sábado, 4 de marzo de 2017

MILAGROS QUE NUNCA LLEGAN

Milagros que nunca llegan


Los milagros que nunca llegan son los que siempre están presentes y... ¡son maravillosos!


Nuestra existencia es dolorosa y el deseo de recibir un milagro es más acuciante que el de realizarlo. Por lo demás la conciencia propia, que nos interpela sin tapujos, no permite al común de los mortales creernos capaces de realizar algún milagro. Es difícil vernos en el papel de un taumaturgo.

Quién más, quién menos ha rezado que el Señor le conceda un milagro en beneficio propio o de una persona querida. A diario nos topamos con situaciones que nos hacen elevar los ojos al cielo y pedir que el poder omnipotente de Dios cambie el curso de los acontecimientos, cancele una enfermedad, proteja de un peligro o doblegue la voluntad de un pobre hombre hacia el bien. Quizás en el fondo de nuestras oraciones corre, de una manera más o menos habitual, el torrente suplicante de un milagro.

Y parece que los milagros nunca llegan. Hay quien llega a perder el gusto por la oración porque nunca se realizan sus deseos. Da la impresión que el tiempo de los milagros se quedó estancado en siglos pasados. Parece que escasean los santos que en otros tiempos reunían en torno a sí multitudes de personas encantadas por sus prodigios.

¿Qué ha pasado? ¿Qué epidemia ha diezmado el fruto precioso de los milagros? Quizás, con la mano sobre el pecho, tendríamos que reconocer que la falta de fe de nuestra sociedad ha sido un terrible abismo por donde han caído los milagros que no vemos. En tiempo de Jesús hubo quien le pidiera una señal del cielo y no se la concedió, porque le faltaba fe. Pues, ¿para qué sirve un milagro a un hombre descreído? Se dice que quienes se saciaron de la multiplicación de los panes eran los mismos que gritaban que Cristo fuera crucificado.

Quien posee la fe, al menos como un grano de mostaza, tiene esa lente maravillosa que le permite contemplar y gozar lo que otros no perciben. Esta fe le hace sentir la mano de Dios que nunca abandona. Y mientras unos piden el milagro de una curación y se lamentan de que no se produzca, el hombre creyente agradece la misericordia de Dios que lo sostiene en el sufrimiento y da un sentido de eternidad a su dolor.

El hombre de fe vive en cada momento el milagro gozoso de un nuevo día, de una familia por la que luchar, de un mendrugo de pan que llevar a la boca, de un trabajo, del sentido para sus horas amargas, del consuelo de saberse amado no obstante las decepciones de la vida. El hombre de fe sabe que cada minuto de su existencia es un milagro del amor y que todo sucede según el designio amoroso de Dios. Todo es un milagro para él: su salud o enfermedad, la amistad o el desprecio, un día luminoso de primavera o una tarde gris de invierno. Sabe que los milagros que piden los hombres sin fe son los que no pueden ver por la ceguera de su alma. Y reza por ellos para que lleguen a experimentar la amistad de un Dios que sabe solo amar y perdonar.

La verdad es que vivimos de puro milagro. Todo lo que nos rodea es un regalo del Señor, un prodigio de su bondad. Uno se queda sorprendido de la capacidad del hombre para sufrir, ¿no es un milagro? Uno no sabe cómo somos capaces de amar hasta dar la vida, ¿no es un milagro? Uno, acostumbrado a escuchar que el mundo está patas arriba, ve cada mañana el despuntar del sol, escucha los gritos felices de los niños, experimenta el cansancio esperanzador del padre de familia, recibe el amor de los seres queridos, ¿no es un milagro?

Las lágrimas de una persona arrepentida, los esfuerzos de un niño por corregirse, el sudor de un obrero, las ilusiones de un adolescente, el oído atento y el tacto fino de un ciego, la entereza de una viuda, una madre a la cabecera del esposo moribundo... estos son los milagros que el Señor concede, pues su amor ha venido a compartir nuestra existencia tal y como es.

Los milagros que nunca llegan son los que siempre están presentes. Basta verlos con los ojos de la fe. ¡Son maravillosos!

 

MARIA....

María, un misterio

¿Cómo decirlo todo sin inventar nada, cuando sabemos tan poco de ella, pero ese poco que sabemos es tan vertiginoso?



