), como espíritus creados que pecaron, y son llamados ángeles de Satanás (cf. Mt 25, 41; 2Co 12, 7; Ap 12, 7.9), lo que puede significar también que les ha sido confiada una misión  por su maligno príncipe”.
Así pues, vemos como desde el origen de la creación el demonio ha ido desempeñando su plan destructor provocando la idolatría y el rechazo de Dios, sin dudar, incluso en enfrentarse al mismo Cristo en el desierto. Es importante observar a este respecto que las intervenciones del diablo en sus palabras nunca son ni groseras ni, aparentemente, exentas de verdad.

Los discursos del diablo
En el leccionario católico-romano del ciclo A, para el primer domingo de Cuaresma se ofrecen una serie de lecturas (Gn 3 y las Tentaciones) que dan una clara muestra de la sibilina acción de Satanás para apartarnos de Dios. Los discursos que el diablo profiere tanto en el capítulo tres del Génesis como en las tentaciones del evangelio de Mateo contienen seductoras frases que, superficialmente oídas, no contienen maldad alguna sino una lógica aplastante pero que profundizando resultan ser corrosivos y venenosos. Veamos algunos ejemplos.
Satanás tiene la habilidad de plantearnos el pecado de tal manera que en nada repugnen a nuestro querer. Si el pecado fuera algo desagradable seguramente ni nos acercaríamos, pero con frecuencia el pecado tiene las mismas características que aquel fruto del árbol prohibido, es “apetitoso, atrayente y deseable”. La gran victoria del demonio en el s. XXI es doble: por un lado hacernos creer que no existe y por otro, la de haber subvertido de tal manera nuestras consciencias que nos hace ver como bueno lo que realmente es malo y como malo lo que realmente es bueno. Y en estas lides es en la que estamos todos inmersos.
En la primera tentación, hemos caído al convertir piedras en pan, es decir, adaptar la realidad a nuestros intereses y opiniones. Es la constante ansía del hombre de tenerlo todo controlado, las cosas no son como son sino como yo quiero que sean. Es lo que está proponiendo la ideología de género, por ejemplo, que no acepta la realidad biológica de las personas y pretende desnaturalizarla. Esta tentación hace pecar contra la virtud de la honradez, de la honestidad con nosotros mismos y con los demás.
Frente a esta tentación, Jesús nos remite a la Palabra de Dios, es decir, a la ley divina inserta en el mundo y en la creación. A respetar “las reglas del juego” para no romper el equilibrio de fuerzas.
La segunda tentación va dirigida en este sentido: tirarnos al vacío y sin red. A veces vivir la fe en este mundo nuestro conlleva riesgos bastante graves, cansancio, tristeza; y lo más sencillo es romper con todo y dejarnos arrastrar por la mayoría hasta el punto de llegar a una esquizofrenia en la fe, es decir, una cosa es lo que creo y otra la que practico. En definitiva es una tentación en contra de la providencia divina, del cuidado de Dios por cada uno de nosotros. Es la tentación del hastío, del abandono y de la apostasía silenciosa.
Frente a esta tentación, Jesús nos recuerda que el amor a Dios está por encima de cualquier otra cosa. Que lo que realmente merece la pena es tener siempre la amistad de Dios para evitar la vergüenza de vernos desnudos como Adán y Eva. Que aunque cueste, la fe es algo que merece la pena conservar y no perder; reforzar y cultivar cada día por medio de la oración y la formación. Nos enseña que aunque todo se nos ponga en contra, el que se pone del lado de Dios no se arroja al vacío sino que contará con el servicio y ayuda de los ángeles.
La tercera tentación es la de aquellos que han caído en el abandono y la desesperación al entregarse por completo a la adoración al demonio y a sus obras. Aquellos que han perdido la rectitud de conciencia. Los que para imponer sus ideas no tienen escrúpulos de profanar un templo religioso o la inocencia de un niño. Los que para lograr sus objetivos pretenden acallar las opiniones divergentes y no les importa lo más mínimo pisotear a quienes se interponga en su camino.
Ante esta tentación, no cabe diálogo ninguno, sino el rechazo más firme al demonio y a todo lo que provenga de él. Solo Dios y su obra son dignos de nuestra adoración y homenaje. La vida adquiere su pleno sentido cuando se vive en servicio constante y adoración permanente a Dios, nuestro Señor.
Así, la obra del demonio ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad. El demonio ha enfuscado la mente y las conciencias de los poderosos de la tierra quienes, llevados por su codicia y envidias, pasiones y desenfrenos, no cesaron de patrocinar guerras crueles que diezmaron la población y sometieron a los pueblos. Los demonios se manifestaron en imágenes de barro, de piedra, plata y oro, que reclamaban un culto cruel e inhumano para poder seguir sometiendo la tierra. De entre las peores manifestaciones, la del dios Moloc era la más cruel pues reclamaba el sacrificio de niños para garantizar la supervivencia de la tribu o de la ciudad. Estos sacrificios eran revestidos de danzas y músicas que ahogaban el estentóreo grito y los duros lamentos de las víctimas.
Los demonios, devenidos en dioses paganos, preferían las víctimas más inocentes, puras e íntegras de entre la raza humana, esto es: los niños y las vírgenes. Al lado del dios Moloc encontramos la mítica figura del Minotauro, en la isla de Creta, quien debía ser alimentado con carne de mujeres vírgenes para garantizar la protección de la urbe. También los animales tenían un halo sagrado que los hacía intocables o depositarios de poderes taumatúrgicos. Y si nos paramos a pensar despacio, estos tres elementos –niños, vírgenes y animales- hoy han vuelto a tomar importancia en el neo-paganismo en que nos encontramos. Hoy, como ayer, el diablo sigue reclamando su culto y sus víctimas: los altares de Moloc hoy son los abortorios; los laberintos del Minotauro son  la promiscuidad e impureza que ridiculiza la virginidad; los animales sagrados hoy son los lobbysanimalistas que pretenden subordinar lo humano a lo animal, o en el peor de los casos, animalizar a los humanos.
Y a pesar de la importante obra del cristianismo, los demonios siguieron perviviendo en las subculturas que en la sociedad se iban creando dando lugar a la brujería, al latrocinio, al saqueo, a las violaciones, a las inmoralidades. Pero, aun así, era una lucha débil y con ninguna o escasa incidencia en la sociedad. Quizá despuntara alguna herejía o controversia provocada por la confusión de la mente que el diablo provocaba. Y así, se fue plantando, a lo largo de los siglos, la semilla de la cizaña que aguardaba, pacientemente, el momento de su eclosión.
Continuará…

