jueves, 8 de septiembre de 2016

UNA CERCANIA QUE ALEJA DEL AMOR

Una “cercanía” que aleja del Amor

abrazo

Siempre aprendimos y profesamos que la caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Esta es una maravillosa verdad simple y eterna.
Claro está que definición tan sucinta tiene consecuencias inmensas, porque el desarrollo del amor es tan difusivo como lo es el mismo Dios que “es amor” (1 Juan 4, 8).
Las verdades de la fe y sus reflejos en la vida cristiana deben guardar toda su transparencia, so pena de que el desorden de nuestra naturaleza herida por el pecado transforme progresivamente la doctrina y la praxis cristiana en ideologías y/o en altruismo.
Toca a los pastores, y, por antonomasia, al pastor supremo, custodiar el tesoro de la revelación, de la tradición y del magisterio, para después trasmitirlo a los fieles y formarlos en la vida cristiana.
Es por eso que lo que escribía o decía el Obispo de Roma –así era hasta que comenzó el pontificado actual– tenía una precisión a toda prueba. Encantaba ver no solo la doctrina que se enseñaba en los pronunciamientos papales sino también la seriedad con que eran vehiculados. Era un descanso para el espíritu y un estímulo, suave y fuerte a la vez, para testimoniar la enseñanza que se nos daba.
En los días que corren, a tono con la mentalidad en boga, ya no es así. Supuestamente, con el pretexto de ser directo y simple para poder llegar mejor a las personas, se sacrifica “el esplendor de la verdad” (título de la famosa encíclica de Juan Pablo II), de esa verdad que ya no se enseña como es. Así, los compromisos consecuentes en relación a Dios y al prójimo ya no se asumen con integridad y un sentimentalismo mundano, que puede llegar a arrancar lágrimas pero no a trasformar corazones, se difunde entre la gente. Los católicos se sorprenden y se distancian de la verdad y los no católicos se aproximan de una “neo-verdad”.

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