jueves, 29 de junio de 2017

MATRIMONIO-CONTRACEPCION Y REGULACION NATURAL DE LOS NACIMIENTOS

MATRIMONIO, CONTRACEPCIÓN Y REGULACIÓN NATURAL DE LOS NACIMIENTOS

-RECORDEMOS QUE NINGÚN SACERDOTE NI OBISPO NI ECLESIÁSTICO ALGUNO PUEDE DISPENSAR O MODIFICAR LA DOCTRINA QUE SIEMPRE HA ENSEÑADO LA IGLESIA-


A fuerza de escuchar y ver tantas cosas opuestas a la santidad de este sacramento, muchos católicos de hoy en día acaban por no extrañarse y hasta ver con cierta indiferencia lo que siempre ha constituido pecado grave. Incluso parece que la Iglesia se inmiscuye en el ámbito privado, cosa que no le pertenecería.

Este artículo pretende aclarar algunas ideas a este respecto, mostrándonos con toda claridad lo que un católico digno de ese nombre debe profesar y practicar.

1.- ¿Es necesario el Matrimonio?

El hombre apenas nace, de modo distinto a los animales, no está provisto de medios que le aseguren por sí solo su alimentación, lugar donde vivir ni defensa contra los ataques de la intemperie o depredadores. Su inteligencia es como un papel en blanco y sólo una larga educación le permitirá convertirse en mayor y autónomo. De ahí la necesidad de una institución capaz de engendrar y educar al niño, que tenga estas dos características esenciales: la unidad y la indisolubilidad. El niño necesita un medio estable y equilibrado para poder crecer con armonía en el plan físico, intelectual, moral y espiritual. El matrimonio uno e indisoluble es, pues, una necesidad de la naturaleza. La deficiencia de las sociedades modernas fundadas sobre el divorcio, la unión libre y la familia monoparental es la mejor contraprueba.

2.- ¿Ha manifestado Dios en la Sagrada Escritura su voluntad de fundar el matrimonio?

Sí, diversos textos nos hablan de ello.

"Dios creó al hombre a imagen suya, y los creó macho y hembra. Y los bendijo Dios diciéndoles: Procread y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla" (Gen. 1, 28).

"¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Y dijo: Por eso dejará el hombre al padre y a la madre y se reunirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre" (Mt 19, 4-6: Gen. 2, 18-25).

Cristo mismo santificará con su propia presencia las bodas de Caná(Jn. 2, 1-12).

Concluyamos, pues, en que el matrimonio es al mismo tiempo una institución natural para el hombre y querida por Dios. Las leyes esenciales del matrimonio serán pues comunes a creyentes y a incrédulos, a católicos y no católicos.

3.- ¿Cuál es la finalidad del matrimonio?

Plantear la pregunta de la finalidad del matrimonio es plantear la pregunta de su naturaleza. La naturaleza es lo que recibimos por nacimiento, es lo que la cosa es y aquello para lo que ha sido hecha. 

Preguntar la naturaleza de una cosa es preguntar por qué ha sido hecha y para qué finalidad.

¿Cuál es la finalidad a la que se ordena el matrimonio?, ¿cuál es su naturaleza? Permitir la transmisión de la vida, es decir, darla y hacerla crecer con armonía. Así como el ojo tiene por función natural la de ver, las piernas la de movernos, los órganos genitales tienen por función natural la de transmitir la vida.

"El hombre es el único ser vivo que sabe que entre el amor y la procreación existe una unidad de naturaleza, y esto no es una idea simplemente cristiana. Los paganos representaban al Dios-amor bajo el aspecto de un niño. Este conocimiento llama al corazón y a la inteligencia, y es el que da su dignidad al comportamiento sexual del hombre" (Profesor Jérôme Lejeune).

Pero no basta con transmitir furtivamente la vida, sino que es también necesario llevar al nuevo ser a un grado de desarrollo suficiente. Por eso el fin principal del matrimonio es la procreación y la educación de los hijos.

Con este fin principal del matrimonio se relaciona y se le subordina otro fin secundario: la ayuda mutua de los esposos.

Los esposos deben sostenerse uno a otro en la obra de la generación y educación, de la que se convierten en los cooperadores de Dios. Así se encaminan juntos hacia el Cielo.

Los hijos a quienes dan la vida y a los que van a educar, son en cierto modo el recuerdo vivo de su amor, tanto en el presente como para el futuro.

Si la Providencia de Dios viene a privar a los esposos de poder transmitir la vida, si la esterilidad hace inaccesible el fin primario, su matrimonio sigue teniendo pleno sentido gracias al fin secundario:

La ayuda mutua de los esposos en la obra de la santificación personal.

4.- ¿Tiene la Iglesia competencia para legislar en estas materias?

Después del pecado original, nuestra naturaleza está herida: la inteligencia está afectada por la ignorancia, la voluntad por la malicia y la sensibilidad por la debilidad y la concupiscencia. La ley natural y divina puede seguir siendo conocida pero con dificultad, por pocos hombres, luego de un lapso de tiempo largo y mezclada con muchos errores (Concilio Vaticano I, Constitución "Dei Filius", cap. 2, D.S.1 3005; Sto. Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, qu. 1, a.1).

Para poner remedio a estos defectos, Dios recordó los diez mandamientos en el Antiguo Testamento (Ex. 20, 1-17) y Cristo continuó a esclarecernos sobre el bien que se debe hacer y el mal que se debe evitar (Mt. 5, 27-32; 19, 3-9, por ejemplo). Finalmente, Nuestro Señor instituyó la Iglesia fundada sobre San Pedro y sus sucesores para recordar, explicar y precisar a los hombres de todos los siglos las exigencias de la ley divina.

Si admitimos que el Sumo Pontífice, Vicario de Jesucristo, puede equivocarse en materias de fe (verdades que se deben creer) y de moral (verdades que se deben practicar) deberíamos decir que las fuerzas del Infierno han prevalecido contra la promesa divina (Mt. 16, 18) y eso sería dudar de la orden divina: "el que a vosotros oye a mí me oye, y el que a vosotros desecha a mí me desecha" (Mt. 10,16).

En 1870 el concilio Vaticano I se hacía eco de esta orden divina:

"El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, es decir, cuando,cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define, en virtud de su suprema autoridad apostólica, que una doctrina sobre la fe y las costumbres, debe ser creída por toda la Iglesia, goza, por la asistencia que le ha sido prometida en la persona de San Pedro, de esta infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que fuese provista su Iglesia, cuando ella define la doctrina sobre la fe o las costumbres" (Constitución Pastor Aeternus, cap. 4, D.S. 3074).

Ahora bien, el caso del matrimonio y de sus leyes entra en estos límites, como lo sugiere S.S. Pío XI en la encíclica Casti  Connubii del 31 de diciembre de 1931:

"Cristo Nuestro Señor constituyó a la Iglesia maestra fiel de la verdad, incluso en lo que se refiere al orden y gobierno de las costumbres, aun cuando muchas de ellas estén al alcance del entendimiento humano. Porque así como Dios vino en auxilio de la razón humana por medio de la revelación, a fin de que el hombre, "aun en la actual condición en que se encuentra pueda conocer fácilmente, con plena certidumbre y sin mezcla de error" las mismas verdades naturales que tienen por objeto la religión y las costumbres; así y para idéntico fin, constituyó a su Iglesia depositaria y maestra de todas las verdades religiosas y morales; por tanto, obedezcan los fieles y rindan su inteligencia y su voluntad a la Iglesia si quieren que su entendimiento se vea inmune del error y libres de corrupción sus costumbres".

Pueden aún presentarse algunas objeciones:

"Yo me he casado por la Iglesia. Que el Papa me deje ahora hacer lo que yo quiero".

R.- Este error es fácil de descubrir. Un derecho se puede adquirir honestamente pero luego usar mal de él. Por ejemplo: uno puede ganar honestamente su vida pero usar mal el dinero ganado, entregándose a la mala vida, a la borrachera, a la pasión del juego, etc... Al matrimonio contraído ante Dios debe seguirle un matrimonio vivido ante Dios.

"La Iglesia no puede enseñar algo distinto de lo que enseña; pero a mí me es igual; yo no le hago ningún caso; que me dejen en paz".

R.- Es misión de la Iglesia el cumplir con su deber recordando la ley divina, pero eso lo hace para iluminar las inteligencias oscurecidas y para animar a las voluntades debilitadas. El que razona de este modo no hace sino agravar su pecado: conoce el bien, pero persiste en hacer el mal, como si la Iglesia no se dirigiese a él entre otros.

5.- ¿Qué es la contracepción?