TRIGO Y CIZAÑA 2..............................................

TRIGO Y CIZAÑA (II). ¿Podremos salvarnos si por miedo o por vergüenza omitimos anunciar el Evangelio?

De este modo, podemos decir, y sin ánimo de exagerar, que la Iglesia católica es la semilla del reino de Dios aquí en la tierra esperando su cumplimiento y manifestación definitiva en el cielo. Pero no podemos caer en la exageración de identificar el reino de Dios con la Iglesia, ya que donde las fronteras geográficas o demográficas limitan el radio de acción de la misma, la gracia extra-sacramental sigue actuando, conduciendo a los hombres hacia la Verdad. En otras palabras, las “semina verbi” esparcidas en el ancho campo de la creación. Esto supone el fundamento, ineludible y apremiante, de la misión de la Iglesia que no puede resistirse a pensar que la salvación por ser universal es gratuita y directa.
A los cristianos nos apremia la caridad de Cristo para con todos los pueblos y razas del mundo.  Esto hace muy actuales aquellas palabras del beato Pablo VI “Con demasiada frecuencia y bajo formas diversas se oye decir que imponer una verdad, por ejemplo la del Evangelio; que imponer una vía, aunque sea la de la salvación, no es sino una violencia cometida contra la libertad religiosa. Además, se añade, ¿para qué anunciar el Evangelio, ya que todo hombre se salva por la rectitud del corazón? Por otra parte, es bien sabido que el mundo y la historia están llenos de “semillas del Verbo”. ¿No es, pues, una ilusión pretender llevar el Evangelio donde ya está presente a través de esas semillas que el mismo Señor ha esparcido? Cualquiera que haga un esfuerzo por examinar a fondo, a la luz de los documentos conciliares, las cuestiones de tales y tan superficiales razonamientos plantean, encontrará una bien distinta visión de la realidad.

