miércoles, 29 de marzo de 2017

PRACTICA LA HUMILDAD

Práctica la humildad con estos 6 pasos

Los santos afirman con claridad que la humildad es el fundamento de toda creencia espiritual. Si no somos humildes, no somos santos. Así de simple. Pero por muy sencillo que sea saber que debemos ser humildes, no siempre es fácil poner en práctica esta virtud. Aquí disponen de seis métodos para cultivar la virtud de la humildad.
  1. REZAR PIDIENDO LA VIRTUD DE LA HUMILDAD
Toda virtud toma forma en el alma gracias a la práctica frecuente de la oración. Si deseáis realmente ser humildes, rezad todos los días por recibir esta gracia. Pedid a Dios que os ayude a derrotar a vuestro amor propio. Como enseñaba el santo cura de Ars:
Cada día deberíamos pedir a Dios con todo nuestro corazón por la virtud de la humildad y la gracia de comprender que no somos nada por nosotros mismos, y que nuestro bienestar corporal y espiritual viene sólo de Él.
Para ello, os recomiendo encarecidamente una hermosa oración conocida como Letanías de la humildad.
  1. ACEPTAR LA HUMILLACIÓN
Tal vez la manera más dolorosa, pero también la más eficaz, de aprender humildad sea la de aceptar las circunstancias humillantes y embarazosas. En palabras del padre Gabriel de Santa Marie-Madeleine:
Muchas almas querrían ser humildes, pero pocas desean la humillación. Muchos piden a Dios rezando fervorosamente por que les haga humildes, pero muy pocos desean ser humillados. Sin embargo, es imposible obtener la virtud de la humildad sin las humillaciones; de igual forma que a través del estudio podemos adquirir conocimiento, es a través del camino de la humillación que podemos lograr humildad.
Mientras deseemos la virtud de la humildad pero no estemos dispuestos a aceptar los medios que conducen a ella, no estaremos verdaderamente en el buen camino para adquirirla. Incluso si en algunas situaciones somos capaces de actuar humildemente, podría ser solamente el resultado de una humildad superficial y aparente, en vez de una humildad real y profunda. La humildad es la verdad; por consiguiente, decimos que, puesto que no poseemos nada por nosotros mismos, a excepción del pecado, es justo que recibamos humillación y desprecio.
  1. OBEDECER A LA AUTORIDAD
Una de las manifestaciones más evidentes de orgullo es la desobediencia. Paradójicamente, la desobediencia y la rebelión son aclamadas como grandes virtudes en la sociedad occidental moderna. La caída de Satán fue a causa de su orgullo: Non serviam, “No serviré”.
Por otro lado, la humildad se manifiesta siempre como obediencia a la autoridad, ya esté representada por un jefe o por el gobierno. Como decía san Benito:
El primer grado de humildad es la obediencia sin demora.
  1. DESCONFIAR DE UNO MISMO
Los santos nos dicen que si desconfiáramos de nosotros mismos y depositáramos nuestra confianza únicamente en Dios, entonces nunca cometeríamos ningún pecado. El sacerdote y escritor Lorenzo Scupoli llegó incluso a decir que:
La desconfianza en uno mismo es indispensable en el combate espiritual. Sin esta virtud, no podemos esperar vencer nuestras más débiles pasiones, y aún menos conseguir la victoria.
  1. RECONOCER QUE NO SOMOS NADA
Otro medio muy eficaz de cultivar la humildad es meditar sobre la grandeza y el esplendor de Dios, reconociendo al mismo tiempo nuestra propia nulidad en comparación a Él. El cura de Ars afirma que:
¿Quién podrá contemplar la grandeza de un Dios, sin anonadarse en su presencia, pensando que con una sola palabra ha creado el cielo de la nada, y que una sola mirada suya podría aniquilarlo? ¡Un Dios tan grande, cuyo poder no tiene límites, un Dios lleno de toda suerte de perfecciones, un Dios de una eternidad sin fin, con la magnitud de su justicia, con su providencia que tan sabiamente lo gobierna todo y que con tanta diligencia provee a todas nuestras necesidades! ¡Ante Él no somos nada!
  1. CONSIDERAR A LOS DEMÁS SUPERIORES A UNO MISMO
Cuando somos orgullosos, pensamos inevitablemente que somos mejores que los demás. Rezamos como el fariseo: “Señor, te doy gracias porque no soy como los demás hombres”. Esta satisfacción con uno mismo es increíblemente peligrosa para nuestras almas y es una abominación para Dios. Las Escrituras y los santos afirman que el único camino seguro consiste en considerar que los demás son mejores que nosotros mismos. “No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo”, afirma san Pablo (Fil 2:3).
Tomás de Kempis resume esta enseñanza en el capítulo 7 de su clásico La Imitación de Cristo:
No te estimes por mejor que otros, porque no seas quizá tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus buenas obras, porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, y a Él muchas veces desagrada lo que a ellos contenta. Si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores los otros, porque así conservas la humildad. No te daña si te pusieres debajo de todos; mas es muy dañoso si te antepones a sólo uno. Continua paz tiene el humilde; mas en el corazón del soberbio hay emulación y saña frecuente.
CONCLUSIÓN
No cabe duda al respecto: la humildad es el fundamento de toda vida espiritual. Sin esta virtud, jamás podremos progresar en santidad. Sin embargo, la humildad no es simplemente una abstracción para ser admirado. Es una virtud que aprender y practicar en las circunstancias de la vida cotidiana, a menudo dolorosas. Hagamos todo lo posible para ser siempre humildes, a imagen de Jesucristo, que “renunció a lo que era suyo y tomó naturaleza de siervo, haciéndose como todos los hombres”.