Por contracepción se entiende todo método cuyo fin es impedir un embarazo por procedimientos reversibles, mecánicos o químicos. La contracepción rompe, pues, la naturaleza esencial del acto conyugal. Se opone al fin primario del matrimonio: la procreación de los hijos.

6.- ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura sobre la contracepción?

Un texto muy claro del Antiguo Testamento nos muestra el horror que Dios tiene de este pecado:

"Entonces dijo Judá a Onán: "Entra a la mujer de tu hermano (que había muerto), tómala, como cuñado que eres, para suscitar prole a tu hermano. Pero Onán, sabiendo que la prole no sería suya, cuando entraba a la (ex) mujer de su hermano se derramaba en tierra para no dar prole a su hermano. Era malo a los ojos de Dios lo que hacía Onán, y le mató también a él" (Gen 38,8-10).

(N. de la R: De ahí que ese pecado, tomando de referencia a Onán, se denomine onanismo)

7.- ¿Qué piensan los Padres de la Iglesia de la contracepción?

Citaremos a título de ejemplo a San Agustín, quien nos dice que en una pareja que usa de la contracepción, "la esposa es la prostituta de su esposo, y el esposo es el adúltero de su mujer" (De nuptiis et concupiscentia, XV, 79). Además, el mismo Padre de la Iglesia confirma su primera sentencia: "Incluso con la esposa legítima, el acto matrimonial se vuelve ilícito y vergonzoso cuando se evita la concepción de los hijos. Es lo que hacía Onán, hijo de Judá. Y por esto Dios lo hizo morir" (De Conj. Adult. II,12).

San Cesario de Arles sostiene la misma doctrina: "Ninguna mujer debe absorber drogas para provocarse un aborto, ni matar a sus hijos que van a nacer o ya han nacido, pues la que esto hace, sepa que tendrá que debatirse ante el tribunal de Cristo con aquellos que haya matado. Ni tampoco deben absorber mezcla diabólica que las haga incapaces de concebir posteriormente. Toda mujer que haga esto sepa que se hace culpable de tantos asesinatos cuantos hijos hubiese podido dar a luz" (Sermón 54).

8. ¿Qué han declarado los Papas sobre la contracepción?

La han condenado en diversas ocasiones:

La contracepción masculina (retirarse, preservativo...): en las respuestas de la Sagrada Penitenciaria del 23 de abril de 1882 (D.S. 2715) y del 8 de junio de 1842 (D.S. 2758), así como en los decretos del Santo Oficio del 21 de mayo de 1851 (D.S. 2791-2792) y del 19 de abril de 1858 (D.S. 2795).

La contracepción femenina (diafragma, crema espermicida, dispositivo, píldora...): en el decreto del Santo Oficio del 2 de abril de 1955 (D.S. S 3971a).

Estos decretos particulares fueron repetidos en su globalidad por el papa Pío XI en estos términos: "Cualquier uso del matrimonio en cuyo ejercicio el acto, de propia industria, queda destituido de su natural fuerza procreativa, va contra la ley de Dios y contra la ley natural, y los que tal cometen se hacen culpables de grave delito" (encíclica Casti Connubii; D.S. 3717).

En fin, el papa Pablo VI en su encíclica Humanae Vitae del 25 de julio de 1968 se hizo eco de esta tradición ininterrumpida: "En conformidad con estos puntos fundamentales de la concepción humana y cristiana del matrimonio, Nos debemos una vez más declarar que se debe excluir absolutamente, como médico ilícito de regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generativo ya empezado (...). Queda excluida igualmente toda acción que, sea en previsión del acto conyugal, sea durante su transcurso, sea en su desarrollo y consecuencias naturales, se proponga como finalidad o como medio el hacer imposible la procreación".

9.- Qué le reprocha la Iglesia a estos métodos?

9.1. Que se oponen a la naturaleza del matrimonio.

Algunos pretenden por la contracepción separar artificialmente los fines del matrimonio (procreación/educación de los hijos - ayuda mutua entre los esposos). Ahora bien, estos dos fines están unidos y jerarquizados y el hombre no puede separarlos ni oponerlos dialécticamente sin falta grave (Decreto del S. Oficio, 1o de abril de 1944: D.S. 1818). ¡Que el hombre no separe pues lo que Dios ha unido! Entre los animales irracionales, no existe la contracepción: para ellos unión y generación están indisolublemente unidas sin que ellos mismos lo sepan. Para los hombres, este vínculo que sí conocen, puede ser roto por la libertad humana, pero romper por medio de la libertad la obra Dios es pecar. Podemos pues concluir diciendo que la contracepción se opone a todo matrimonio, natural o cristiano.

9.2. Que conducen a un abuso pecaminoso de las satisfacciones sensibles.

Para satisfacer las necesidades naturales de nuestra naturaleza (p.ej.: alimentación, generación...), Dios ha unido a ciertos deberes una satisfacción sensible, un placer corporal. Este placer será tanto más intenso cuanto el deber sea más grave. Nos podemos dar cuenta, por ejemplo, de que aquellos que han perdido el sentido del gusto, ya no tienen ganas de comer. Aunque conozcan teóricamente la necesidad que tienen de sustentarse, ante la ausencia de todo placer sensible, ya no hallan ningún gusto en el comer.

Es contrario al orden de la cosas separar el placer del cumplimiento del deber que debe favorecer. Ahora bien, ésta es precisamente la característica de toda contracepción. El que todos los actos conyugales no sean fecundos depende de las disposiciones de la naturaleza; pero que el acto conyugal sea viciado por precauciones anteriores o posteriores, depende de la libertad del hombre y es ahí donde se insinúa el pecado. La contracepción es, pues, un pecado incluso para las personas que no están casadas; para ellas es un pecado suplementario que se añada al de las relaciones sexuales fuera de una legítima unión.

9.3. Que engendran un espíritu anticonceptivo.

El principio fundamental del espíritu anticonceptivo puede formularse así: el placer a toda costa. Por medio de la técnica el hombre pretende liberarse de sus responsabilidades. Busca aumentar sus satisfacciones sensibles sin exponerse nunca a sufrir las consecuencias de sus actos: en este caso, una probable generación como consecuencia de su acto conyugal. Este espíritu anticonceptivo que busca el placer cueste lo que cueste, conduce lógicamente más tarde a admitir el aborto, la homosexualidad y todo tipo de prácticas contra la naturaleza. Si el único criterio de acción es la autosatisfacción, todos los medios acaban por ser lícitos siempre y cuando se obtenga el placer.

Por supuesto, muchos de los que admiten la contracepción no quiere el aborto ni las otras prácticas contra la naturaleza; pero ya han puesto su dedo en un engranaje que los conducirá necesariamente, lo quieran o no, de hecho o en el pensamiento, a admitir todas las depravaciones morales o por lo menos a no oponerse ya a ellas.

10.- ¿Cuáles son las consecuencias de la contracepción?

10.1. Algunos anticonceptivos tienen efectos abortivos.

Algunos anticonceptivos (p. e.: la píldora abortiva R.U. 486 y el dispositivo) tienen cierto efecto abortivo; además, se los usa únicamente por este motivo. En estos casos, el aborto precoz es lo que se busca directamente y es un homicidio directo (aunque no se pueda determinar con certeza si se cometió o no). 

En cuanto a las píldoras anticonceptivas, su acción es diferente: algunas suspenden la ovulación (bajo el efecto de los estrógenos); otras impiden el encuentro de espermatozoide y el óvulo al producir una mucosidad que obstaculiza o impide la anidación del óvulo, en caso de que esté fecundado, haciendo que la matriz no tenga aptitudes para esta misión (bajo el efecto de progestativos). Así, la última "seguridad" procurada por algunas píldoras es el aborto del óvulo en caso de fecundación. En este último caso, la píldora es un mal refugio para las buenas conciencias que dicen de este modo evitan el aborto. (Nota de la redacción: Actualmente, las píldoras anticonceptivas convencionales ya tienen un doble efecto: primero anovulatorio, es decir impiden la ovulación, pero en caso de fallar éste y de haber fecundación, impiden la anidación del óvulo fecundado provocando, así, un aborto).

10.2. La contracepción es un trampolín para el aborto.

La mentalidad anticonceptiva de la que ya hemos hablado (9.3) conduce a despreciar la vida real del feto después de haber despreciado la vida en potencia por la contracepción. Es cosa sabida que las campañas en pro del aborto son lanzadas sólo después de que el 25 % de las mujeres usen la píldora. Ya no se desea al niño, que se convierte en un peligro, un peso mortal y una plaga.

