lunes, 26 de diciembre de 2016

EL POR QUE DE LA MEDALLA MILAGROSA

El mensaje de las apariciones a Santa Catalina Labouré, contiene una gran riqueza.

El padre René Laurentin lo hace notar en su Breve tratado de teología Mariana“.

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Cuando se analiza el contenido doctrinal de una manifestación es necesario buscar no sólo en las palabras mismas de la SS. Virgen.
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Las palabras pronunciadas van acompañadas de un conjunto de hechos, de gestos y de signos simbólicos que contienen enseñanzas y sobre las cuales debe detenerse nuestra reflexión.

María cuidó de explicar Ella misma ciertos detalles de su manifestación a Catalina Labouré.
Así cuando dice:
¡Hija mía! Este globo representa al mundo… Estos rayos son símbolos de las gracias que yo derramo sobre aquellos que me las piden.
En cambio ha expresado ciertas verdades que nos quiere enseñar únicamente mediante símbolos.
Esto es particularmente cierto, tratándose de los signos que figuran en el reverso de la medalla.
Estos contienen una lección profunda bastante fácil de leer.
María misma ¿no dijo a la vidente que le preguntaba que debía escribir en el reverso: la letra M y los dos corazones?
Veamos en primer lugar, en este capítulo algunos objetivos generales buscados por la SS. Virgen.
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ÉSTA ES LA “APARICIÓN MADRE”

Lo que primero impacta en las apariciones de la calle du Bac, cuando se las compara con las manifestaciones posteriores de la SS. Virgen, que la Iglesia ha aprobado, son las numerosas relaciones que tienen con estas últimas.

No solamente es necesario relacionarlas con las otras cuatro grandes manifestaciones marianas que se sucederán en Francia a lo largo del siglo XIX:
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en 1846 en la Salette; en 1858 en Lourdes; en 1871 en Pontmain; en 1876 en Pellevoisin.
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Sino también, señalar su nexo con las de Fátima de 1917.

Las apariciones de 1830 contienen en germen todas las otras.
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Son como el resumen de todo lo que María dirá cada vez con más claridad e insistencia en sus manifestaciones sucesivas.
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María tiene un plan que va a desarrollar con mayor precisión en las otras intervenciones.
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Como se ha dicho: la aparición a Santa Catalina Labouré es la aparición-madre de la cual saldrán todas las demás.

Desde este punto de vista, las manifestaciones ulteriores de la Santísima Virgen pueden también ayudarnos a encontrar el sentido de tal o cual detalle simbólico de las apariciones de la Rue du Bac.

Así, en el transcurso de sus apariciones posteriores de los siglos XIX y XX, María va a insistir más y más sobre el Rosario.

En la Salette donde habla también abundantemente por símbolos, María lleva alrededor de su corona, en los bordes de su pañoleta y de su vestido, rosas de color rosado, rojo y oro.
A no dudarlo, María quiere hablarnos del Rosario con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.
En Lourdes es ya más precisa, lleva el Rosario en su brazo, lo toma entre sus dedos, hace señas a Bernardita para que lo rece, se asocia también al rezo pasando las cuentas del Rosario, diciendo el Gloria al Padre juntamente con la niña.
En fin, en Fátima será más explícita todavía: María se aparece seis veces y cada vez pide el rezo diario del Rosario.
Y en el desarrollo de la última visión, el 13 de octubre de 1917, declara: “Soy Nuestra Señora del Rosario”.
Deseo que se levante aquí una Capilla en honor mío y que se continúe rezando el Rosario todos los días.
Habiendo dicho esto, sería desconcertante no encontrar el anuncio del Rosario en 1830.
Como lo veremos más adelante, parece correcto afirmar que los quince anillos esmaltados con piedras preciosas que María lleva en cada mano, no tienen otro significado más que los quince misterios del Rosario.
La verificación de estas relaciones con las manifestaciones ulteriores de María nos muestra por consiguiente de antemano la importancia y riqueza de la aparición a Catalina Labouré.
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ASIENTA EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Parece comprobado que la Medalla Milagrosa suscitó la corriente anhelada de fe y de invocación.
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El grado de presión espiritual necesario para la definición dogmática de 1854.