7 PECADOS DE MODA

7 pecados de moda que debes evitar


1) La mentira
“¿Qué pasaría si la persona nunca lo descubre? ¿Qué tal si es sólo por conveniencia? ¿O qué tal si sirve para lograr un bien mayor?”
No. Mentir es mentir y está mal.
Mentir es decir una falsedad con la intención de engañar y siempre está mal porque es una ofensa contra la verdad, que es Cristo (Juan 14,6).
Recuerda, la mentira es la lengua nativa del demonio, a quien Jesús llama “el padre de la mentira” (Juan 8,44). El libro de la Sabiduría advierte: “la mentira destruye tu alma” (Sabiduría 1,11).
2) Inmoralidad sexual
“¡Huye de la inmoralidad sexual!” (Corintios 6,18).
¿Pero por qué no podemos hacer lo que queramos con nuestros cuerpos? Mientras una persona está de acuerdo, todo vale, ¿no?
No. San Pablo dice: “Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿O no saben que sus cuerpos son templo del espíritu Santo, que habita en ustedes y que han recibido de Dios? Por lo tanto, ustedes no se pertenecen, sino que han sido comprados, ¡y a qué precio! Glorifiquen entonces a Dios en sus cuerpos”. (1 Corintios 6,18-20)
Nosotros podemos pecar contra nuestros propios cuerpos. Dios nos ha hecho a nosotros y a nuestra sexualidad con dignidad, valor y orden, que debe ser respetado y querido.
Recuerden que Cristo predicó sobre la lujuria en el corazón: “No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer con lujuria ya ha cometido adulterio con ella en corazón”.
3) Robo
“No robarás”. (Éxodo 20,15)
Robar es tomar algo que no te pertenece. Eso incluye a todo el material que tenga copyright. Robar no se vuelve aceptable sólo porque estás en Internet. Todo el mundo lo sabe, pero igual lo hacemos. Aun así es un pecado grave.
4) Alcoholismo
El alcohol es un maravilloso don de Dios. Jesús convirtió el agua en vino y los monjes cristianos solían hacer la mejor cerveza del mundo.
Pero beber demasiado hasta el punto de emborracharse y perder el control es un pecado: “No se engañen…los bebedores…no entrarán en el Reino de Dios”. (1 Corintios 6,9-10) “No se emborrachen con vino, porque eso es libertinaje”. Ante esto, San Pablo nos ofrece una alternativa: “Llénense del Espíritu”. (Efesios 5,8).
5) Gula
Algunos se han referido a la gula como el vicio olvidado.
Obviamente necesitamos comer, hay un tiempo para festejar y la comida puede disfrutarse maravillosamente. Pero, al igual que el alcohol, todo debe disfrutarse con moderación. La gula es un amor inmoderado a la comida y no sólo puede traer serias consecuencias a tu salud, sino también para tu alma.
“Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la predicción, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra”. (Filipenses 3,18-19).
6) Venganza
La justicia es importante y cualquier justicia que no ha sido dada por el gobierno será rectificada por Dios al final. Pero a nosotros ahora, Dios nos llama a un plano superior:
“No devuelvan a nadie mal por mal. Procuren hacer el bien delante de todos los hombres. (…) Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios. Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor. Y en otra parte está escrito: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Haciendo esto, amontonarás carbones encendidos sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien”. (Romanos 12. 17, 19-21)
También mantén en mente las enseñanzas de Jesús respecto al perdón: “Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”. (Mateo 6,14-15)
7) Asesinato
“¡Por favor, actualmente nadie comete asesinatos!”. ¿Estás seguro?
El asesinato es la muerte voluntaria y directa de una vida humana inocente. Incluso si la persona es pequeña y está en desarrollo en el vientre de su madre. Incluso si la persona está en desventaja. Incluso si la persona está enferma y es difícil de cuidar. Incluso si la persona es vieja y puede morir pronto de todos modos. El aborto y, cada vez más, la eutanasia es ampliamente aceptada y practicada en toda nuestra sociedad.
El asesinato es una ofensa contra Dios porque los seres humanos fuimos hechos a Su imagen y semejanza. (Génesis 1,27)
Si has cometido alguno de estos pecados arrepiéntete y acógete a la misericordia de Dios.