Este peligro se excluye con mayor seguridad por el aborto que con la contracepción: "la prevención de la contracepción, sea cual sea el procedimiento, obliga a la pareja a una vigilancia sin par. (...) El aborto, en la medida en que es legal y está favorecido, se convierte en una solución fácil. Es menos difícil decir un día sí al aborto que todos los días no a la procreación".

10.3. La contracepción destruye el amor humano.

El verdadero amor, que difiere de la satisfacción temporal de las pasiones, se funda en la responsabilidad. El amor es un don recíproco de sí mismo al otro. Exige renuncia y sacrificio de la propia comodidad para dar gusto a quien se ama. Por otra parte, el amor no tiene su única expresión en el plan corporal, pues es también y sobre todo una unión de corazones y almas. ¿Qué hay de todo esto en la actitud de los que usan la contracepción? Se dice que antes de que se inventase la contracepción, los hombres eran unos irresponsables pues toda la responsabilidad de la maternidad recaía sobre la mujer, y que ahora, gracias a la contracepción, incluso la mujer se convierte en una irresponsable: ¿podemos pues hablar de progreso?

10.4. La contracepción conduce al desprecio de la mujer, como esposa y como madre.

La contracepción despoja a la mujer de aquello para lo que está hecha fisiológica, psicológica y espiritualmente. En todas las civilizaciones, el respeto y el honor dados a la mujer provenían de su calidad de esposa y de madre, a tal punto que la que no podía ser madre era despreciada. Despojar a la mujer de lo que le da su gloria y su honor, es reducirla al nivel de un objeto de placer, incluso si no usa voluntariamente de la contracepción. ¿Ha liberado la píldora verdaderamente a la mujer de este mal? No, "la contracepción no ha liberado a la mujer sino a los hombres, y ha cargado a la mujer de una responsabilidad permanente". Así como la teología de la liberación es una ideología fabricada en países ricos y aplicada en países pobres, también la liberación de la mujer por medio de la contracepción es una ideología forjada por hombres e impuesta a las mujeres.

10.5. La contracepción es un signo de sociedad decrépita.

La mentalidad anticonceptiva manifiesta el envejecimiento de una sociedad: es vivir en una sociedad de viejos antes de tiempo para viejos egoístas, de la cual todo ha sido eliminado todo riesgo y toda obra de educación. Se vive entre los de su clan esperando morir... lo más tarde posible, siendo que una sociedad tiene una proyección hacia el futuro gracias a los niños. El dinamismo de la vida le quita al hombre el miedo del mañana y lo apremia a emprender los riesgos de hoy para los hijos del mañana.

11.- ¿Es pecado grave la contracepción?

Para evaluar la gravedad de un delito es necesario tener en cuenta la importancia del bien que está amenazado. "Cuanto más necesaria es una cosa tanto más se debe regular bien y mayor es el vicio si la razón descuida sus condiciones". (R. P. Sertillanges, O.P., La Philosophie morale de S. Thomas d´Aquin, Paris 1916, p. 476)

La contracepción destruye el dinamismo de la perpetuidad de la especie y así se opone directamente al bien común de la humanidad. "El uso contra la naturaleza del matrimonio es siempre pecado mortal, pues los hijos no pueden ser engendrados y se frustra totalmente la intención de la naturaleza" (Sto. Tomás de Aquino, IV Sent., d.32, init.). Los sumos Pontífices han recordado sucesivamente la gravedad particular de este pecado (cf. más arriba, no 8).

Santo Tomás de Aquino
El Doctor Angélico, Sto. Tomás de Aquino, llega hasta precisar que "después del pecado del homicidio, por el que la naturaleza humana ya existente queda destruida, el pecado más grave es el de impedir que sea engendrada una nueva naturaleza humana" (Contra Gentiles, III, 122).

12.- ¿Se puede ocasionalmente usar medicamentos con efectos anticonceptivos?

Puede ser permitido, pero siempre bajo ciertas condiciones que nos precisa el papa Pablo VI: "La Iglesia no juzga ilícitos los medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar las enfermedades del organismo, incluso si se prevé que puede resultar un impedimento a la procreación, siempre y cuando este impedimento no sea directamente querido, sea por el motivo que sea" (encíclica Humanae Vitae).

El objeto de la medicación no debe ser la contracepción sino la curación de una enfermedad. Así la contracepción no es sino un efecto secundario que puede ser tolerado, pero no querido directamente. La intención del enfermo debe dirigirse directa y únicamente sobre el efecto médico y no sobre el efecto anticonceptivo.

Finalmente, la enfermedad que se debe curar debe ser suficientemente grave para justificar la tolerancia de un tal mal. Si se reúnen todas estas condiciones, se puede usar un médicamente que tenga efectos secundarios anticonceptivos. (Nota de la Redacción: Por supuesto no debe existir el menor riesgo de provocar un microaborto, y actualmente muchas píldoras anticonceptivas tienen, en caso de fallar su primer efecto anovulatorio -que impide la ovulación-, un segundo efecto abortivo que generalmente se oculta).

13.- Si la contracepción es ilícita, ¿qué hay que hacer si se debe evitar, por motivos legítimos, un nuevo nacimiento?

Si la madre o la familia no puede recibir prudentemente un nuevo hijo, hay dos soluciones: la continencia total o la continencia periódica.

En cuanto a la continencia total, siempre está permitida cuando los dos cónyuges están de acuerdo (I Cor. 7, 5). Es el único método infalible, en un 100 %, de evitar un nuevo nacimiento, así como el abstenerse de comer es el medio para no engordar. Esta continencia total exige sin embargo una ascesis rigurosa, y sólo puede practicarse gracias al amor de la Cruz de Jesucristo y a las gracias sobrenaturales que de ella provienen.

"Se objetará que tal abstinencia es imposible, que tal heroísmo es irrealizable. Esta objeción la oiréis, la leeréis doquier, hasta por quienes, por deber y por competencia, deberían estar en situación de juzgar de modo muy distinto. Y como prueba se aduce el siguiente argumento: "Nadie está obligado a lo imposible, y ningún legislador razonable se presume que quiera obligar con su ley también a lo imposible. Mas para los cónyuges la abstinencia durante un largo período es imposible. Luego no están obligados a la abstinencia. Luego la ley divina no puede tener este sentido". De este modo, de premisas parcialmente verdaderas se deduce una consecuencia falsa. Para convencerse de ello, basta invertir los términos del argumento: "Dios no obliga a lo imposible. Pero Dios obliga a los cónyuges a la abstinencia, si su unión no puede ser llevada a cabo según las normas de la naturaleza. Luego en estos casos la abstinencia es posible". Como confirmación de tal argumento tenemos la doctrina del Concilio de Trento, que en el capítulo sobre la observancia de los mandamientos, enseña, refiriéndose a San Agustín: "Dios no manda cosas imposibles, pero cuando manda advierte que hagas lo que puedas y que pidas lo que no puedes, y El ayuda para que puedas" (Pío XII, Alocución a las comadronas, 29 de octubre de 1951).

En cuanto a la continencia periódica, hablaremos con más detalle en las líneas siguientes.

14.- ¿Qué es la continencia periódica?

Método Billings
Por continencia periódica se entiende la observación de los ciclos de la mujer en el cumplimiento del acto conyugal durante los períodos de infecundidad, llamados por eso "períodos agenésicos". Estos métodos se han descubierto y han progresado sobre todo desde hace un siglo. Se trata principalmente del método llamado de la temperatura, del método Ogino-Knaus (método del ritmo o del calendario) y más recientemente, del método Billings (método de ovulación).

15.- Según la Iglesia, ¿se pueden usar estos métodos naturales?

La Sagrada Penitenciaría, según el 16 de junio de 1880 (D.S. 3148) o el 20 de julio de 1932, respondió afirmativamente a la pregunta.

En los documentos dirigidos a toda la Iglesia, los Sumos Pontífices confirmaron estas respuestas. Así el Papa Pío XI en su encíclica Casti Connubii (D.S. 3718): "No se debe decir que obran contra el orden de la naturaleza los esposos que hacen uso de su derecho siguiendo la recta razón natural, aunque por ciertas causas naturales, ya de tiempo ya de otras circunstancias defectuosas, no se siga de ello el nacimiento de un nuevo ser viviente". Este pasaje fue repetido en su integridad por el Papa Pío XII en su Discurso al 7o congreso internacional de hematología del 12 de septiembre de 1958.

El Papa Pablo VI volvió sobre este punto en su Encíclica Humanae Vitae: "Si pues, existen serios motivos para espaciar los nacimientos, motivos debidos a las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges, o debidas a circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que en ese caso está permitido tener en cuenta los métodos naturales, inherentes a las funciones generativas, para usar del matrimonio sólo en los periodos infecundos y regular así la natalidad, sin atentar contra los principios morales que acabamos de recordar".