Es debido a millones de medallas que rápidamente la Medalla de la Inmaculada Concepción (como se llamaba al principio), se extendiera como un reguero de pólvora.
No sólo en Europa, sino también en todo el mundo, sembrando gracias de conversiones y a menudo el milagro.
De aquí el nombre que le adjudicó la voz popular “La Medalla Milagrosa”.
Desde 1833 (la medalla empezó a acuñarse en 1832) llegan cartas de Obispos a la calle du Bac o al arzobispado de París para atestiguar que la fe renace.
Que la oración florece de nuevo, movimientos de conversión se manifiestan a raíz de la difusión de la medalla de María sin pecado concebida, revelada en París.
Por eso en todas partes reclaman la famosa medalla, no solo las personas particulares, sino parroquias enteras y aún diócesis, por medio de sus párrocos y obispos.
De manera que la invocación “Oh María sin pecado concebida…”, que llegó a ser como la oración jaculatoria de los años 1830 a 1850, preparaba todos los corazones católicos al acto solemne de la Inmaculada Concepción.
Por el cual Pío IX, proclamaría el 8 de diciembre de 1854, como dogma de fe que debía ser creído por todo el mundo, el hecho de que María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su Concepción.

Esta contribución de la Medalla Milagrosa a la creación del clima requerido para la proclamación de este dogma, ha sido reconocida en el Congreso Romano del Cincuentenario de la definición de la Inmaculada Concepción en 1904.

Ha sido afirmada también por el oficio litúrgico de Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa. La Divina Providencia todo lo conduce maravillosamente.

La definición dogmática de 1854 fue preparada por las apariciones de la calle du Bac y fue confirmada magníficamente por las de Lourdes en 1858.

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REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO Y AL MATERIALISMO

Éste es otro fin de María al aparecerse a Catalina Labouré: Dar un antídoto al racionalismo reinante y al materialismo que estaba por aparecer.
En el centenario de las apariciones de Lourdes, el Canónigo Barthas sacó a luz un libro: “De la Gruta a la encina verde (de Fátima)”.

Allí muestra que en las manifestaciones marianas de 1830 a 1953 (Siracusa) el dato más evidente es la revelación progresiva de las riquezas del Corazón Inmaculado de María, como antídoto a las falsas místicas de los siglos XIX y XX.

Analiza particularmente los casos de Lourdes y de Fátima y muestra que Lourdes fue un remedio al racionalismo y Fátima al ateísmo.
Pues bien, ambas manifestaciones son intervenciones de la Inmaculada.
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LOURDES: REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO

La Inmaculada Concepción revelada en Lourdes ha sido un remedio providencial contra el racionalismo.
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Los Papas Gregorio XVI y Pío IX, había ya comprendido que el dogma de la Inmaculada Concepción era un contrapeso de los errores modernos.
Pío IX sobre todo había captado el nexo real entre este dogma mariano, que se encuentra en el centro de los misterios de la salvación y las negaciones o alteraciones de la verdad provocadas por el racionalismo.
Por este motivo sobre todo, definió la Inmaculada Concepción, dogma que María debía confirmar cuatro años más tarde en Lourdes.
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FÁTIMA: REMEDIO FRENTE AL ATEÍSMO

Por otra parte la revelación del Corazón Inmaculado de María y del Rosario en Fátima constituyó un remedio contra el ateísmo.
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María se aparecía aquí al mismo tiempo que estallaba en Rusia la revolución roja y declaraba al respecto:
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“Si se hace lo que pido (recitación diaria del Rosario y consagración del mundo a su Corazón Inmaculado) habrá paz y Rusia se convertirá.”