Sí, un misterio que invita más a llorar de alegría que a hablar. ¿Cómo hablar de María con la suficiente ternura, con la necesaria verdad? ¿Cómo explicar su sencillez sin retóricas y su hondura sin palabrerías? ¿Cómo decirlo todo sin inventar nada, cuando sabemos tan poco de ella, pero ese poco que sabemos es tan vertiginoso? Los evangelios -y es lo único que realmente conocemos con certeza de ella- no le dedican más allá de doce o catorce lineas. ¡Pero cuántos misterios y cuánto asombro en ellas!
Sabemos que se llamaba María (Mirjam, un nombre al que la piedad ha buscado más de sesenta interpretaciones, pero que probablemente significa sólo «señora»); sabemos que era virgen y deseaba seguir siéndolo, y que -primera paradoja- estaba, sin embargo, desposada con un muchacho llamado José: sabemos que estaba «llena de gracia» y que vivió permanentemente en la fe... Es poco, pero es ya muchísimo.
Estaba «llena de gracia». Más: era «la llena de gracia». El ángel dirá «llena de gracia» como quien pronuncia un apellido, como si en todo el mundo y toda la historia no hubiera más "llena de gracia" que ella. Y hasta los escrituristas insisten en el carácter pasivo que ahí tiene el verbo llenar y piensan que habría que traducirlo -con perdón de los gramáticos- «llenada de gracia». Era una mujer elegida por Dios, invadida de Dios, inundada por Dios. Tenia el alma como en préstamo, requisada, expropiada para utilidad pública en una gran tarea.
No quiere esto decir que su vida hubiera estado hasta entonces llena de milagros, que las varas secas florecieran de nardos a su paso o que la primavera se adelgazara al rozar su vestido. Quiere simplemente decir que Dios la poseía mucho más que el esposo posee a la esposa. El misterio la rodeaba con esa muralla de soledad que circunda a los niños que viven ya desde pequeños una gran vocación. No hubo seguramente milagros en su infancia, pero sí fue una niña distinta, una niña «rara». O más exactamente: misteriosa. La presencia de Dios era la misma raíz de su alma. Orar era, para ella, respirar, vivir.

Seguramente este mismo misterio la torturaba un poco. Porque ella no entendía. ¿Cómo iba a entender? Se sentía guiada, conducida. Libre también, pero arrastrada dulcemente, como un niño es conducido por la amorosa mano de la madre. La llevaban de la mano, eso era.

Muchas veces debió de preguntarse por qué ella no era como las demás muchachas, por qué no se divertía como sus amigas, por qué sus sueños parecían venidos de otro planeta. Pero no encontraba respuesta. Sabía, eso sí, que un día todo tendría que aclararse. Y esperaba.
Esperaba entre contradicciones. ¿Por qué -por ejemplo- había nacido en ella aquel «absurdo» deseo de permanecer virgen? Para las mujeres de su pueblo y su tiempo ésta era la mayor de las desgracias. El ideal de todas era envejecer en medio de un escuadrón de hijos rodeándola «como retoños de olivos» (Sal 127, 3), llegar a ver «los hijos de los hijos de los hijos» (Tob 9, 11). Sabía que «los hijos son un don del Señor y el fruto de las entrañas una recompensa» (Sal 126, 3). Había visto cómo todas las mujeres bíblicas exultaban y cantaban de gozo al derrotar la esterilidad. Recordaba el llanto de Jefté y sus lamentos no por la pena de morir, sino por la de morir virgen, como un árbol cortado por la mitad del tronco.

Sabía que esta virginidad era aún más extraña en ella. ¿No era acaso de la familia de David y no era de esta estirpe de donde saldría el Salvador? Renunciando a la maternidad, renunciaba también a la más maravillosa de las posibilidades. No, no es que ella se atreviera siquiera a imaginarse que Dios podía elegirla para ese vertiginoso prodigio -"yo, yo» pensaba asustándose de la simple posibilidad- pero, aunque fuera imposible, ¿por qué cerrar a cal y canto esa maravillosa puerta?

Sí, era absurdo, lo sabía muy bien. Pero sabía también que aquella idea de ser virgen la había plantado en su alma alguien que no era ella. ¿Cómo podría oponerse? Temblaba ante la sola idea de decir «no» a algo pedido o insinuado desde lo alto. Comprendía que humanamente tenían razón en su casa y en su vecindario cuando decían que aquel proyecto suyo era locura. Y aceptaba sonriendo las bromas y los comentarios. Sí, tenían razón los suyos: ella era la loca de la familia, la que habla elegido el «peor» partido. Pero la mano que la conducía la había llevado a aquella extraña playa.
Por eso tampoco se opuso cuando los suyos decidieron desposarla con José. Esto no lo entendía: ¿Cómo quien sembró en su alma aquel ansia de virginidad aceptaba ahora que le buscasen un esposo? Inclinó la cabeza: la voluntad de Dios no podía oponerse a la de sus padres. Dios vería cómo combinaba virginidad y matrimonio. No se puso siquiera nerviosa: cosas más grandes había hecho Dios. Decidió seguir esperando.
El saber que era José el elegido debió de tranquilizarla mucho. Era un buen muchacho.
Ella lo sabía bien porque en Nazaret se conocían todos. Un muchacho «justo y temeroso de Dios», un poco raro también, como ella. En el pueblo debieron de comentarlo: «Tal para cual». Hacían buena pareja: los dos podían cobijarse bajo un mismo misterio, aquel que a ella la poseía desde siempre.
¿Contó a José sus proyectos de permanecer virgen? Probablemente no. ¿Para qué? Si era interés de Dios el que siguiera virgen, él se las arreglarla para conseguirlo. En definitiva, aquel asunto era más de Dios que suyo. Que él lo resolviera. Esperó...