10 PODEROSAS ARMAS CONTRA EL DEMONIO

10 poderosas armas para luchar contra el Demonio

  1. Lleva una vida ordenada 
En primer lugar, presta mucha atención a la oración, que es la base de tu vida espiritual. Date un tiempo también para leer la Biblia; te sugerimos leer detenidamente el Evangelio de San Mateo 25, 35-40.
Por otra parte, debes estar firmemente arraigado en tu vocación. Podría ser la vida matrimonial, el sacerdocio, la vida consagrada, etc. Pero sea cual sea tu vocación, debes ser fiel en todas las cosas a la llamada que Dios te ha dado.
Finalmente, dedica un tiempo a la Iglesia. Sabemos que no todos hemos sido llamados de tiempo completo al ministerio en la Iglesia, pero todos podemos colaborar de alguna manera, en la medida de nuestras posibilidades.
  1. Rechaza tajantemente la tentación
Un problema en el combate espiritual es la respuesta lenta y débil a la tentación. Pero con la gracia de Dios, puedes fortalecer tu voluntad para rechazar con decisión y firmeza la tentación desde el principio. Por otra parte, a menudo tenemos tentación porque nos colocamos en una situación cercana al pecado. Pero recuerda siempre este proverbio: “El que con fuego juega, tarde o temprano se quema”.
  1. Ubica al enemigo y pide ayuda a Dios
Cuando caemos en la tentación resulta muy útil admitirlo de esta manera: “Estoy siendo tentado por el Diablo, el enemigo de Dios”. Nómbralo y pronuncia oraciones cortas y fervientes para pedir la ayuda del Señor. Algunos ejemplos de estas oraciones cortas, pero poderosas son: “Jesús, yo confío en ti…” “Dulce Corazón de María, sé mi salvación …” “¡Señor, sálvame …” “Señor ven a mi rescate …” y por supuesto, invocar con fe y confianza los santos nombres de Jesús, María y San José.
  1. Combate la desolación
La desolación espiritual se experimenta como oscuridad ante la verdad divina, insensibilidad ante la Palabra, pereza para hacer el bien, lejanía del Señor. Puede tener una fuerza inesperada y tambalear tus buenas intenciones que tenías sólo un día antes. San Ignacio decía que en estado de desolación, es importante: más oración y más meditación, examinar tu conciencia (mira por qué estás en desolación) y finalmente aplicarse alguna penitencia adecuada.
  1. Combate la pereza
Seguramente has escuchado el dicho: “La ociosidad es el taller del Diablo”. Esto significa que si no tienes nada que hacer, entonces el Diablo te dará mucho quehacer. A san Juan Bosco no le gustaba el tiempo de vacaciones para sus muchachos del Oratorio porque sabía que demasiado tiempo libre venía acompañado de tentaciones para sus jóvenes.
  1. Usa las armas de Jesús en el desierto
La oración ferviente y prolongada, la mortificación constante (el ayuno) y la familiaridad con la Palabra de Dios, tanto meditándola como poniéndola en práctica, son armas eficaces para combatir y vencer a Satanás.
  1. Platica con un director espiritual
Nos advierte san Ignacio que al Diablo le gusta el secreto, de modo que si uno se encuentra en un profundo estado de desolación y se abre a un Director Espiritual, puede vencer la tentación. El silencio total es como un corte o una herida profunda que se oculta debajo de la ropa. Hasta que esa herida no se expone al sol y se desinfecta no sólo no se curará, sino se estará aún más infectada, se ulcerará y habrá riesgo de gangrena, o peor aún, de amputación. Una vez que la tentación se revela a un Director Espiritual se adquiere poder sobre ella.
  1. Recurre a los sacramentales
El uso adecuado de los sacramentales puede llegar a ser muy eficaz en la lucha contra el Diablo, y sobre todo, estos tres: escapulario de Nuestra Señora del Monte Carmelo, Medalla de San Benito y el agua bendita.
  1. Invoca a San Miguel Arcángel
En nuestra batalla contra Satanás debemos utilizar todas las armas. Dios escogió a san Miguel Arcángel como el ángel fiel, el Príncipe de la Milicia Celestial, para echar en el infierno a Lucifer y a los otros ángeles rebeldes. San Miguel, cuyo nombre significa “Quién como Dios”, es tan poderoso hoy como lo fue en el pasado.
  1. Invoca a la Santísima Virgen
María es a la persona humana a quien más teme Satanás, de acuerdo a lo que han recogido muchos exorcistas de las palabras de los propios demonios. María tiene muchas advocaciones; invocar cualquiera de ellas sirve mucho para alejar al Maligno. La serpiente antigua, el diablo, puede arremeter contra nosotros con su fea lengua y escupiendo veneno, pero si pides ayuda a María, Ella le aplastará su cabeza.