Sería ciertamente un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer —sin coacciones, solicitaciones menos rectas o estímulos indebidos—, lejos de ser un atentado contra la libertad religiosa, es un homenaje a esta libertad, a la cual se ofrece la elección de un camino que incluso los no creyentes juzgan noble y exaltante. O, ¿puede ser un crimen contra la libertad ajena proclamar con alegría la Buena Nueva conocida gracias a la misericordia del Señor? O, ¿por qué únicamente la mentira y el error, la degradación y la pornografía han de tener derecho a ser propuestas y, por desgracia, incluso impuestas con frecuencia por una propaganda destructiva difundida mediante los medios de comunicación social, por la tolerancia legal, por el miedo de los buenos y la audacia de los malos?

Este modo respetuoso de proponer la verdad de Cristo y de su reino, más que un derecho es un deber del evangelizador. Y es a la vez un derecho de sus hermanos recibir a través de él, el anuncio de la Buena Nueva de la salvación. Esta salvación viene realizada por Dios en quien Él lo desea, y por caminos extraordinarios que sólo El conoce. En realidad, si su Hijo ha venido al mundo ha sido precisamente para revelarnos, mediante su palabra y su vida, los caminos ordinarios de la salvación. Y Él nos ha ordenado transmitir a los demás, con su misma autoridad, esta revelación. No sería inútil que cada cristiano y cada evangelizador examinasen en profundidad, a través de la oración, este pensamiento: los hombres podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero ¿podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza —lo que San Pablo llamaba avergonzarse del Evangelio—, o por ideas falsas omitimos anunciarlo? Porque eso significaría ser infieles a la llamada de Dios que, a través de los ministros del Evangelio, quiere hacer germinar la semilla; y de nosotros depende el que esa semilla se convierta en árbol y produzca fruto” (Evangelii Nuntiandi 80).
Con este pensamiento, la Iglesia católica fue capaz siempre de abrirse a nuevos horizontes humanos y geográficos. En el s. XVI el Evangelio llegaba a la otra parte del mundo e iba arraigando en las queridas tierras americanas. Dios se valió tanto de la ingeniería de caminos de Roma como de la pericia de los españoles para extender su mensaje a toda la tierra de Oriente a Occidente. La semilla buena fue extendiéndose por doquier llevando la Escritura, los Mandamientos, el Magisterio eclesiástico, las obras de caridad a los confines de la tierra. Se fueron forjando sociedades cuyas legislaciones estaban inspiradas en principios cristianos, o sea, teniendo a la ley natural como base firme y sólida de las mismas. A esta influencia cristiana en las legislaciones, en la configuración de las sociedades es a lo que llamamos “humanismo cristiano”.
Este humanismo se basa, esencialmente, en la “ley natural” antes apuntada. ¿Qué es la ley natural? Según el Catecismo de la Iglesia Católica: «La ley divina y natural muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana» (1955) y continúa diciendo: «La ley natural, presente en el corazón de todo hombre y establecida por la razón, es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y sus deberes fundamentales» (1956).
Pero no crea el lector que esto es una construcción cristiana o católica, la ley natural está ya presente en la filosofía pagana o precristiana como demuestra este texto de Cicerón: «Existe ciertamente una verdadera ley: la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. […] Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo» (De Republica 3,22,33).
Así, de este modo, la historia de la humanidad y del pensamiento llegó hasta, lo que los historiadores denominan “época moderna” que se inicia en el s. XVI en el Renacimiento, donde comenzará a sucederse la inversión de valores y criterios cristianos. En otras palabras, momento en que la cizaña, plantada por el antiguo enemigo (del que hablaremos más adelante), germinó con fuerza.
Continuará

EL TRIGO Y LA CIZAÑA 1.................................

EL TRIGO Y LA CIZAÑA (I)



El pasado domingo XVI del “tempus per annum” (= tiempo ordinario) las lecturas que ofrecía el leccionario católico emanado de la reforma litúrgica conciliar nos presentaban una serie de parábolas con las que el Señor intenta explicar a sus coetáneos qué es el Reino de Dios. De entre las tres parábolas propuestas, destaca la primera, la titulada “Parábola del trigo y la cizaña”. No entraremos a describir los diversos elementos alegóricos, pues ya el mismo Cristo se encargó de ello sino que haremos una lectura actual de esta parábola que puede iluminar bastante bien la situación en la que la sociedad y la Iglesia se encuentran.