CUARESMA..................................

Cuaresma 2017, camino hacia un destino seguro: la Pascua de Resurrección
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El Papa indica la cuaresma como tiempo oportuno de conversión y recuerda la parábola de Lázaro



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Publicamos a continuación el texto del mensaje del santo padre Francisco para la Cuaresma 2017, “La palabra es un don. El otro es un don”.
“Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19- 31).
Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.
1. El otro es un don La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21).

El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado. La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016). Lázaro nos enseña que el otro es un don.
La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido.
La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.
2. El pecado nos ciega La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19).
En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013). El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55).
En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz. La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).
El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención.
El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación. Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).
3. La Palabra es un don El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá.
Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7). BOLLETTINO N. 0082 – 07.02.2017 13 También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios.
Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios. El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua.
Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes. La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos.
En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31). De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios.
Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano. Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor –que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador– nos muestra el camino a seguir.
Que el Espíritu Santo nos guie a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana.
Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.

LA BRUJULA DEL CRISTIANO



Papa Francisco: La brújula del Cristiano para esta Cuaresma.
Esta cuaresma, es importante tener en cuenta: la realidad del hombre, la realidad de Dios y la realidad del camino.




VATICANO.- En la homilía de la Misa celebrada este jueves en la Casa Santa Marta en el Vaticano, el Papa Francisco puso de relieve tres realidades que deben hacer que los fieles vivan la Cuaresma cristianamente: La realidad del hombre, la realidad de Dios y la realidad del camino.

Estas tres realidades, dijo, constituyen “la brújula del cristiano” durante este tiempo de conversión.

El Papa explicó que la realidad del hombre es la capacidad de elegir entre el bien y el mal. “Dios nos ha hecho libres, la decisión es nuestra”. A pesar de lo cual, “Dios no nos deja solos”, pues ha marcado el camino correcto por medio de los Mandamientos.


 
La segunda realidad, la de Dios es que Él se hizo hombre para salvar a todos: “la realidad de Dios es Dios hecho Cristo, por nosotros. Para salvarnos. Y cuando nos alejamos de esto, de esta realidad y nos alejamos de la cruz de Cristo, de la verdad de la las llagas del Señor, nos alejamos también del amor, de la caridad de Dios, de la salvación, y andamos en un camino ideológico de Dios, lejano: no es Dios que viene a nosotros y se ha hecho cercano para salvarnos y muerto por nosotros. Esta es la realidad de Dios”, explicó.

El Papa contó una anécdota ocurrida entre un agnóstico y un creyente. “El agnóstico, de buena voluntad, le preguntó al creyente: ‘Para mí, el problema es cómo Cristo es Dios. No puedo entenderlo. ¿Cómo puede Cristo ser Dios?’. Y el creyente respondió: ‘Para mí eso no es un problema. El problema habría sido si Dios no se hubiera hecho Cristo’. Esta es la realidad de Dios”.

En este sentido, señaló que las obras de misericordia se sustentan en esa realidad de Dios. “Dios se hizo Cristo, Dios se hizo carne y ese es el fundamento de las obras de misericordia. Las llagas de nuestros hermanos son las llagas de Cristo, son las llagas de Dios, porque Dios se ha hecho Cristo. No podemos vivir la Cuaresma sin esta realidad. Debemos convertirnos, no a un Dios extraño, sino al Dios concreto que se ha hecho Cristo”.

En tercer lugar está la realidad del camino. Francisco indicó que “la realidad del camino es la de Cristo: seguir a Cristo, hacer la voluntad del padre como Él, tomar la cruz de cada día y negarse a sí mismo para seguir a Cristo. No hacer aquello que yo quiero, sino aquello que quiere Jesús, seguir a Jesús”.

“Él habla de que en este camino perderemos la vida para ganarla después. Es un continuo perder la vida, perder aquello que quiero, perder la comodidad, permanecer siempre en el camino de Jesús que estaba al servicio de los demás, a la adoración de Dios. Ese es el camino justo”.
El único camino seguro es seguir a Cristo crucificado, el escándalo de la Cruz”, concluyó.

EL VERDADERO AYUNO ES AYUDAR A LOS OTROS

El verdadero ayuno es ayudar a los otros.




De poco sirve el ayuno si uno es injusto, no rompe las cadenas injustas, no comparte el pan con los hambrientos.



De poco sirve el ayuno si uno es injusto, no rompe las cadenas injustas, no comparte el pan con los hambrientos, no da paga lo que indica la ley a los empleados o se da limosna “para hacerse ver”. Lo indicó este viernes el papa Francisco en la misa que celebró en la Casa Santa Marta en el Vaticano,

Basándose en la Primera lectura, en la que Dios reprende a los hipócritas que ayunan, se ocupan solo de sus negocios y oprimen trabajadores. Si de un lado hacen penitencia por el otro realizan injusticias con sus ‘negocios sucios’.

