El mensaje de las apariciones a Santa Catalina Labouré, contiene una gran riqueza.
El padre René Laurentin lo hace notar en su “Breve tratado de teología Mariana“.
Cuando se analiza el contenido doctrinal de una manifestación es necesario buscar no sólo en las palabras mismas de la SS. Virgen.
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Las palabras pronunciadas van acompañadas de un conjunto de hechos, de gestos y de signos simbólicos que contienen enseñanzas y sobre las cuales debe detenerse nuestra reflexión.
María cuidó de explicar Ella misma ciertos detalles de su manifestación a Catalina Labouré.
Así cuando dice:
¡Hija mía! Este globo representa al mundo… Estos rayos son símbolos de las gracias que yo derramo sobre aquellos que me las piden.
En cambio ha expresado ciertas verdades que nos quiere enseñar únicamente mediante símbolos.
Esto es particularmente cierto, tratándose de los signos que figuran en el reverso de la medalla.
Estos contienen una lección profunda bastante fácil de leer.
María misma ¿no dijo a la vidente que le preguntaba que debía escribir en el reverso: la letra M y los dos corazones?
Veamos en primer lugar, en este capítulo algunos objetivos generales buscados por la SS. Virgen.
ÉSTA ES LA “APARICIÓN MADRE”
Lo que primero impacta en las apariciones de la calle du Bac, cuando se las compara con las manifestaciones posteriores de la SS. Virgen, que la Iglesia ha aprobado, son las numerosas relaciones que tienen con estas últimas.
No solamente es necesario relacionarlas con las otras cuatro grandes manifestaciones marianas que se sucederán en Francia a lo largo del siglo XIX:
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en 1846 en la Salette; en 1858 en Lourdes; en 1871 en Pontmain; en 1876 en Pellevoisin.
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Sino también, señalar su nexo con las de Fátima de 1917.
Las apariciones de 1830 contienen en germen todas las otras.
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Son como el resumen de todo lo que María dirá cada vez con más claridad e insistencia en sus manifestaciones sucesivas.
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María tiene un plan que va a desarrollar con mayor precisión en las otras intervenciones.
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Como se ha dicho: la aparición a Santa Catalina Labouré es la aparición-madre de la cual saldrán todas las demás.
Desde este punto de vista, las manifestaciones ulteriores de la Santísima Virgen pueden también ayudarnos a encontrar el sentido de tal o cual detalle simbólico de las apariciones de la Rue du Bac.
Así, en el transcurso de sus apariciones posteriores de los siglos XIX y XX, María va a insistir más y más sobre el Rosario.
En la Salette donde habla también abundantemente por símbolos, María lleva alrededor de su corona, en los bordes de su pañoleta y de su vestido, rosas de color rosado, rojo y oro.
A no dudarlo, María quiere hablarnos del Rosario con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.
En Lourdes es ya más precisa, lleva el Rosario en su brazo, lo toma entre sus dedos, hace señas a Bernardita para que lo rece, se asocia también al rezo pasando las cuentas del Rosario, diciendo el Gloria al Padre juntamente con la niña.
En fin, en Fátima será más explícita todavía: María se aparece seis veces y cada vez pide el rezo diario del Rosario.
Y en el desarrollo de la última visión, el 13 de octubre de 1917, declara: “Soy Nuestra Señora del Rosario”.
Deseo que se levante aquí una Capilla en honor mío y que se continúe rezando el Rosario todos los días.
Habiendo dicho esto, sería desconcertante no encontrar el anuncio del Rosario en 1830.
Como lo veremos más adelante, parece correcto afirmar que los quince anillos esmaltados con piedras preciosas que María lleva en cada mano, no tienen otro significado más que los quince misterios del Rosario.
La verificación de estas relaciones con las manifestaciones ulteriores de María nos muestra por consiguiente de antemano la importancia y riqueza de la aparición a Catalina Labouré.
ASIENTA EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
Parece comprobado que la Medalla Milagrosa suscitó la corriente anhelada de fe y de invocación.
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El grado de presión espiritual necesario para la definición dogmática de 1854.
Es debido a millones de medallas que rápidamente la Medalla de la Inmaculada Concepción (como se llamaba al principio), se extendiera como un reguero de pólvora.
No sólo en Europa, sino también en todo el mundo, sembrando gracias de conversiones y a menudo el milagro.
De aquí el nombre que le adjudicó la voz popular “La Medalla Milagrosa”.
Desde 1833 (la medalla empezó a acuñarse en 1832) llegan cartas de Obispos a la calle du Bac o al arzobispado de París para atestiguar que la fe renace.
Que la oración florece de nuevo, movimientos de conversión se manifiestan a raíz de la difusión de la medalla de María sin pecado concebida, revelada en París.
Por eso en todas partes reclaman la famosa medalla, no solo las personas particulares, sino parroquias enteras y aún diócesis, por medio de sus párrocos y obispos.
De manera que la invocación “Oh María sin pecado concebida…”, que llegó a ser como la oración jaculatoria de los años 1830 a 1850, preparaba todos los corazones católicos al acto solemne de la Inmaculada Concepción.
Por el cual Pío IX, proclamaría el 8 de diciembre de 1854, como dogma de fe que debía ser creído por todo el mundo, el hecho de que María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su Concepción.