16.- ¿Por qué la Iglesia aprueba estos métodos y no los métodos de contracepción artificiales?

Dejemos que nos responda el Papa Pío XII: "El (el Papa Pío XI) califica el uso de los preservativos como una violación de la ley natural; un acto, al que la naturaleza ha dado el poder de suscitar una vida nueva, es privado de él por la voluntad humana... Por lo contrario, el uso de la esterilidad, según el método Ogino-Knaus, no viola el orden natural, como la práctica descrita más arriba, puesto que las relaciones conyugales responden a la voluntad del creador.Cuando este método es utilizado por motivos seriamente proporcionados (y las indicaciones de tipo eugenésico pueden tener un carácter grave) se justifica moralmente" (Discurso al 7o congreso internacional de hematología).

17.- ¿Se pueden usar, sin razón legítima y grave, estos medios naturales para regular los nacimientos?

No, pues únicamente los motivos legítimos y graves pueden autorizar el uso del matrimonio sólo en los periodos agenésicos. ¿Por qué? Porque los esposos deben obedecer a una doble ley: la ley del acto conyugal y la ley del estado conyugal. 

Si los esposos no usan métodos anticonceptivos ilícitos (no 8) respetan el rito previsto por Dios para transmitir la vida, respetan la LEY DEL ACTO CONYUGAL.

Pero los esposos están igualmente obligados a ciertos deberes que conciernen la condición matrimonial que han abrazado libremente. Ya se ha dicho (no 3) que el fin primario del matrimonio es la generación y la educación de los hijos. Usar del matrimonio sustrayéndose siempre y sin motivo grave a esta ley de la fecundidad es traicionar la LEY DEL ESTADO CONYUGAL.

Es lo que el Papa Pío XII resumió en estas palabras: "Por lo tanto, abrazar el estado matrimonial, usar continuamente de la facultad que le es propia y sólo en él es lícita, y, por otra parte, sustraerse siempre y deliberadamente, sin grave motivo, a su deber primario, sería pecar contra el sentido mismo de la vida conyugal" (Discurso a las comadronas).

Veamos una comparación. ¿Qué diríamos de un empleado que, a pesar de su contrato de trabajo, diese cualquier pretexto para no ir a trabajar, continuando sin embargo a recibir un salario íntegro? Se puede comprender que un caso urgente, o algunos sucesos exteriores graves puedan ser una excusa temporal para el trabajo. En esas circunstancias (p. ej.: carencia total de medios de transporte, muerte de un familiar, catástrofe natural), la razón nos indica que el deber de trabajar no se le urge a tal persona. Pero apenas haya desaparecido esta necesidad, el deber de trabajar apremia.

Por el contrario, el solo hecho de que el trabajo sea penoso o laborioso (que es el caso de todo trabajo) o el que sea incompatible al mismo tiempo con la desocupación, no autoriza a dispensarse de aquello a lo que se ha comprometido uno.

Con este ejemplo se puede ver que existen motivos legítimos... pero también ilegítimos para tener dispensa del cumplimiento del propio deber.

18.- ¿Basta la intención de aceptar un niño, si llegase el caso, para que sea moralmente lícito el uso del matrimonio durante los periodos agenésicos?

No, responde el Papa Pío XII: "El solo hecho de que los cónyuges no ataquen a la naturaleza del acto y de que aun estén prontos a aceptar y educar al hijo que, no obstante sus precauciones, viniese a luz, no bastaría por sí solo para garantizar la rectitud de la intención y la moralidad irreprensible de los motivos mismos" (Discurso a las comadronas) 

La ley del estado conyugal obliga a los esposos a actos positivos para satisfacer a las obligaciones a las que se han comprometido. No basta con aceptar con fatalidad las consecuencias de los actos, como el que conduce demasiado rápido aceptando pagar una multa si lo cogen en flagrante delito. La mentalidad de colegial, "si no me ven no me castigan", no vale cuando se trata de deberes graves inherentes a un estado en el que libremente se ha entrado.

19.- ¿Cuáles son los motivos graves que hacen legítimo el uso de los métodos naturales de regulación de los nacimientos?

S.S. Pío XII
El Papa Pío XII nos recuerda primeramente que "una prestación positiva puede ser omitida si por graves motivos, independientes de la buena voluntad de aquellos que están obligados a ella, muestran que tal prestación es inoportuna o prueban que el acreedor - en este caso el género humano - no puede pretender equitativamente" (Alocución a las comadronas).

El Vicario de Cristo sigue unos párrafos después: "De esta prestación positiva obligatoria pueden eximir, incluso por largo tiempo y hasta por la duración entera del matrimonio, serios motivos, como los que no raras veces existen en la llamada indicación médica, eugenésica, económica y social. De aquí se sigue que la observancia de los tiempos infecundos puede ser lícita bajo el aspecto moral; y en las condiciones mencionadas es realmente tal" (ibid.).

Las razones médica y eugenésica se refieran a la vida de la madre y del hijo así como a la buena salud del hijo. En este caso, para no equivocarse o dejar que le engañen médicos sin escrúpulos en materia de moralidad, es necesario consultar a un médico católico competente.

En cuanto a las razones sociales y económicas, los padres deben evaluarlas en conciencia ante Dios, acordándose de que la divina Providencia no abandona jamás a quienes a ella se confían.

"No os preocupéis, pues, diciendo: ¿qué comeremos o con qué nos vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis, pues, por el mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietudes; bástale a cada día su afán" (Mt. 6,31-34).

"Pero si no hay, según un juicio razonable y equitativo, tales graves razones personales o derivadas de las circunstancias exteriores, la voluntad de evitar habitualmente la fecundidad de su unión, mientras, sin embargo, se continúa satisfaciendo plenamente su sensualidad, no puede derivarse sino de una falsa apreciación de la vida y de motivos extraños a las rectas normas morales" (Pío XII, loc. cit).

20.- ¿Se puede justificar la propaganda, sin ningún tipo de distinción, de estos métodos naturales, hecha hoy en día incluso por algunas autoridades de la Iglesia?

En estas materias, nos dice el Papa Pío XII, no sería "ni justo ni conveniente" dejarse arrastrar por una propaganda sin ningún tipo de distinción (ibid.).

En primer lugar, ya hemos visto (no 18) que el uso de estos métodos no es legítimo si no cumple ciertas condiciones. El espíritu debe alejar toda intención puramente anticonceptiva. Los motivos que dispensan por un tiempo más o menos largo de ley del estado conyugal deben ser reales, graves y extrínsecos a los inconvenientes ordinarios de un embarazo (p. ej.: aumento de peso, mayor cansancio, imposibilidad de esquiar o ir a la playa, etc.).

Por otra parte, la propaganda indiscriminada de estos métodos naturales tiene el riesgo de hacer que cierto espíritu anticonceptivo, que está de moda y que conduce lógicamente al mal (cf. no 9). El uso no razonable de los períodos agenésicos conduce poco a poco a considerar al niño como una calamidad y a aceptar los métodos anticonceptivos ilícitos.

Pues no olvidemos que el uso de métodos de regulación natural de los nacimientos exige un acuerdo total entre los esposos y un gran dominio de sí. El comprometerse en ellos sin motivo suficiente podría conducir a la decepción, dado la autodisciplina que exige, y a ser tentado de llegar a métodos más fáciles, pero inmorales.

21.- ¿Cuál es la conclusión?

Para acabar, recordemos que esta doctrina no es asequible únicamente para los católicos. La doctrina de los Sumos Pontífices viene sólo a confirmar lo que nuestra razón, alejada de las pasiones humanas, puede descubrir de luz y verdad en estas materias. Pero sigue siendo verdad que la meditación de la Cruz de Jesús y la gracia que nos fortifica, así como la oración y la frecuencia de los sacramentos, son preciosos socorros ofrecidos a los esposos católicos para ayudarlos a observar la ley de Dios y llegar a ser santos. Por el ejemplo de su fe viva, de su firme esperanza, de su caridad ardiente, manifestarán ante la corte celestial y ante los hombres la gracia omnipotente que actúa en ellos.

Seamos vencedores de la muerte con Cristo
"La moral cristiana es una moral de la Cruz y no de la facilidad, pero es una moral posible y practicable, porque Aquel que es el vencedor de la muerte y del pecado obra en nuestro interior para darnos la gracia de llevar su Cruz y conducirnos a la gloria". (R. P. Calmel, O.P., Ausujet du Mariage, en la revista "Itineraires" no 33, 1959, p. 26-33).