El ayuno es “el arrepentimiento que se nos pide en este tiempo de Cuaresma” y “del corazón que se siente pecador y sabe que es un pecador”. En cambio “el otro es el ayuno ‘hipócrita’ –una palabra usada mucho por Jesús– un ayuno para ser visto o sentirse bien, pero mientras tanto cometen injusticia, no están bien, explotan al pueblo.
 
“-‘Pero yo soy bueno, voy a hacer una buena ofrenda para la Iglesia’.
-‘Más bien dime, ¿pagas lo justo a tus empleados del hogar? ¿a tus empleados les paga en negro? ¿O como manda la ley, de manera que puedan alimentar a sus hijos?'”.

El Papa Francisco narró una historia que ocurrió poco después de la Segunda Guerra Mundial al padre jesuita Pedro Arrupe, cuando era misionero en Japón. Un rico hombre de negocios le dio una donación por su actividad evangelizadora, pero llevó consigo a un fotógrafo y un periodista. El sobre contenía sólo 10 dólares. “Esto es lo mismo que hacemos cuando no pagamos lo justo a nuestra gente”, dijo.

Por eso, precisó el Pontífice, Jesús dijo: “Cuando rezas, que sea en secreto, cuando das limosna, no toquen trompeta, cuando ayunes, no estés triste ‘, es lo mismo que si dijese: ‘Por favor, cuando hagan un buen trabajo no tomen como soborno esta buena obra, es sólo para el Padre'”.

También nos ayudará a pensar lo que un hombre siente después de una cena que le costó 200 euros, por ejemplo, y yendo a casa ve a un hambriento, lo mira y sigue caminando. Nos hará bien en pensar en esto”.

INTIMIDADES EN EL NOVIAZGO ¿ HASTA DONDE ?

Intimidades en el noviazgo: ¿hasta dónde?