Según esto al aparecerse en la calle du Bac en 1830 y traer la Medalla, la Virgen se declara ya Inmaculada en su Concepción y anuncia la devoción a su Corazón Inmaculado.
Sobre la Medalla hace escribir: “¡Oh María sin pecado concebida…!”; es lo equivalente a lo que dirá en Lourdes“Soy la Inmaculada Concepción”.
Comienza por lo tanto en 1830 a combatir el racionalismo. Por otra parte sobre la Medalla está su Corazón Inmaculado al lado del Corazón de Jesús.
Anuncia de antemano la lucha contra el materialismo que no iba a tardar en aparecer.
Es evidente que las apariciones de la Virgen están en relación con las necesidades de las almas y de la Iglesia.
Están adaptadas a la naturaleza de los errores que era especialmente urgente combatir.
He aquí porqué desde que conoció las manifestaciones de la calle du Bac el Papa Gregorio XVI favoreció con todo su influjo la devoción a la Medalla Milagrosa.
He aquí porqué justamente en nuestro tiempo en que el materialismo, teórico o práctico, hace correr el riesgo de sumergirlo todo, más que nunca es necesario que nos volvamos a la Inmaculada.
Que escuchemos las recomendaciones del Corazón Inmaculado de María hacia el cual nos orienta ya la Medalla y repitamos sin cesar la invocación: “¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!”.
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MENSAJE DOCTRINAL DE LA MEDALLA

Lo que impacta primero es que la Medalla presenta el misterio de María en un contexto escriturístico como lo hacen la teología actual y especialmente el Concilio Vaticano II.

EL MENSAJE BÍBLICO

El anverso de la Medalla sintetiza la gran promesa de Dios en la primera página de la Biblia.
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La del Redentor y de la Mujer que le será asociada y que aplastará la cabeza de la serpiente infernal.
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Porque el mismo decreto divino que requería al Redentor, requería también la asociación de María a su obra redentora.

Por el contrario el reverso de la Medalla nos muestra la última revelación mariana de la Escritura.
La de esa mujer que San Juan nos presenta en el Apocalipsis “revestida de sol, la luna bajo los pies y coronada de doce estrellas”.
Y entre ambas está la página central de la Revelación y de la actitud del amor de Dios a favor de la Humanidad.
El misterio de la Encarnación y el de la Cruz en que el Redentor y su Madre están unidos en la obra común de nuestra salvación.
Así como lo sugieren el simbolismo de la M coronada por la Cruz y el de los dos Corazones doloridos.
María estaba de pie junto a la Cruz y su corazón traspasado por una espada sufría al mismo tiempo que el de su Hijo, Rey de los Judíos, crucificado y coronado de espinas.
Pero el hecho de mostrar la Medalla a la Virgen asociada a su Hijo, subraya otro aspecto de la verdad teológica mariana.

La de ser Cristocéntrica, es decir que María existe totalmente en función de Cristo y la devoción mariana no tiene otra razón de ser sino la de llevarnos a Cristo.

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lunes, 14 de noviembre de 2016

UN ALMA QUE SE SANTIFICA

Un alma que se santifica.

Un alma que se santifica vale más que todo lo demás, que todas las obras exteriores y de apostolado. Es bueno que esto lo tengamos en cuenta para no equivocar el camino. Está bien que hagamos apostolado y evangelicemos, pero los primeros evangelizados debemos ser nosotros mismos. Tenemos que poner en práctica lo que sabemos de nuestra fe, y trabajar en nuestra santificación y, sobre todo, dejar trabajar a Dios en nosotros para que Él nos santifique con su Espíritu Santo.
Es que a veces estamos tan atareados en el apostolado y en buscar la salvación de las almas, que quizás nos olvidamos un poco o bastante de nuestra propia alma, siendo que nadie puede dar lo que no tiene, y entonces jamás daremos a Jesús a los demás, si no lo tenemos nosotros por la gracia santificante y las virtudes.
Ahora es el momento de recordar también aquella frase muy verdadera que dice: “Alma por alma, salvo la mía”. Es decir, que debo tratar de salvar almas, pero PRIMERO debo salvar mi propia alma, tengo que trabajar por mi santificación, huyendo del pecado y practicando la virtud, alimentando mi alma con la Palabra de Dios y con los Sacramentos, pues paradójicamente cuanto más pensamos en nosotros y en nuestra santificación, tanto mayor bien hacemos a los demás, sabiéndolo o sin saberlo, pues aunque ni siquiera salgamos de nuestra casa a predicar, con nuestra santificación, y gracias a la Comunión de los Santos, por los que todos estamos misteriosa pero realmente unidos, hacemos mucho bien a las almas. Recordemos que Santa Teresita es patrona de las misiones, y jamás salió de su convento. Con esto la Iglesia nos quiere recordar una verdad muy olvidada en estos tiempos de frenética actividad: Que sólo hay una cosa importante: tener a Dios en el alma por la gracia, y buscar ser santos.
Pensemos en estas cosas y tratemos de ponerlas en práctica, porque tanto ver este mundo, y las cosas de este mundo, de manera racionalista, con la sola razón, nos olvidamos de practicar la Fe, nos olvidamos de que Dios es un Dios de milagros y que trabaja en lo interior y escondido, y que difícilmente las obras de Dios se traslucen al exterior, y en todo caso, si se ven exteriormente, es porque hay un interior muy unido al Señor.
Así que cuando nos asalte el pensamiento de que “yo no hago nada, ningún apostolado, nada aparentemente útil”, pensemos que la forma de ser más “útiles” a Dios y a los hermanos, es trabajar en nuestra propia santificación.
cenaculo

