jueves, 24 de agosto de 2017

EL ISLAM AZOTE DE DIOS.................

EL ISLAM, AZOTE DE DIOS A LA HEREJÍA

[Las invasiones musulmanas han sido, a lo largo de la historia, un tremendo castigo de Dios a pueblos un día de una fe católica floreciente. Lo siguiente es un extracto de un magnífico trabajo de Louis-Hubert REMY, con una cita de un celebrado escritor eclesiástico. La fuente (en francés) está al final de la  cita]
Dom Prosper Guéranger, 24 de junio de 1858
Educado en la escuela de las Sagradas Escrituras, el historiador cristiano sabe que la esclavitud de los pueblos sometidos a la conquista de un yugo de hierro es a la vez un castigo por las transgresiones de un pueblo y sirven de un terrible ejemplo para otras naciones. No es mucho que un cristiano entienda lo que un bárbaro comprendió, una especie de salvaje, Atila en una palabra, que se llamaba a sí mismo, el Azote de un Dios a quien ni siquiera conocía. No hay duda, el Islam no es sólo una revolución de árabes aburridos bajo sus tiendas, a quienes un jefe iluminado sembró emociones que los impulsó repentinamente a la conquista de las ciudades más lujosas de Oriente. No; sino que Dios consintió que venciera durante un tiempo el antiguo enemigo del hombre y le permitió elegir un cuerpo con el que sedujera a las gentes, para esclavizarlas después por la espada. Así surgió Muhammad, el hombre de Satanás, con su Corán, su satánico evangelio.
Pero ¿cuál fue el crimen que hizo que la justicia de Dios llegara hasta el final, abandonando a estas gentes a la esclavitud de la que todavía no sabemos el final? La HEREJÍA fue este crimen atroz, que hace inútil la venida del Hijo de Dios a este mundo, que rechaza la Palabra de Dios, que pisotea la enseñanza infalible de la Iglesia. Esas gentes deben ser castigadas para que las naciones cristianas entiendan que nadie se levanta contra la palabra revelada sin incurrir en el castigo, incluso en este mundo, por su audacia e ingratitud. Así sucumbió Alejandría, y la segunda sede de Pedro, Antioquía, en la que por primera vez sentó su cátedra, y Jerusalén, que guarda la tumba gloriosa del Salvador.
En estas ciudades famosas, vivía un pueblo tan pronto ortodoxo como hereje, en SEGUIMIENTO de sus patriarcas; el mismo seguimiento servil que llevó a otro pueblo más numeroso a proferir las blasfemias que provenían de los dogmas impíos de Nestorio y Eutiques, acabó por engullir a los restantes católicos de aquella iglesia, antaño floreciente, con las aguas de un diluvio que tragó tanto a los pecadores arrepentidos como a la multitud de los impíos que Dios había decidido destruir, tal como sucede con la pestilencia que Dios envía a un país que hiere tanto a los amigos como a los enemigos de Dios.
La arremetida se detuvo ante Constantinopla sin inundar las regiones que la bordeaban. El Imperio de Oriente, convertido ya en el imperio griego, hubiera debido aprender la lección. Si Bizancio se hubiera mantenido firme en la Fe, Omar no habría visitado Alejandría o Antioquía o Jerusalén. Se concedió un plazo de demora al imperio griego; duró ocho siglos; pero cuando Bizancio colmó la medida, la Media Luna vengadora reapareció. No será ya el sarraceno, a quien se va a utilizar. Sino el turco. Se arrancarán de Santa Sofía sus imágenes cristianas y en su lugar aparecen dibujados los versos del Corán, porque ella se convirtió en santuario del cisma y de la herejía.
Pero volvamos a Bizancio. En aquél momento, el sarraceno, después de haber sometido a servidumbre las tres ciudades santas, somete Armenia, cuyo pueblo había abrazado el error monofisita; error que se extiende todo a lo largo de la costa de África, corrompida por el arrianismo, y llega de un salto a España. Más tarde será echado de ella por la fuerza, pues la herejía [arriana] fue vencida allí: sólo estará en ella [ España] durante un tiempo. La audacia del sarraceno, le lleva incluso a penetrar en suelo francés, pero lo expiará cruelmente en los campos de Poitou. El Islam se había equivocado; donde la herejía no reina, no hay lugar para él. En retorno de su aventura, recibirá en la Península más de una visita de Carlomagno, el siempre ortodoxo y siempre victorioso, el caballero de Cristo que irá en ayuda de sus hermanos españoles. Detengámonos aquí, inclinándonos reverentes ante la justicia de Dios que castiga la herejía en la que se reconoce la verdadera causa de los triunfos del Islam, y la única razón de la permisión divina a su existencia, sin haberse mantenido como una secta oscura y efímera en el fondo de Arabia.

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