Ojalá que todos se hiciesen un honor en exaltar por sus palabras y sus actos la maternidad: "Porque la mujer, proclama el gran Apóstol San Pablo, se salvará en su misión de madre, con tal que permanezca en la fe y en la caridad y en la santidad con modestia (1 Tim. 2,15) ... Una cuna consagra a la madre de familia, y muchas cunas la santifican y glorifican ante el marido y los hijos, ante la Iglesia y la Patria" (Pío XII, Discurso a los jóvenes esposos, 25 de abril de 1942).

DIOS ES JUSTO?


Dios es Juez Justo (Sal. 7,11)

ROMANOS CAPÍTULO 2 CÓMO JUZGA DIOS A LOS HOMBRES DOCE PRINCIPIOS DE JUICIO.
Introducción Pablo ha mostrado clara y convincentemente que el hombre GENTIL, incrédulo, está perdido y está sin excusa ante Dios (Romanos 1:17-32). Ahora, en la primera parte del capítulo 2, él mostrará que el hombre MORAL está perdido y sin excusa. Luego, en el capítulo 2 y en el capítulo 3, él mostrará que el hombre RELIGIOSO (el judío) está perdido y sin excusa.
Hay una PALABRA CLAVE que se encuentra en los primeros 16 versículos del capítulo 2. Es la palabra “JUZGAR” o “JUICIO” (ver versículos 1, 2, 3, 5, 12, 16). En el versículo 1 vemos al hombre juzgando, pero al empezar el versículo 2, tenemos a Dios en el trono del juicio, lo cual es justo y apropiado. Dios es el JUEZ justo y perfecto y en estos primeros 16 versículos encontraremos varios PRINCIPIOS DE JUSTICIA. Estos importantes principios nos ayudarán a entender qué clase de Juez es Dios y cómo ÉL ejerce y lleva adelante Su juicio.
PRINCIPIO DE JUICIO #1: EL HOMBRE MORAL ES DECLARADO SIN EXCUSA ANTE DIOS, EL JUEZ JUSTO-.
Romanos 2:1 Inexcusable significa “sin defensa alguna” (comparar Romanos 1:20). No tiene nada que decir, se le tapa la boca (comparar Romanos 3:19); es culpable y lo sabe.
Este versículo está hablando de la persona que está juzgando a otra, condenando las acciones de otra. Por lo tanto, está hablando de la persona moral (la persona con discernimiento moral, la persona que emite un juicio moral sobre alguien). Hay una diferencia entre el hombre moral y el hombre impío. En Romanos 1:32 el hombre impío APRUEBA y APLAUDE la conducta pecaminosa, pero en Romanos 2:1, el hombre moral DESAPRUEBA y JUZGA la conducta pecaminosa.
El hombre moral condena al otro por su conducta pecaminosa, pero puesto que él es culpable de la misma cosa, él está, en efecto, condenándose a sí mismo. Este principio puede ilustrarse de tres maneras:
1. Judá (Génesis 38:12-26). ¿Judá pronunció un juicio sobre alguien (v.24)? ¿Era Judá culpable de lo mismo? ¿Judá quedó silenciado, sin excusa y sin nada que decir (v.26)? Al condenarla a ella, ¿se condenó a sí mismo?
2. David (2 Samuel 12:1-9 y ver 2 Samuel 11 para el contexto). ¿David pronunció un juicio sobre alguien (2 Samuel 12:5-6)? Al emitir ese juicio, ¿se estaba en realidad condenando a sí mismo (v.7)? ¿David se vio forzado a admitir su culpa (v.13)?
3. Juan 8:1-11. Estos judíos emitieron un juicio sobre una mujer culpable, pero luego se dieron cuenta que ella no era la única culpable. Estos hombres religiosos y morales tuvieron que retirarse sin decir palabra. EL PRINCIPIO: la razón por la cual reconocemos tan fácilmente el pecado en otros es porque lo vemos tanto en nosotros mismos. Cuando levantamos nuestro dedo acusador sobre alguien, hay tres dedos que señalan hacia el acusador.
Romanos 2:2 PRINCIPIO DE JUICIO #2: EL JUICIO DE DIOS ES SEGÚN VERDAD. Sabemos = estamos seguros
Un juez humano está limitado cuando se trata de conocer la verdad y de averiguar la verdad de los hechos. Tiene que depender del testimonio de los hombres, muchos de los cuales mienten, aún bajo juramento. La gente puede fallar en decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, pero esto no es problema para Dios. La verdad de los hechos está abierta y desnuda ante ÉL. ÉL no necesita de testigos ni de jurado, porque Él ha visto personalmente todo crimen y todo pecado que jamás se haya cometido. ÉL conoce todos los hechos (ver Hebreos 4:12-13). ÉL nunca representa mal el caso de una persona. Podemos estar seguros de que el juicio de Dios siempre está de acuerdo con la verdad.
Romanos 2:3 PRINCIPIO DE JUICIO # 3: EL JUICIO DE DIOS ES INEVITABLE
La respuesta a la pregunta de este versículo es obvia: ¡NO! No hay escape. Si una persona piensa que puede escapar al juicio de Dios, está muy equivocada. No hay tal cosa como el “crimen perfecto”. Los hombres podrán eludir la justicia humana, pero nunca escaparán a la justicia divina (comparar Amós 9:1-3).
Romanos 2:4 PRINCIPIO DE JUICIO #4: EL HOMBRE NO DEBERÍA ALEJARSE DE DIOS (V.3 — ES IMPOSIBLE “ESCAPAR”), SINO DEBERÍA ACERCARSE A DIOS (V.4 — EL ARREPENTIMIENTO ES ESENCIAL).
Benignidad = bondad, generosidad. La benignidad de Dios se extiende hacia todos los hombres (ver Mateo 5:45 y Hechos 14:17).
Paciencia = retener. Dios retiene Su Juicio; Dios retarda Sus castigos; ÉL no juzga de inmediato el pecado.
Longanimidad = toma tiempo en enojarse, lento para la ira. Esto no significa que Dios nunca se enoja, pero significa que ÉL es lento para enojarse. Su longanimidad no durará para siempre.
El hecho de que Dios sea bueno y paciente y sufrido debería llevar al hombre al arrepentimiento. Los hombres deben apresurarse en venir a Dios en busca de Su misericordia. En lugar de ello, los hombres desprecian a Dios, endurecen su corazón y se niegan a arrepentirse. Hoy en día, durante la edad de la gracia, la benignidad y la gracia y la misericordia de Dios abundan hacia todos los hombres, pero aún así, el hombre no quiere arrepentirse. Durante el período de la tribulación, la severidad y el juicio y las plagas de Dios abundarán sobre todos los hombres, pero aún así, los hombres se negarán a arrepentirse (ver Apocalipsis 9:20-21). Sin embargo, cuando un pecador se arrepiente, sea ahora o entonces, hay gran alegría en el cielo (Lucas 15:7, 10).
Romanos 2:5 PRINCIPIO DE JUICIO # 5: HABRÁ UN DÍA DE JUICIO FINAL PARA LOS IMPÍOS
Este día de juicio es descrito como “el día de la ira y de la revelación de los justos juicios de Dios”. Este día del juicio final para los impíos también se describe en 2 Pedro 3:7 (“el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos”) y en Apocalipsis 20:11-15.
Dureza: los corazones de los hombres se endurecen más y más cuando se niegan a responder a la benignidad y paciencia y longanimidad de Dios. No arrepentido (impenitente): describe a una persona que no quiere arrepentirse (comparar los dos criminales en la cruz -- uno se arrepintió y el otro permaneció impenitente).
Atesoras para ti mismo ira = atesorar ira, amasar ira. En vez de acumular tesoros en el cielo (Mateo 6:19-20), ellos estaban atesorando ira desde el cielo (almacenándolo para aquel día final).
PRINCIPIO DE JUICIO # 6: EL JUICIO DE DIOS ES PERFECTAMENTE JUSTO Es llamado “el justo juicio de Dios”. Dios, el Juez justo, no comete errores. Ver Génesis 18:25 y Romanos 9:14. Cuando el Juez divino llega a una resolución, tiene que ser JUSTA. El castigo (la pena) también tiene que ser justo. Dios no comete errores. El Juez de toda la tierra hará lo que es justo. Él no puede hacer mal. Todo ocupante del infierno lo merecerá totalmente. Romanos 2:6
PRINCIPIO DE JUICIO #7: EL JUICIO DE DIOS ES JUSTO –TODO HOMBRE RECIBIRÁ EXACTAMENTE LO QUE MERECE
“Dios pagará (devolverá) a cada uno (cada hombre) conforme (de acuerdo) a sus obras”. Aquí tenemos la realización de una justicia perfecta. Dios evalúa las obras de un hombre y juzga de acuerdo a ellas. El castigo será equivalente al delito. Todo hombre recibirá su debida recompensa, sea buena o mala.
Esta misma enseñanza se encuentra en los siguientes pasajes: Mateo 12:36-37 (los hombres serán juzgados de acuerdo con sus palabras); Mateo 16:27 (todo hombre será recompensado según sus obras); Romanos 12:19 (Dios pagará a los hombres por el mal que han hecho); 2 Timoteo 4:14 (Dios pagará a este hombre malo conforme a sus obras); Apocalipsis 18:4-6; Jueces 1:7 (“Como yo hice, así me ha pagado Dios”); 2 Samuel 3:39; Salmo 28:4; Salmo 62:12; Salmo 94:1-2; Proverbios 22:12; Lamentaciones 3:64 y Jeremías 17:10.
Felizmente, Dios no es solo un Dios de JUSTICIA, sino ÉL es también un Dios de GRACIA. De acuerdo con la JUSTICIA, el pecado tiene que ser juzgado y castigado. De acuerdo con la GRACIA, el pecado puede ser perdonado y remitido (ver Salmo 103:3 y Efesios 1:7). Dios es un Dios de juicio, pero ÉL también es un Dios de gracia (Salmo 103:8). Salmo 103:10 es verdad sólo por la GRACIA DE DIOS. La maravillosa verdad del evangelio es que Dios puede ser misericordioso con el hombre pecador SIN COMPROMETER SU JUSTICIA. El Señor Jesús murió por nuestros pecados, de modo que Dios trató con Cristo de acuerdo con nuestros pecados y Dios ha pagado a Cristo según nuestras iniquidades (compare Salmo 103:10). Dios permanece JUSTO (porque ÉL ha derramado Su juicio y Su ira sobre Cristo) y al mismo tiempo ÉL puede JUSTIFICAR benignamente al pecador que confía en Su Hijo (Romanos 3:26; 4:5). ¡Alabado sea Dios!
Romanos 2:7-10 PRINCIPIO DE JUICIO # 8: DIOS CASTIGA A QUIENES HACEN MAL Y RECOMPENSA A QUIENES HACEN BIEN
Note la estructura de estos versículos (paralelismo invertido): Versículo 7—así es como Dios recompensará a los que hacen bien A.1 Versículo 8—así es como Dios recompensará a los que hacen mal B.1 Versículo 9 – así es como Dios recompensará a los que hacen mal B.2 Versículo 10 –así es como Dios recompensará a los que hacen bien A.2
Aquí hay alguna ayuda con algunas palabras. “Pagará” (v.6) = devolver, retribuir, recompensar (dar a una persona justo lo que se ha ganado)
“Contenciosos” (v.8) = egoístas, ególatras
“Al judío primeramente” (v.9) – ¿Por qué los judíos son los primeros en el juicio? Porque de acuerdo con Lucas 12:48, “a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará”. A los judíos se les había dado mucho (ver Romanos 3:1-2 y Romanos 9:1-5). A quienes se ha dado más, son más responsables. No es irracional que el Juez pregunte, “¿Qué has hecho con toda la luz y la verdad que te he dado?” Ejemplo: Una persona inconversa que vive cerca de una iglesia que predica la Biblia en América, es mucho más responsable que una persona inconversa que vive en una tribu de la jungla donde no hay testimonio del evangelio. Esto no significa que ese habitante de la jungla no sea juzgado, pero el juicio de Dios será más severo hacia la persona que ha tenido tal privilegio y oportunidad.
Romanos 2:14-15 Los gentiles no tienen la ley escrita de Dios. Ellos no tienen la ley de Moisés. Pero de acuerdo con estos versículos, ellos tienen la ley de Dios EN ELLOS, “escrita en sus corazones”. Aunque ellos nunca han visto una copia de los Diez Mandamientos, ellos saben que está mal matar, robar, mentir, etc. Y sus conciencias los condenan cuando hacen esas cosas. Aquí hay dos ejemplos:
1) Hechos 28:3-4. Estos bárbaros nunca habían visto los Diez Mandamientos, pero de algún modo sabían que el asesinato era malo y que era castigado con la pena de muerte.
2) Génesis 26:6-11. Este rey pagano nunca había visto los Diez Mandamientos, sin embargo sabía que el adulterio era malo.
“Acusándoles” = “Tu eres culpable. Lo que has hecho está mal”. “Defendiéndoles” = “Tu no eres culpable. Lo que hiciste está bien”. Cuando hacen BIEN, su conciencia aplaude y aprueba. Cuando hacen MAL, su conciencia los condena y dice “eres culpable”.
De modo que los judíos pecaron al fallar en hacer lo que la ley de Moisés les mandaba hacer. El gentil pecaba al fallar en hacer lo que su conciencia le indicaba hacer. Tanto el judío como el gentil fallaron en vivir de acuerdo con la luz que Dios les había dado. Ambos están condenados ante Dios.
Romanos 2:16 (Esta frase es la continuación del versículo 12). “En el día” –Ver el versículo 5 que también describe ese día. “Secretos” = cosas escondidas
PRINCIPIO DE JUICIO # 11 – NADA ESTÁ ESCONDIDO O GUARDADO EN SECRETO ANTE EL JUEZ
Compare Hebreos 4:12-13 y Mateo 10:26. En Apocalipsis 20:12 leemos que los libros serán abiertos y que todos los secretos serán revelados. Dios guarda un fiel registro de todo lo que hemos pensado o dicho o hecho.
“Por Jesucristo” = el Juez de todos los hombres no será otro sino Jesucristo Mismo (ver Juan 5:22, 27). Dios el Padre ha entregado todo el juicio a Su Hijo.
PRINCIPIO DE JUICIO # 12 – JESUCRISTO SERÁ EL JUEZ SUPREMO, ANTE QUIEN APARECERÁN TODOS LOS HOMBRES
“Conforme a mi evangelio” – el evangelio que predicaba Pablo incluía el JUICIO DE DIOS (comparar Romanos 1:16-18 y Hechos 17:31). El evangelio no es presentado correctamente si no se dice nada sobre el juicio de Dios.