martes, 18 de octubre de 2016

EL CATOLICO DEBE CREER EN LA VERDAD DELA IGLESIA O DEBE DUDAR ?

“A pesar de los varios obstáculos, particularmente los fundamentalismos de ambas partes, es un deber para todo cristiano el diálogo interreligioso, en el cual ambas partes encuentren purificación y enriquecimiento”

Cuando Pilato, con temor reverencial, pregunta a Cristo, en el pretorio, a respecto de su realeza, este proclama: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. (Jn 18, 37) ¿Sería Nuestro Señor Jesucristo un fundamentalista al afirmar esto con tanta convicción y propiedad? Siendo Dios hecho hombre, la Verdad en substancia, no podía ser diferente. Del mismo modo, su Iglesia no puede ser sino la única detentora de la verdad, como afirma San Pablo: “es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad”. (1 Tim 3, 15) El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la Iglesia “guarda fielmente ‘la fe transmitida a los santos de una vez para siempre’ (cf. Judas 3). Ella es la que guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de fe de los apóstoles” (CCE 171). Además, el Divino Maestro dejó un mandato a los apóstoles: “Es necesario que se anuncie antes el Evangelio a todos los pueblos”. (Mc 13, 10) Por lo tanto, el diálogo de la Iglesia Católica con las otras religiones tiene como punto primordial el anuncio del Evangelio, llamando a la conversión.
No obstante, Jesús declara que los que no acepten su Evangelio serán condenados: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado”. (Mc 16, 15-16) Es decir, deja claro que la Iglesia debe definir bien los campos: los que están en la verdad y los que se obstinan en mantenerse en el error. Frente a otras religiones, todo cristiano tiene el deber de no “‘avergonzarse de dar testimonio del Señor” (2 Tm 1, 8). En las situaciones que exigen dar testimonio de la fe, el cristiano debe profesarla sin ambigüedad, a ejemplo de san Pablo ante sus jueces. Debe guardar una ‘conciencia limpia ante Dios y ante los hombres’ (Hch 24, 16)” (CCE 2471), sin componendas.
Ser fiel a la verdad de la Iglesia no es fundamentalismo, sino integridad en la fe. Y el diálogo interreligioso que no apunte a la conversión o cree que la Iglesia se enriquece y se purifica con otros credos es poner en duda la verdad de la Iglesia, cuales nuevos Pilato: “quid est veritas?”. (Jn 18, 38) Un diálogo que duda de Aquel que dijo de sí mismo “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jo 14, 6) no puede “tener significado de amor a la verdad”, sino que es relativismo. Y el Apocalipsis es muy severo con los relativistas: “porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca”. (Ap 3, 16) ¿Cuál es la enseñanza del Magisterio acerca del verdadero diálogo interreligioso?

Francisco

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Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades, particularmente los fundamentalismos de ambas partesEste diálogo interreligioso es una condición necesaria para la paz en el mundo, y por lo tanto es un deber para los cristianos,así como para otras comunidades religiosas. Este diálogo es, en primer lugar, una conversación sobre la vida humana o simplemente, como proponen los Obispos de la India, “estar abiertos a ellos, compartiendo sus alegrías y penas (Declaración final de la XXX Asamblea general, n. 8.9.). Así aprendemos a aceptar a los otros en su modo diferente de ser, de pensar y de expresarse. De esta forma, podremos asumir juntos el deber de servir a la justicia y la paz, que deberá convertirse en un criterio básico de todo intercambio. Un diálogo en el que se busquen la paz social y la justicia es en sí mismo, más allá de lo meramente pragmático, un compromiso ético que crea nuevas condiciones sociales. Los esfuerzos en torno a un tema específico pueden convertirse en un proceso en el que, a través de la escucha del otro, ambas partes encuentren purificación y enriquecimiento. Por lo tanto, estos esfuerzos también pueden tener el significado del amor a la verdad. (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n. 250, 24 de noviembre de 2013)