«Un hombre que sembró buena semilla en su campo»
El origen de todo cuanto existe, ha existido y existirá es Dios mismo; su libre voluntad creadora. Desde la fundación del mundo y la aparición de la vida en él, independientemente de toda aportación científica acerca del mismo, el hombre ha querido siempre relacionarse con todo aquello que le superaba o trascendía. La dimensión religiosa es algo que está ínsito a la naturaleza humana. Todo hombre siente, constantemente, la necesidad de creer, de abrirse al misterio e, incluso, de aprehender el misterio y encerrarlo en categorías humanas. Pero esto no es puro prurito intelectual del ser humano sino que surge de la misma manifestación que Dios hizo de si mismo. A esta primera manifestación a través del mundo y de las criaturas, la llamamos “revelación  natural”. Pero esto era sólo la primera fase del proyecto salvífico divino.
Las civilizaciones de la antigüedad quedaron tan entusiasmadas con esta revelación natural que cayeron en el error de quedarse ahí y no evolucionar. Esto mismo lo plasma el libro de la Sabiduría con estas palabras «Son necios por naturaleza todos los hombres que han ignorado a Dios y no han sido capaces de conocer al que es a partir de los bienes visibles, ni de reconocer al artífice fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa y a los luceros del cielo, regidores del mundo. Si, cautivados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Señor, pues los creó el mismo autor de la belleza. Y si los asombró su poder y energía, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo, pues por la grandeza y hermosura de las criaturas se descubre por analogía a su creador. Con todo, estos merecen un reproche menor, pues a lo mejor andan extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar. Dan vueltas a sus obras, las investigan y quedan seducidos por su apariencia, porque es hermoso lo que ven. Pero ni siquiera estos son excusables, porque, si fueron capaces de saber tanto que pudieron escudriñar el universo, ¿cómo no encontraron antes a su Señor?» (Sab 13, 1-9).
Sin embargo, de aquellos pueblos antiguos hubo uno que tuvo la dicha de salir del círculo vicioso que las religiones naturales imponían. Un pueblo que, formado a lo largo de los siglos, evolucionó del politeísmo pagano al monoteísmo unipersonal. Ese fue el pueblo judío. El depositario de las promesas y el que tenía la misión de llevar la salvación a todos los pueblos de la tierra, pero cayeron en la corrupción y el proselitismo. Un pueblo que cifra sus orígenes en Abrahán, Isaac y Jacob, tres nombres que funden tres tradiciones llegando a la unión de las doce tribus en una sola entidad civil, jurídica y religiosa acaudillada por Moisés, quien los libera de la opresión faraónica de Egipto. El pueblo judío tiene a Moisés como autor de la ley, al rey David como autor de la nación judía y Salomón como autor de la eucología (oraciones y salmos) y del templo. En el pueblo veterotestamentario la revelación natural ofrece la base óptima para que Yahvé pueda revelarse a través de sus mediaciones. Es una revelación personal pero aun velada bajo el manto de los signos, símbolos y personas (jueces, reyes, sacerdotes y profetas).
Pero llegada la plenitud de los tiempos (cf. Gal 4,4). Vino, también, el fin de las promesas y el cumplimiento definitivo de las mismas. Esto se produjo en medio del pueblo judío con la encarnación y nacimiento del Verbo divino, es decir, de Jesucristo, el Unigénito de Dios.  Dios mismo hecho hombre total y verdadero que nos descubre la identidad esencial de Dios. Cristo nos enseña que nuestra fe no se basa en un monoteísmo unipersonal sino en un monoteísmo tripersonal. Un Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo que, entre las consecuencias que esto tiene, de momento destacaré una: el carácter personal de Dios. Un Dios que se relaciona con el hombre, que habla con el hombre, que actúa en favor del hombre; y del hombre reclama fe, adoración y culto latréutico.
Cristo, con su vida, su predicación, sus milagros, su pasión, muerte y resurrección; descubre al hombre su vocación última: vivir una intensa relación con Dios, a la que llamaremos “santidad”, y habitar definitivamente con él en la gloria, a la que llamaremos “divinización”. Pero detengámonos, por un momento, en la cuestión de la Trinidad, porque es el fundamento para entender todo lo que a lo largo de este artículo se dirá.