SUFRES DE DEPRESION

¿Sufres de depresión? Debes usar esta oración

¿Alguna vez has pasado por momentos de profunda tristeza y no has sabido cómo salir de ella? Aunque parezca increíble, hubo un santo que sufrió de depresión durante una parte de su vida, pero encontró una solución para vencerla. Si sufres de depresión tal vez te interese conocer su salida.
Estamos hablando de San Francisco de Sales quien, siendo muy joven, comenzó a tener el pensamiento constante y fastidioso de que se iba a condenar, que se tenía que ir al infierno para siempre. Por más que intentaba pensar en otra cosa, esa nefasta idea se le clavaba cada vez más en su mente y no lograba apartarla de allí. Llegó a perder el apetito y común que pasara muchas noches en vela. Todo esto le llevó a adelgazar demasiado y temía llegar a enloquecer. Lo que más le atemorizaba no eran los demás sufrimientos del infierno, sino que allí no podría amar a Dios.
El primer remedio que encontró fue decirle al Señor: “Oh mi Dios, por tu infinita Justicia tengo que irme al infierno para siempre, concédeme que allí yo pueda seguirte amando. No me interesa que me mandes todos los suplicios que quieras, con tal de que me permitas seguirte amando siempre”. Esta oración le devolvía gran parte de paz a su alma.
Pero el remedio definitivo, que le consiguió que esta tentación jamás volviese a molestarle fue al entrar a la Iglesia de San Esteban en París, y arrodillarse ante una imagen de la Santísima Virgen y rezarle la oración de San Bernardo:
“Acuérdate, Oh piadosísima Virgen María,
que jamás se oyó decir que hayas abandonado
a ninguno de cuantos han acudido a tu amparo,
implorando tu protección y reclamado tu auxilio.
Animado con esta confianza, también yo acudo a ti,
Virgen de las vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados ,
me atrevo a comparecer ante tu soberana presencia.
No desprecies mis súplicas, Madre del Verbo,
antes bien, óyelas y acógelas benignamente. Amén.”
Al terminar de rezar esta oración, milagrosamente desaparecieron todos sus pensamientos de tristeza y de desesperación y en vez de los amargos convencimientos de que se iba a condenar, le vino la seguridad de que “Dios envió al mundo a su Hijo no para condenarlo, sino para que los pecadores se salven por medio de Él. Y el que cree no será condenado” (Juan 3,17).
Esta prueba le sirvió mucho para curarse de su orgullo y también para saber comprender a las personas en crisis y tratarlas con bondad.
¡Anímate a rezarla cuando sientas tristeza!