Respuesta:
Estimado:
Te respondo con lo que escribe
Los novios deben tratarse íntimamente. Pero en este trato íntimo y con confianza no han de permitirse ciertas confianzas ni intimidades. Es más, deben ser muy discretos en permitirse ciertas manifestaciones amorosas, si no quieren manchar sus relaciones de pecados. No puedes permitirle a tu cariño muchas cosas que él te pide con fuerza. Es necesario que aprendas a llevar tu noviazgo con la austeridad que exige el Evangelio. Es muy importante que te propongas firmemente llevar tus relaciones prematrimoniales en gracia de Dios.
Eso será atesorar bendiciones del cielo para el matrimonio. En cambio, si siembras de pecados el camino del matrimonio, cómo puedes esperar con confianza que Dios os bendiga después?
En los muchísimos casos de matrimonios desgraciados, con graves problemas, he tenido la curiosidad de preguntar cómo les fue en el noviazgo. Hasta ahora ni un solo caso ha desmentido esta ley inexorable: fueron noviazgos con grandes descuidos morales y con enormes lagunas en su preparación.
Que tus relaciones sean cariñosas, pero castas . Que tus manifestaciones de cariño sean limpias.
Todas las condescendencias que tengáis en el noviazgo con la pasión impura, han de redundar, tarde o temprano, en perjuicio de vuestra verdadera y perdurable felicidad.
Cuando unos novios se han revolcado en el cieno de la lujuria, viven un amor sucio, envilecido, que después les amarga. En cambio, unos novios que han luchado por vencerse y mantener unas relaciones puras, tienen una ilusión, una felicidad y un amor muchísimo mayores. La experiencia de la vida confirma esto continuamente.
Todos los esfuerzos que hayan realizado -solos o en común- para respetar las exigencias de la castidad antes del matrimonio, les ayudarán poderosamente a respetar más tarde todas las exigencias de la castidad en el matrimonio. Se cosecha lo que se sembró. Todo esfuerzo en este punto tendrá un día su recompensa .
'He visto a menudo novios que estaban muy a gusto el uno junto al otro, se abrazaban largamente y a cada instante..., y en el momento de su matrimonio estaban ya cansados. Nosotros nos acariciamos de vez en cuando, y muchas veces nos cogemos simplemente de la mano. Tal vez alguien nos crea tontos, pero yo creo que así somos más felices. Todo es fresco entre nosotros.
Nada está enmohecido. Nuestra posibilidad de felicidad no está embotada, ni lo estará jamás...
Estoy seguro que el respeto es el guardián de la felicidad de los esposos. No gusta lo que no se ha deseado durante mucho tiempo... Los hogares duran en proporción inversa a las concesiones pasionales que los precedieron. Cualquier cosa que se usa sin medida y sin control acaba hartando' (JOUVENROUX: Cuando se descubre el amor, VI, 8. Ed. Nova Terra. Barcelona).
En el noviazgo todo se ve con luz alegre y radiante, y es necesario saber que el Sol todos los días se pone tras las montañas. La vida del matrimonio no es lo mismo que la del noviazgo, ni el noviazgo puede ser lo mismo que el matrimonio.
Por eso debes tener mucha cautela en tus manifestaciones de amor. Los novios todavía no son esposos. Muchas cosas que entre esposos son perfectamente lícitas, entre novios son un pecado o por lo menos un peligro de pecar. Las manifestaciones de cariño deben evitar una excitación sexual.
La excitación tiende a la satisfacción completa. Es muy difícil que los novios que no son prudentes en sus manifestaciones de amor, permanezcan en el límite de las intimidades lícitas. Una caricia lleva a otra mayor; y es preferible renunciar a la lícita antes que arriesgarse a caer en la que es pecado. Para que las caricias sean ciertamente inofensivas, conténtate con que sean breves, delicadas y 'tan sólo de los hombros para arriba, bajando sólo por el brazo'. Los novios, como todos los demás solteros, pecan gravemente si con sus mutuas caricias se provocan voluntariamente un deleite carnal; o se ponen, voluntariamente y sin necesidad, en peligro próximo de provocarlo. Y en las excitaciones sexuales involuntarias, tienen obligación de resistirlas y no consentir en ellas. El amor es insaciable; siempre pide más. A veces, las barreras morales le cortan el camino, pero él quiere saltar por encima de todo. Por eso hace falta que la razón controle el amor para mantenerle en la línea de la moralidad.
Los novios todavía no están casados. Su amor les lleva al deseo de la entrega total, pero todavía no tienen ese derecho. Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: 'Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto y un aprendizaje de la fidelidad.
Reservarán para el matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad'. Esto se consigue con la ayuda de Jesucristo. Sin la gracia de Dios es imposible. De ahí la necesidad de una vida sacramental durante el noviazgo.
Te recomiendo que estéis siempre en sitios bien visibles. Nada de sitios solitarios y oscuros. La oscuridad y la soledad son peligrosas.
Una de las mejores defensas morales para el comportamiento de los novios son unos ojos ajenos que los estén mirando. El comportamiento de los novios debe ser tal que en todo momento puedan ser observados por sus padres.
La castidad, aunque a veces es difícil y exigente, es no obstante posible en el noviazgo; pero con ciertas condiciones. Quien quiera conservarla es preciso que pague su precio. Los que no tengan voluntad para hacer los esfuerzos que se necesitan, para echar mano de las fuerzas sobrenaturales mediante la oración y los sacramentos, que no se extrañen de su fracaso y de sus caídas. La experiencia, a Dios gracias, atestigua que muchos novios cristianos han vivido y viven un noviazgo casto.
Por otra parte, si ella fue para él una 'mujer fácil' no será raro que, después de casados, a él le atormenten los celos de que también lo pueda ser para otros. Una mujer así no ofrece garantías de fidelidad matrimonial. Desgraciado el hombre que se casa con una mujer lujuriosa. Tendrá dudas horribles sobre si los hijos de su mujer son de él o son de otro hombre. Conozco casos dramáticos.
Además, esas concesiones a la lujuria seguro que os dejan asqueados.
Os sentiríais mucho más felices si vuestro amor os uniera con Cristo en la comunión, que no rebajados en la degradación del pecado. Sé de novios que tuvieron una época de pasión desenfrenada, y que cuando luego orientaron su vida por un camino de rectitud y pureza, me confesaron que este segundo modo de amar les hacía mucho más felices.
Algunos chicos les dicen a las chicas que ellos prefieren a las que ya lo han probado todo. Pero eso es un truco para lograr de ellas más fácilmente lo que quieren sacar, y luego abandonarlas con la misma facilidad, de quien tira un trapo viejo. Es lógico! Un chico sensato no se casa con una chica que el día de mañana puede salirle rana. Si no ha respetado su pureza de soltera, qué garantías tiene de que no resultará adúltera después de casada?
Algunas chicas quieren retener a un chico haciendo concesiones ilícitas. Pero cuando no hay amor, esto puede retrasar la ruptura, no la evita. Y si la ruptura ha de llegar, es mejor que ocurra antes de la boda.
A la mujer, ordinariamente, no le interesa el sexo si no va precedido del amor y la ternura. El hombre es más impulsivo y pasional, y puede separar el sexo del amor.
Las mujeres tienen una gran fuerza natural para amar, pero por su extraordinaria sensibilidad se dejan influir mucho por las impresiones exteriores, y están por lo tanto, expuestas a grandes trastornos en su vida afectiva. Deben estar muy vigilantes para dominar su afectividad.
Y mira, esos chicos y chicas que durante su noviazgo faltaron gravemente a la pureza, están acumulando, sin pretenderlo, una gran cantidad de sufrimientos. Por lo menos sospecharán el uno del otro constantemente. Siempre recuerdan sus caídas anteriores. Sospechan que su cónyuge pueda caer de nuevo; y eso es natural. Porque si alguien no respeta la ley de Dios antes del matrimonio, qué garantía ofrece de que la respetará después de casado? Si hoy cedes a la tentación, tu marido podrá algún día dudar, con razón, de tu fidelidad. En cambio, si ahora eres intransigente, cuando le asalte la duda pensará: 'imposible, si yo no logré nada de novio!'
Y te advierto una cosa: de todas las faltas contra la pureza que cometáis en vuestro noviazgo, la culpable eres tú. Que el chico tenga momentos en que pierda la cabeza y quiera de ti lo que no debe, es natural. Pero si tú no quieres, no pasará nada. Y en estas ocasiones tú eres mucho más serena. Debes por lo tanto imponerte. Y no creas que por eso vas a perderle. Aunque él se enfade, la cosa será pasajera. Si te quiere, volverá a ti. Y si no vuelve, es que no te quería a ti, sino que quería usar de ti para saciar sus apetitos. Y quien te rebaja de esta manera, es indigno de ti. Ése, más vale que se vaya. Si te casaras con él, no serías la reina, sino la esclava. Y antes de ser esclava, más vale quedarse libre.
El quedarse soltera no tiene por qué ser una desgracia; y un matrimonio fracasado, sí lo es. Y de la peor especie. La mujer soltera sólo es desgraciada cuando no sabe llenar su vida con un ideal de servicio al prójimo, que la haga sentirse realizada. La que logra hacerlo puede ser más feliz que una casada.
Oye, además, lo que severamente dice Jesucristo: Si tu ojo, tu mano o tu pie, son causa de escándalo, es decir, de pecado, arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar con un ojo, una mano o con un pie en el cielo que con los dos ojos, las dos manos o los dos pies, ser arrojada al infierno. Aplícalo a tu caso actual de relaciones: más vale entrar sin novio en el reino de los cielos, que con novio, ser arrojada al infierno.
Que nunca, ante tu conciencia, te avergüences de tus relaciones prematrimoniales. Sé una novia digna, limpia y pura.
No olvides, que tu novio, es únicamente un novio, que puede no llegar a ser tu marido. Ámalo, sí con ilusión y cariño; pero sin mancharte.
Cuanto más cristiana y delicada seas en tus relaciones, más feliz serás el día de tu boda, más bella aparecerás ese día ante Dios y ante él...! No transijas.
Pura hasta el altar!
Defiende con entereza tu castidad, y haz de tus amores la más bella e ilusionada historia que un día puedas ofrecerles a tus hijos, sin tener nada que ocultarles, ni nada de qué avergonzarte. Que tus hijas, al contarles tus amores, puedan decirte con orgullo y envidia: 'Qué hermoso es el amor así!
Nosotras también queremos ser unas novias tan buenas y puras como tú...'! Tendrás valor para decirles que sean puras, si tú no lo fuiste?
Piensa también en tus futuros hijos. Ellos, no es fácil que sepan cómo se desarrollaron las relaciones de sus padres, pero sí que te verán a ti, su madre, con tus defectos y virtudes. Y éstas no se improvisan.
Si fuiste una novia intachable, serás sin duda alguna una madre ejemplar.
Piensa en el consuelo inmenso que tendrás, si algún día tu hijo te dice que su mayor ilusión es encontrar una novia que sea como tú eres.
No olvides que el encanto de la mujer, le viene de ser pura cuando es joven, y de ser madre cuando es mayor.
Las dos cosas se han reunido en María. Ella, Virgen y Madre. Ella, Inmaculada.
Legiones de jóvenes, puestos sus ojos en María, han conservado íntegro el tesoro de su pureza.
Admirable y encantador el ejemplo de Santa María Goretti, que se deja matar antes de perder la castidad. Y gracias a Dios las goretis son muchas.