LOS HEREJES NOS VAN A ENSEÑAR LA FIDELIDAD AL EVANGELIO?

“Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el principio de la jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio. ¡Son tantas y tan valiosas las cosas que nos unen! ¡Cuantas cosas podemos aprender unos de otros!”

Acababa la última cena y ya el traidor se había retirado para ejecutar su crimen. Jesús, en la sola compañía de sus Apóstoles, elevó al Padre celestial la conocida oración sacerdotal, en la que pide por sus discípulos y en ellos por todos los que formarían parte de su rebaño, o sea, de su única Iglesia, la católica. Los apóstoles, para poder transmitir la doctrina y la fe verdadera, tuvieron que pasar tres años de intensa convivencia con el Divino Maestro. Prueba de ello es que en el colegio apostólico no había discrepancias religiosas: todos poseían la misma fe, la misma doctrina, las mismas enseñanzas.
Ese rico tesoro fue siendo transmitido por ellos y sus sucesores a los católicos de todos los tiempos, incontaminado e imposible de ser modificado por nadie hasta el final de los siglos. En ese depósito de fe se encuentra la base para la unión entre los católicos, conquistada y solidificada por la oración del Divino Maestro: “que todos sean uno” (Jn 17, 21).
Sin embargo, no faltaron herejes que, en pos de un extraño sincretismo, tergiversaron esas palabras, afirmando que Jesús en este momento pidió para que todas las religiones se unieran. Y mucho peor, que su Iglesia buscara en las otras algo que pudiese enriquecerla en la fuerza y plenitud de su anuncio evangélico.
Para evitar esa idea que subconscientemente se encuentra en la cabeza de más de uno, veamos en este estudio cual es la verdadera concepción de ecumenismo, si el anuncio de las otras religiones es verdadero y si los católicos podemos buscar algo en ellas sin injuriar a nuestra Santa Madre Iglesia.

Francisco

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El empeño ecuménico responde a la oración del Señor Jesús que pide “que todos sean uno” (Jn 17, 21). La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones y la Iglesia realizara “la plenitud de catolicidad que le es propia, en aquellos hijos que, incorporados a ella ciertamente por el bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión” [Unitatis redintegratio, n. 4]. Tenemos que recordar siempre que somos peregrinos, y peregrinamos juntos. Para eso, hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas, y mirar ante todo lo que buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Confiarse al otro es algo artesanal, la paz es artesanal. Jesús nos dijo: “¡Felices los que trabajan por la paz!” (Mt 5, 9). En este empeño, también entre nosotros, se cumple la antigua profecía: “De sus espadas forjarán arados” (Is 2, 4). […]Dada la gravedad del antitestimonio de la división entre cristianos, particularmente en Asia y en África, la búsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente. Los misioneros en esos continentes mencionan reiteradamente las críticas, quejas y burlas que reciben debido al escándalo de los cristianos divididos. Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el principio de la jerarquía de verdades, podremos caminar decididamente hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio. La inmensa multitud que no ha acogido el anuncio de Jesucristo no puede dejarnos indiferentes. Por lo tanto, el empeño por una unidad que facilite la acogida de Jesucristo deja de ser mera diplomacia o cumplimiento forzado, para convertirse en un camino ineludible de la evangelización. Los signos de división entre los cristianos en países que ya están destrozados por la violencia agregan más motivos de conflicto por parte de quienes deberíamos ser un atractivo fermento de paz. ¡Son tantas y tan valiosas las cosas que nos unen! Y si realmente creemos en la libre y generosa acción del Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros! No se trata sólo de recibir información sobre los demás para conocerlos mejor, sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros. Sólo para dar un ejemplo, en el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad. A través de un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y al bien.