Esta verdad dogmática no fue pacíficamente aceptada en el cristianismo naciente ya que o bien se quería salvar el monoteísmo judío y por tanto se soslayaba la distinción tripersonal (monarquianismo, modalismo), o bien se quería subrayar la novedad cristiana de las tres Personas obviándose el monoteísmo (triateísmo).
Como respuesta a todas ellas, la doctrina de la Iglesia sobre la Trinidad ha quedado tal que así: en Dios hemos de considerar una misma y única esencia divina y tres personas divinas que se establecen por cuatro relaciones personales, a saber: la Paternidad: relación del Padre respecto del Hijo; la Filiación: relación del Hijo respecto del Padre; la espiración activa: relación del Padre y del Hijo respecto del Espíritu Santo; y la espiración pasiva: relación del Espíritu Santo respecto del Padre y del Hijo, siendo esta última la que constituye en persona al Espíritu Santo.
Al lado de estas cuatro relaciones están las dos procesiones trinitarias que también supusieron algunas dificultades. Por procesiones entendemos la procedencia del Hijo y del Espíritu Santo de Dios Padre como fuente y origen. La primera procesión es la del Hijo que es engendrado, no creado, por el Padre eterno, pero para entender bien esto hemos de prescindir de los conceptos de espacio-tiempo. La generación del Hijo se produce en la eternidad y no en la sucesión temporal. De tal modo que el Padre comienza a serlo en cuanto que engendra al Hijo, es decir, el Hijo le hace ser Padre y el Padre le hace ser Hijo. Y esto se produce en la eternidad, en el principio sin principio.
La segunda procesión trinitaria es la del Espíritu Santo. Según la teología católica ésta se produce por el Padre y el Hijo como un mismo y único principio generador. Esto fue expresado en el Credo con la inclusión de la controvertida y conocida fórmula “filioque” (= y por el Hijo). Esta expresión tiene su origen en España, concretamente en el III Concilio de Toledo (589) y venía a expresar mejor la teología de la procedencia del Espíritu Santo que siempre había sostenido la Iglesia desde el Concilio de Constantinopla (381).
Así pues, la Trinidad, en cuanto misterio divino que nos supera, es difícil de comprender. Cualquier formulación que se haga siempre será un intento de aproximación para trasvasar las verdades divinas a categorías racionales humanas. Pero, sea como sea, el mejor concepto para entender la Trinidad es el de “comunión de personas”. Dice el Concilio de Florencia que “In Deo omnia sunt unum ubi non obviat relationis oppositio” (= en Dios todo es único donde no lo impide la oposición de relación). En otras palabras, solo la esencia divina, la gloria, el poder y la adoración es común a las tres Divinas Personas, pero en cuanto que entre ellas se establece una oposición que las relaciona, las hace distintas unas de otras. De modo parecido ocurre con nosotros los humanos: la naturaleza humana, el compuesto humano, es común a todos, todos participamos de la misma y única naturaleza humana; sin embargo, cada uno de nosotros concretamos esta naturaleza y nos diferenciamos unos de otros por las relaciones personales que establecemos, de tal manera que frente al Yo está el Tú, un tú que me interpela y me hace ser consciente de mi ser en el mundo.
Todo este entramado teológico dio como consecuencia un concepto de persona tal, que configuró, no solamente todo el Occidente cristiano, sino también la de los nuevos mundos descubiertos allende el mar. Un concepto que hace de la persona un compuesto único de alma y cuerpo, creado a imagen y semejanza del Dios Trino y que por tanto es sujeto de derechos inalienables y obligaciones intransferibles. El Dios personal, antes citado, reclama un compuesto personal individual al que revelarse por puro amor, libertad y misericordia otorgándole así el mando sobre lo creado y la dignidad de ser elevado a hijo suyo, en el Hijo-Jesucristo, por el bautismo. Y esta, queridos lectores, ha sido la enseñanza católica desde que la Iglesia, fundada por Jesucristo, recibió el mandato de anunciar, enseñar y bautizar.
Continuará