¿ POR MUCHOS O POR TODOS ?

¿Por muchos o por todos?



Durante la consagración del cáliz oíamos decir al sacerdote hasta hace poco: Sangre que será derramada por todos; ahora dice: derramada por muchos y ya no por todos. ¿Qué Cristo no murió por todos? ¿Por qué este cambio? El Papa Benedicto XVI lo explica en una carta a los obispos alemanes, de la que le ofrecemos algunas razones del cambio.
1°. En la consagración del cáliz, dice Jesús en el evangelio de san Marcos: Esta es mi sangre de la Alianza que es derramada por muchos (Mc 14, 24). Lo mismo dice san Mateo. De aquí provienen las palabras de la consagración en la misa.
2°. Estos textos son palabras de Jesús, hacen referencia a los cantos del Siervo de Dios del profeta Isaías y explican el sentido de su muerte: siendo inocente, justificará mi Siervo a muchos (Is 53, 11). Es una cita literal del profeta, y la palabra utilizada por Isaías significa muchos o la muchedumbre; pero no significa todos. Es verdad que una muchedumbre pueden ser todos; pero no necesariamente. Esto es ya una añadidura.
3°. Tanto los evangelistas como los apóstoles y la iglesia de los orígenes, sabían perfectamente que Cristo se entregó a sí mismo por el rescate de todos, que Uno murió por todos, como dice san Pablo. De esto no hay duda posible. ¿Por qué ni Jesús ni los evangelios cambiaron el texto de Isaías y dijeron todos, en lugar de muchos?
4°. Por varias razones: a) En atención a las palabras de Jesús y al texto sagrado de Isaías; la palabra de Dios debe respetarse como llegó a nosotros; b) Porque le importaba mucho a la iglesia primitiva explicar que la muerte de Cristo –violenta y profana- no había sido un fracaso, ni un accidente, sino que obedecía a un plan maravilloso de Dios: que un Justo entregara su vida por los injustos, un misterio del amor de Dios anunciado desde el antiguo Testamento; c) Finalmente, porque Jesús vino a realizar la figura del Siervo de Dios, quien, como manso cordero, se entregó en manos de sus verdugos. Jesús no es el poderoso Mesías esperado por Israel, sino el humilde y obediente Servidor de Dios y de nosotros.
5°. Entonces, ¿por qué algunas Biblias traen por todos, y no por muchos? Así lo hacen algunas traducciones modernas, a fin de ayudar a la comprensión de los lectores; no así, por ejemplo, la Biblia de Jerusalén. La traducción por todos no es errónea, pero tiene más de interpretación que de traducción. Es una interpretación que va más allá de la traducción, dice el Papa Benedicto XVI.
6°.  La liturgia prefirió la fidelidad al texto del evangelio y a las palabras de Jesús, quien dijo por muchos, como Isaías. Aquí podemos constatar cómo la Iglesia cuida la fidelidad a la santa Palabra de Dios y cómo ésta se conserva viva en el espíritu de la liturgia.
7°. La santa Biblia y la Liturgia necesitan de la catequesis y de la teología. El estudio y la sabiduría de los pastores de la Iglesia, de los catequistas y de los padres de familia son indispensables para transmitir la fe a las nuevas generaciones.

DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR.........................

Divorciados vueltos a casar





Suele pensarse que el divorcio es pecado, pero no es así. Suele pensarse también que los divorciados vueltos a casar han sido excluidos de la Iglesia, pero tampoco es así. Prevalecen ambas confusiones y siempre es necesario poner luz sobre estas realidades que ya son cotidianas. Es muy alto el número de matrimonios que se diluyen con la separación y ulterior divorcio formal de los esposos, cosa que proporciona sufrimiento a la familia, pues romper un hogar no es fácil y explicarle eso a los hijos, para hacerles comprender lo que ni sus propios padres comprenden, no es tarea sencilla.
El matrimonio es indisoluble porque es Sacramento y, como tal, es presencia viva de Cristo en cada persona, presencia que nadie puede diluir, menos fracturar. Así como nadie disuelve el bautismo, ni la confirmación, ni la reconciliación, ni la eucaristía, ni el sacerdocio, ni la unción de enfermos, así nadie disuelve el matrimonio. Esta afirmación encuentra fundamento escriturístico cuando Jesucristo afirma: “Desde el comienzo de la creación, ‘Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos se harán una sola carne’. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (Mc 10, 6-9). Luego la misma escritura es determinante cuando Jesús confirma, contundente, que “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10, 11-12).


Benedicto XVI acaba de arrojar luz sobre la situación de las personas divorciadas y vueltas a casar que desean vivir la fe y participar de los sacramentos. Fue a principios de este mes de junio, con ocasión de la celebración del VII Encuentro Mundial de las Familias, celebrado en Milán, Italia, cuando el Papa explicó: “Este problema es uno de los grandes sufrimientos de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas simples. Es muy importante la prevención, esto es, profundizar desde el inicio del enamoramiento en una decisión profunda, madura. Además, es fundamental que las familias no estén nunca solas, sino realmente acompañadas en su camino. Y respecto a estas personas, debemos decir que la Iglesia las ama; deben ver y sentir este amor. Las parroquias y las comunidades católicas deben hacer realmente lo posible para que se sientan amadas, aceptadas, que no están ‘fuera’ a pesar de que no pueden recibir la absolución ni la Eucaristía. Deben ver que incluso así viven plenamente en la Iglesia. Se participa en la Eucaristía si realmente se entra en comunión con el Cuerpo de Cristo. También sin la recepción del sacramento podemos estar espiritualmente unidos a Cristo. Es importante que encuentren la posibilidad de vivir una vida de fe y puedan ver que su sufrimiento es un don para la Iglesia porque sirven así a todos para defender la estabilidad del amor y del matrimonio; es un sufrir en la comunidad de la Iglesia por los grandes valores de nuestra fe”.
Una de las muchas razones por las que los matrimonios se separan es porque al cabo de un año o dos de convivir alguno de los cónyuges llega a pensar que “ya se acabó el amor” y que no hay mayor interés en continuar. También sobre esto habló Benedicto XVI y explicó que “El sentimiento del amor ha de ser purificado, debe recorrer un camino de discernimiento, esto es, deben entrar en juego también la razón y la voluntad. En el rito del matrimonio, la Iglesia no pregunta: ‘¿Estás enamorado’?, sino: ‘¿Quieres, estás decidido?’. El enamoramiento ha de transformarse en verdadero amor por medio de la voluntad y la razón, a lo largo de un camino, el noviazgo, de forma que realmente toda la persona, con todas sus capacidades, con el discernimiento de la razón y la fuerza de voluntad, diga: ‘Sí, esta es mi vida’. También son importantes la comunión de vida con los demás, con los amigos, la Iglesia, la fe, con Dios mismo”.
El matrimonio requiere de saber que se establece un compromiso de mucha formalidad, hacia el otro porque se ha hecho un pacto de amor y de fidelidad, y hacia Dios porque es un sacramento. El Señor hará su parte para mantener unidos a esos esposos, pero ellos deben esforzarse y cuidarse uno al otro porque el riesgo de ofender es continuo y porque siempre será más fácil encontrar muchísimas palabras para ofender, que para perdonar, y porque después no suele encontrarse ni siquiera una palabra para reconciliar, perdonar, y buscar ser perdonado.