BASES PARA LA DEVOCION AL INMACULADO CORAZON DE MARIA

Bases para la Devoción al Inmaculado Corazón de María




A través de los siglos, los papas, los santos y los buenos y santos teólogos, han enseñado la importancia de la devoción y de las oraciones dirigidas a la Santísima Virgen María. Es necesario que recemos a la Santísima Virgen María como nos lo enseñaron los santos.

La Santa Iglesia Católica, pilar y fundamento de la Verdad, inspirada y guiada por el Espíritu Santo, ha enseñado constantemente esta doctrina y esta práctica a través de los siglos. La Santísima Virgen María es: “Vida, dulzura y esperanza nuestra” como nos lo enseña la Salve Regina, oración ya de 1000 años, que lo expresa tan bien. Estos títulos y estas realidades son defendidas contra los ataques de Protestantes y de Modernistas por San Alfonso María de Ligorio en su libro, Las Glorias de María.

El Papa León XIII nos dice que todas las gracias vienen de Dios, a través de la Sagrada Humanidad de Jesucristo, y luego llegan a nosotros de manos de la Santísima Virgen María. Por supuesto, vemos en este orden que Dios ha establecido para nuestra salvación que Dios está ante todo y sobre todo, luego la Humanidad Sagrada de Jesucristo y luego María Santísima, Madre de Jesús. Luego de María, sigue en importancia la Iglesia Católica. María es la Madre de la Iglesia y es ella el miembro más alto después de Jesucristo, cabeza de la Iglesia.

El rol de la Santísima Virgen en la conducción de las almas al Cielo es mejor y más ampliamente entendido por los fieles Católicos (en los últimos 150 años) desde la definición de la Inmaculada Concepción en 1854 y del dogma de la Asunción definido en 1950. La razón de este rol creciente de la Santísima Virgen está explicado por San Luís María Grignion de Montfort en un pequeño ensayo incluido en este librito.

Por supuesto, el diablo, quien es Su enemigo, ha lanzado un contraataque contra Ella y contra la devoción hacia Ella. Nosotros hemos visto que esto ha tenido lugar especialmente en los últimos 40 años, desde el cierre del Concilio Vaticano II.

La batalla por vuestra alma, en estos tiempos de Apostasía hace estragos, y cada uno de nosotros es el blanco; los que somos Sus hijos, los que creemos en Jesucristo Su Hijo y quienes lo obedecemos.