Esta contribución de la Medalla Milagrosa a la creación del clima requerido para la proclamación de este dogma, ha sido reconocida en el Congreso Romano del Cincuentenario de la definición de la Inmaculada Concepción en 1904.
Ha sido afirmada también por el oficio litúrgico de Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa. La Divina Providencia todo lo conduce maravillosamente.
La definición dogmática de 1854 fue preparada por las apariciones de la calle du Bac y fue confirmada magníficamente por las de Lourdes en 1858.
REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO Y AL MATERIALISMO
Éste es otro fin de María al aparecerse a Catalina Labouré: Dar un antídoto al racionalismo reinante y al materialismo que estaba por aparecer.
En el centenario de las apariciones de Lourdes, el Canónigo Barthas sacó a luz un libro: “De la Gruta a la encina verde (de Fátima)”.
Allí muestra que en las manifestaciones marianas de 1830 a 1953 (Siracusa) el dato más evidente es la revelación progresiva de las riquezas del Corazón Inmaculado de María, como antídoto a las falsas místicas de los siglos XIX y XX.
Analiza particularmente los casos de Lourdes y de Fátima y muestra que Lourdes fue un remedio al racionalismo y Fátima al ateísmo.
Pues bien, ambas manifestaciones son intervenciones de la Inmaculada.
LOURDES: REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO
La Inmaculada Concepción revelada en Lourdes ha sido un remedio providencial contra el racionalismo.
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Los Papas Gregorio XVI y Pío IX, había ya comprendido que el dogma de la Inmaculada Concepción era un contrapeso de los errores modernos.
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Los Papas Gregorio XVI y Pío IX, había ya comprendido que el dogma de la Inmaculada Concepción era un contrapeso de los errores modernos.
Pío IX sobre todo había captado el nexo real entre este dogma mariano, que se encuentra en el centro de los misterios de la salvación y las negaciones o alteraciones de la verdad provocadas por el racionalismo.
Por este motivo sobre todo, definió la Inmaculada Concepción, dogma que María debía confirmar cuatro años más tarde en Lourdes.
FÁTIMA: REMEDIO FRENTE AL ATEÍSMO
Por otra parte la revelación del Corazón Inmaculado de María y del Rosario en Fátima constituyó un remedio contra el ateísmo.
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María se aparecía aquí al mismo tiempo que estallaba en Rusia la revolución roja y declaraba al respecto:
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“Si se hace lo que pido (recitación diaria del Rosario y consagración del mundo a su Corazón Inmaculado) habrá paz y Rusia se convertirá.”
Según esto al aparecerse en la calle du Bac en 1830 y traer la Medalla, la Virgen se declara ya Inmaculada en su Concepción y anuncia la devoción a su Corazón Inmaculado.
Sobre la Medalla hace escribir: “¡Oh María sin pecado concebida…!”; es lo equivalente a lo que dirá en Lourdes: “Soy la Inmaculada Concepción”.
Comienza por lo tanto en 1830 a combatir el racionalismo. Por otra parte sobre la Medalla está su Corazón Inmaculado al lado del Corazón de Jesús.
Anuncia de antemano la lucha contra el materialismo que no iba a tardar en aparecer.
Es evidente que las apariciones de la Virgen están en relación con las necesidades de las almas y de la Iglesia.
Están adaptadas a la naturaleza de los errores que era especialmente urgente combatir.
He aquí porqué desde que conoció las manifestaciones de la calle du Bac el Papa Gregorio XVI favoreció con todo su influjo la devoción a la Medalla Milagrosa.
He aquí porqué justamente en nuestro tiempo en que el materialismo, teórico o práctico, hace correr el riesgo de sumergirlo todo, más que nunca es necesario que nos volvamos a la Inmaculada.
Que escuchemos las recomendaciones del Corazón Inmaculado de María hacia el cual nos orienta ya la Medalla y repitamos sin cesar la invocación: “¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!”.
MENSAJE DOCTRINAL DE LA MEDALLA
Lo que impacta primero es que la Medalla presenta el misterio de María en un contexto escriturístico como lo hacen la teología actual y especialmente el Concilio Vaticano II.
EL MENSAJE BÍBLICO
El anverso de la Medalla sintetiza la gran promesa de Dios en la primera página de la Biblia.
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La del Redentor y de la Mujer que le será asociada y que aplastará la cabeza de la serpiente infernal.
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Porque el mismo decreto divino que requería al Redentor, requería también la asociación de María a su obra redentora.
Por el contrario el reverso de la Medalla nos muestra la última revelación mariana de la Escritura.
La de esa mujer que San Juan nos presenta en el Apocalipsis “revestida de sol, la luna bajo los pies y coronada de doce estrellas”.
Y entre ambas está la página central de la Revelación y de la actitud del amor de Dios a favor de la Humanidad.
El misterio de la Encarnación y el de la Cruz en que el Redentor y su Madre están unidos en la obra común de nuestra salvación.
Así como lo sugieren el simbolismo de la M coronada por la Cruz y el de los dos Corazones doloridos.
María estaba de pie junto a la Cruz y su corazón traspasado por una espada sufría al mismo tiempo que el de su Hijo, Rey de los Judíos, crucificado y coronado de espinas.
Pero el hecho de mostrar la Medalla a la Virgen asociada a su Hijo, subraya otro aspecto de la verdad teológica mariana.