Además de las enseñanzas de los santos (como San Alfonso María de Ligorio, San Luis María, San Bernardo, San Antonio María Claret, San Maximiliano Kolbe y muchos otros), así como las de los papas, (especialmente desde 1750 a 1960) sobre la importancia, utilidad y necesidad de la devoción a Nuestra Señora, la Iglesia Católica, guiada por el Espíritu Santo, ha tenido una asombrosa serie de intervenciones Divinas de Nuestra Señora. Ella se apareció en la Rue-du-Bac en 1830, en La Salette en 1846, en Lourdes en 1858, en Knock en 1878, y sobre todo en Fátima en 1917.

Estas apariciones en Fátima han sido certificadas por la Iglesia Católica como dignas de creencia y por Dios mismo con el Milagro Apocalíptico del Sol, del 13 de Octubre de 1917, ante 70.000 testigos.
Es en el Mensaje de Fátima, por intermedio de la Hermana Lucía de Fátima, que tuvo lugar el gran ímpetu para el florecimiento de la devoción al Inmaculado Corazón. Esto está analizado más adelante en este librito.

Función Providencial de María en los Últimos Tiempos

por San Luis María Grignion de Montfort († 1715 a.D.)

Por  María comenzó la salvación del mundo, y por María debe consumarse.
María apenas se dio a conocer en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres, todavía poco instruidos y enseñados acerca de la Persona de Su Hijo, no se apartasen demasiado y se aficionasen demasiado imperfectamente a Ella, lo que probablemente hubiera sucedido, si María hubiese sido conocida, a causa de los admirables atractivos que Dios había puesto incluso en su exterior; lo cual es tan cierto que San Dionisio Areopagita nos dejó escrito que cuando la vió, la hubiera tomado por una divinidad, por sus incomparables atractivos y su incomparable belleza, si la fe en que estaba bien confirmado no le hubiera enseñado lo contrario (S.A., 842 Epistola ad Pauleum).
Pero en la segunda venida de Jesucristo, María habrá de ser conocida y revelada por el Espíritu Santo, a fin de lograr que por Ella los hombres conozcan, amen y sirvan a Jesucristo, pues entonces las razones que movieron al Espíritu Santo a ocultar a Su Esposa durante su vida y a no manifestarla sino escasamente, después que se predicó el Evangelio no subsistirán ya.

La existencia de esta Función y las Razones para ella:

Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra más perfecta de sus manos, en estos últimos tempos:
  1. Porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó debajo del polvo por su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de sus Apóstoles y de sus Evangelistas que no la diesen a conocer.

  2. Porque siendo Ella la obra más perfecta de Dios, tanto acá abajo por la gracia como en el Cielo por la Gloria, quiere Dios ser en Ella glorificado y ensalzado en la tierra por los hombres.

  3. Como es la aurora que precede y descubre al sol de justicia, Jesucristo, ha de ser conocida y vista, a fin de que lo sea su Hijo.

  4. Como fue el camino por donde Jesucristo vino la primera vez a nosotros, también lo será cuando venga la segunda, aunque no del mismo modo.

  5. Siendo María el medio seguro y el camino recto e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente, por Ella le deben encontrar también las almas que han de resplandecer en santidad. El que hallare a María, hallará la vida, (Prov. 8:35) es decir, a Jesucristo, Quien es el camino, la verdad y la vida (San Juan 14:6). Mas no es posible hallar a María ni no se la busca; no se la puede buscar si no se la conoce, pues no se busca ni se desea un objeto desconocido; es, púes, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad.

  6. En estos últimos tiempos, María ha de resplandecer más que nunca en misericordia, en poder y en gracia. En misericordia, para atraer y acoger a los pobres pecadores y extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia Católica. En poder, contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e incrédulos obstinados; los cuales se revolverán terriblemente para seducir y derribar, con promesas y amenazas, a todos los que les sean contrarios. Finalmente, ha de resplandecer en gracia, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo que luchen por sus intereses.

  7. Por último, María,  principalmente en estos últimos tiempos, ha de ser terrible al demonio y a sus secuaces, como un ejército en orden de batalla; porque sabiendo Satanás que le queda poco tiempo, y menos que nunca, para perder las almas, redoblará cada día sus esfuerzos y sus acometidas, suscitará en breve nuevas persecuciones, y tenderá terribles emboscadas a los siervos fieles y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los otros.
Ejercicio de esta Función en la Lucha contra satán:

Es principalmente de estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que irán en aumento de día en día hasta que llegue el reino del Anticristo, que debe principalmente entenderse aquella primera y célebre predicción y maldición de Dios, lanzada contra la serpiente en el paraíso terrenal, que juzgamos oportuno explicar aquí, para gloria de María Santísima, salvación de sus hijos y confusión del demonio:
“Pongo enemistad entre ti y la Mujer, y entre tu linaje y el Suyo: Ella te aplastará la cabeza, y tu le morderás a Ella en el calcañar.” (Gen. 3:15)

sábado, 17 de junio de 2017

RECIBIR LA COMUNION EN PECADO

Sí, hijos míos, si pudiera describirles todas las consecuencias de un sacrilegio, ni uno de ustedes se atrevería a comulgar . Es narrado por san Godofredo, que era obispo de Amiens, que les había prohibido a los sacerdotes dar la absolución durante las fiestas de Pascua a todos los que habían comido carne durante la cuaresma. Un libertino, que era culpable de este delito, es decir que había comido carne, tomó el vestido de una mujer con el fin de engañar a su confesor. Este artificio le resulta, pero para su desgracia: porque cuando hubo recibido el cuerpo de Jesucristo, una fuerza invisible lo derribó, comenzó a espumar como una persona rabiosa, revolviéndose por tierra y murió en su furor. No, no, hijos míos, cualesquiera que sean los terrores que las comuniones indignas puedan poner en el corazón del hombre por los castigos espantosos que nos atraen, todavía no es nada si los comparamos a aquellos de los que Jesucristo hace caer sobre las almas; y estos castigos son ordinariamente, el endurecimiento durante la vida y la desesperación a la hora de la muerte. El buen Dios, en castigo de sus abominaciones, abandona a este desgraciado a su ceguera; el demonio, que le engañó durante su vida, se deja percibir sólo en el momento en que prevé que el buen Dios lo abandona; va de crimen en crimen, de sacrilegio en sacrilegio, acaba por no pensar más en eso y se traga la iniquidad como el agua; por fin, a pesar de todo el tiempo que tuvo y los socorros de la gracia, muere en el sacrilegio como vivió.
Aquí está un ejemplo muy sorprendente , narrado por un judío que se enteró de un sacerdote al que esto había ocurrido. El Padre Lejeune, cuando estaba en una misión cerca de Bruselas, narra un relato que dice tener de la boca del que fue testigo. Contaba que había cerca de una ciudad de Bruselas, una pobre mujer devota que, a los ojos del mundo, cumplía perfectamente bien sus deberes de religión. La gente la consideraba como una santa; pero la pobre desgraciada escondía siempre un pecado vergonzoso que había cometido en su juventud. Después de agravarse por la enfermedad de la que murió, estaba como desvanecida por un momento, y habiendo recobrado el conocimiento, llama a su hermana que la servía, diciéndole: “Hermana, estoy condenada". Esta pobre chica se acercó a su cama y le dice: “hermana, usted sueña, despiértese y encomiéndese al buen Dios.” – “Yo no sueño en absoluto, le dice, sé bien lo que digo. Acabo de ver el sitio que se me ha preparado en el infierno". Su hermana corre prontamente para buscar al señor cura. Él no estaba allí. Su hermano, que era el vicario, vino rápidamente a su casa para ver a la pobre enferma. Y es de su propia boca, nos dice el Padre Lejeune, que me enteré sobre los detalles, durante una misión. Acompañándonos, nos mostró la casa donde estaba esta pobre mujer. A todos nos hizo llorar cuando nos contó: habiendo entrado en la casa, se acercó a la enferma: “¡Pues bien! Mi estimada, ¿qué vio que le pareció tan horroroso? ” – “Señor, le respondió, estoy condenada; acabo de ver el sitio que se me ha preparado en el infierno, porque en otro tiempo, había cometido tal pecado.” Ella lo reconoció delante de todos los que estaban en la habitación. “Entonces, hija, dígamelo en confesión, y le absolveré de eso.” – “Señor, le dice, estoy condenada.” – “Pero, le dice el sacerdote, usted todavía vive y está en el camino de la salvación; si usted quiere, le daré una carta firmada con mi sangre por la cual me obligaré, alma por alma, a ser condenado en su lugar, en caso de que usted lo fuera, si usted le quiere pedir perdón a Dios y confesarse.” – El sacerdote estuvo tres días y tres noches en llanto cerca de esta enferma, sin poderle convencer de hacer ni un acto de contrición, ni de confesarle. Al contrario, un momento antes de morir, renegó del buen Dios, renunció a su bautismo y se consagró al demonio… Oh mi Dios, ¡que desgracia! Esto les asombra, sin duda, que haya muerto así, pudiendo reparar tan bien la falta que había cometido. Para mí, esto no me asombra, porque el sacrilegio es el más grande de los crímenes, bien se merece estar abandonada por el buen Dios, por no haber aprovechado el tiempo, ni las gracias.
Sí, hijos míos, el sacrilegio es tan horrible, que parece imposible que los cristianos puedan ser culpables de tal crimen; y sin embargo, nada tan común.Echemos una ojeada sobre las comuniones, ¡cuántas veces no encontramos confesiones y comuniones hechas por respeto humano! ¡Cuántas por hipocresía, por costumbre! ¡Cuántos que, si la Pascua ocurriera sólo cada treinta años, así comulgarían!, ¡Ay! Cuántos otros, los que no se acercan a este tiempo tan precioso con penitencias; y los que se acercan sólo porque otros lo hacen, y no para agradar a Dios y alimentar su pobre alma. Prueba muy evidente, hijos míos, que estas confesiones y comuniones no valen nada, ya que no se ve en absoluto cambio en su manera de vivir. ¿Los vemos después de la confesión más dulces, más pacientes en sus penas y las contradicciones de la vida, más caritativos, más llevados a esconder y a excusar las faltas de sus hermanos? No, no, hijos míos, no es más cuestión de cambio en su conducta; ellos han pecado hasta ahora, y continúan… ¡Oh, desgracia espantosa, pero bien poco conocida por la mayoría de los cristianos! Oh mi Dios, ¿habrías pensado que tus hijos llegaran a tal exceso de furor contra ti? No, no, hijos míos, no es sin razón que se coloca un crucifijo sobre la mesa de la comunión, ¡ay! ¡Qué de veces es crucificado en la Mesa santa! Míralo bien, ¡Oh, alma!, tú que te atreves a plantar el puñal en este Corazón que nos ama más que a sí mismo. ¡Míralo bien!Es tu Juez, el que debe fijar tu morada para la eternidad. Sondee bien su conciencia: si usted está en pecado mortal, ¡Oh, desgraciado!, no se acerque a la Santa Mesa.
Sí, Jesucristo ha resucitado de la muerte natural, y no morirá más, pero esta muerte que usted le da con sus comuniones indignas, ¡Ah! ¿Cuándo acabará?¡Oh, qué larga agonía! Estando sobre la tierra, había sólo un calvario para crucificarlo; pero aquí, ¡tantos corazones, tantas cruces donde es atado! ¡ Oh paciencia de mi Dios, que grande eres, por sufrir tantas crueldades sin decir una sola palabra, ni siquiera para quejarte, siendo tratado tan indignamente por una criatura vil, por la cual sufrió ya tanto!
¿Quieren, hijos míos, saber qué hace el que comulga indignamente? Escúchenlo bien, con el fin de que ustedes puedan comprender la grandeza de su atrocidad hacia Jesucristo. Qué dirían, hijos míos, de un hombre cuyo padre fue conducido a un lugar para ser ejecutado a muerte, y no encontrándose allí palo de horca para amarrarlo, se dirija a los verdugos diciéndoles: No hay palo de horca, pero he aquí mis brazos, ¿les sirve para colgar de ahí a mi padre? Ustedes no podrían ver tal acción de barbarie sin estremecerse de horror. ¡Pues bien, hijos míos! Me atrevo a decirles que esto todavía no es nada, si lo comparamos con el crimen espantoso que comete el que comulga indignamente. En efecto, ¿cuáles son los beneficios que un padre hace a su hijo, si los comparamos con lo que Jesucristo hizo por nosotros? Díganme, hijos míos, si ustedes hicieran estas reflexiones antes de presentarse a la Mesa Santa, tendrían el coraje de ir allá sin examinar bien lo que van a hacer. ¿Se atreverían a ir, acaso, con pecados ocultos y disfrazados, confesados sin contrición y sin deseo de dejarlos?
He aquí lo que ustedes dicen al demonio, cuando son tan ciegos y tan temerarios: “No hay cruz, ni calvario como en otro tiempo; pero encontré algo que puede suplirlo.” – “¿Qué?", les dirá el demonio, totalmente asombrado de tal propuesta. – “Es, díganle, mi corazón. Estén preparados, voy a apoderarme de Él; Él les precipitó a los infiernos, vénganse a su gusto, degüéllenlo sobre esta cruz.” – ¡Oh mi Dios!, ¿podemos pensar en esto sin estremecernos de horror? Sin embargo, es lo que hace el que comulga indignamente. ¡Ah! no, no, el infierno en todo su furor jamás pudo inventar nada semejante. No, no, si hubiera mil infiernos para un solo profanador, esto no sería nada, si lo comparamos con la grandeza de su crimen. ¿Qué hace, nos dice san Pablo, el que comulga indignamente? ¡Ay! Este desgraciado, bebe y come a su juez y su juicio. Estaba bien visto, según las leyes, leerles a los criminales su condena, pero ¿alguien alguna vez ha visto hacerles comer su sentencia de condena, y al mismo tiempo, su condenación? ¡Oh desgracia espantosa! No está escrito en el papel el juicio de condena de los profanadores, sino en su propio corazón. A la hora de la muerte, Jesucristo descenderá, con una antorcha en la mano, en estos corazones sacrílegos, encontrará allí su Sangre adorable tantas veces profanada, que exigirá venganza. ¡Oh divino Salvador! ¿La ira y el poder de vuestro Padre será lo bastante poderosa para fulminar a estos infelices Judas en lo más hondo de los abismos?
Pues bien, hijos míos, ¿entendieron lo que es una comunión indigna, esa que confiesan con tan poca preparación, a la cuál dan menos cuidados que los que darían para el asunto más común y más indiferente? Díganme, hijos míos, para estar tranquilos como ustedes lo parecen, ¿están muy seguros que todas sus confesiones y sus comuniones han sido acompañadas por todas las disposiciones necesarias para ser buenas y hacer segura su salvación? ¿Detestaron bien sus pecados? ¿Los lloraron bien? ¿Hicieron penitencia bien? ¿Tomaron bien todos los medios que el buen Dios les inspiró para no recaer más? Vuelva, mi amigo, sobre sus años pasados, examine todas las confesiones y las comuniones que no han sido acompañadas por ninguna enmienda, ni que han sido un punto de cambio en su vida. Tome la antorcha en la mano, usted mismo, para ver el estado de su alma, antes de que Jesucristo mismo se lo muestre para juzgarle y condenarle para siempre. Estremézcanse, hijos míos, sobre esta gran incertidumbre de la validez de tantas confesiones y comuniones. Una sola cosa debe impedirles caer en la desesperación: es que usted vive, y que el buen Dios le ofrece su gracia para salir de este abismo cuya profundidad es infinita, y que para esto sólo hace falta el poder de Dios. ¡Ay, hijos míos!, ¡Cuántos cristianos que ahora arden en los infiernos, oyeron las mismas cosas que ustedes hoy entienden, pero no quisieron sacar provecho de eso, aunque su conciencia gritaba! Pero, ¡Ay! Quisieron salir de eso cuando no pudieron, y cayeron en los infiernos. ¡Ay! ¡Cuántos entre aquellos que me escuchan están en este número, y tendrán la misma suerte! Mi Dios, ¿Es posible conocer su estado y no querer salir de eso? – Pero, me dirán, ¿Quién se atreverá a acercarse a la Mesa Santa, y asegurar de que ha hecho alguna buena comunión en su vida? ¿Podremos levantarnos para ir a la Mesa santa? ¿No va aparecer una mano invisible que me rechace y me golpee de muerte? Mi amigo, para esto no le digo nada; sondee su conciencia, y vea en cual estado está; vea si saliendo de la Mesa santa usted se presentaría con confianza delante del tribunal de Jesucristo. Entonces, me dirán, vale más dejar de comulgar, que exponerse a un tal crimen. - Mi amigo, esta es una idea del tamaño del sacrilegio. No fue mi intención alejarle de la comunión santa, sino solamente hacerle abrir los ojos a los que están en este número, para reparar el pecado que cometieron, mientras es tiempo, y para llevar a los que tienen la esperanza de estar exentos de este crimen espantoso, a disposiciones más perfectas.
¿Qué debemos concluir, hijos míos, de todo esto? Que debemos hacer nuestras confesiones y nuestras comuniones como nos gustaría hacerlas a la hora de la muerte, cuando apareceremos delante del tribunal de Jesucristo , con el fin de que, haciéndolo bien siempre, tengamos el cielo como recompensa. Esto es lo que les deseo.
Santo Cura de Ars