AL MAL TIEMPO BUENA CARA

Al mal tiempo, buena cara






A mal tiempo buena cara
Fuera hace frío, mucho frío; se ve el aliento de las personas al respirar, mientras caminan envueltos en abrigos y bufandas y las manos en los bolsillos. Quizá las crestas de los montes estén cubiertas de nieve o de hielo, pero hay gente que tiene su corazón caliente, y no importa el frío de las calles; personas que tienen una razón para vivir, gentes felices y que saben amar, que saben convertir todas las cosas duras de la vida en algo bueno, algo positivo, tienen esperanza, confían en Dios, aman a su prójimo y se esfuerzan por mantener un clima de paz y calor en sus hogares, en su trabajo .
Pero, ¡qué duro debe ser que ahí fuera haga frío y que el corazón esté congelado, hecho hielo, también! Frío por fuera y frío por dentro; hielo es la desesperanza, dejarse arrancar día a día los restos de confianza a los que uno se agarra para seguir viviendo. Hielo es el rencor y el odio que va pudriendo poco a poco de modo irremediable tantos corazones. ¡Qué hielo tan duro, es el miedo a la vida, al futuro, a la vejez, a la enfermedad y a la soledad!
Necesitamos que salga el sol dentro de nosotros mismos, el sol de la esperanza, del amor, del optimismo, de la paz interior; tenemos que forzarnos a nosotros mismos y, antes que nada, obligarnos a creer que el sol puede salir en nuestra vida .
El que desespera de todo, puede tener muchas razones y excusas, pero también algo de culpa porque penas, sufrimientos, apuros económicos, contratiempos, están repartidos en la vida de todos, pero ahí esta también la mente, nuestra mente, para buscar soluciones a los problemas, y unos la usan y otros no .
Ahí están nuestras manos para trabajar, y unos les dan uso y otros no, ahí está Dios que sí ayuda a los que confían, pero unos le rezan a ese Dios y otros le dan la espalda; ahí están las oportunidades que ofrece la vida, pero unos las buscan y otros se excusan diciendo que nada se puede hacer .
El sol de la esperanza puede salir y de hecho sale en la vida de todos los que se fuerzan a sí mismos a creer en Dios y en sí mismos, que se fuerzan a esperar lo mejor, a luchar por salir adelante a pesar de todo .
Yo no puedo controlar el clima de afuera, pero sí el interior de mi espíritu. Los problemas lo pueden quebrantar a uno si se deja, pero pueden fortalecerlo si los enfrenta como retos magníficos .
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¿ COMO PUEDO ESCUCHAR A DIOS ?

¿Cómo puedo escuchar a Dios?






¿Cómo puedo escuchar a Dios?

 Carlos. pregunta:
Querido Padre Ricardo:
Soy Carlos y quisiera saber si usted podría ayudarme con mi vocación para ver si estoy llamado a ser sacerdote. Le rezo a Dios en la Iglesia. ¿Me podría decir cómo puedo escuchar a Dios en la Iglesia? Le pregunto si soy llamado a ser sacerdote pero no sé lo que Él me dice. Lo escucho pero no puedo oírlo. ¿Me podría decir cómo puedo escuchar a Dios?
  Querido  Carlos:
Es bueno hablar contigo. Perdona por demorar tanto en mandarte una respuesta. Comencé a contestarte inmediatamente cuando me enviaste la carta pero me compliqué más de la cuenta algo que es verdaderamente simple, así que lo dejé de lado y comencé todo denuevo.
Lo que debemos recordar de Dios es que Él no solo nos habla cuando nosotros le hablamos ( como por ejemplo cuando rezamos), Él siempre nos está hablando, y de muchas maneras.
La principal forma en que nos habla es a través de las palabras de Jesús y , por ejemplo, todo lo que leemos en el Evangelio, y en cada una de las cosas que la Iglesia nos dice que tengamos Fe en Él. Por ende, cuando rezamos y queremos escuchar a Dios, no deberíamos tratar de escuchar algo nuevo o pedirle que nos diga algo nuevo, debemos tratar de escuchar lo que ya nos ha dicho, ir al Evangelio y comprender qué nos dice ahí.
También nos habla a través de aquellos que están delante de nosotros y se preocupan por nosotros y nos enseñan acerca de Dios. Cuando tus padres te dicen que hagas algo que sabes, Dios realmente quiere que hagas lo que te dicen, por lo tanto, cuando obedeces a tus padres en realidad le dices a Dios que lo estás escuchando. Lo mismo ocurre cuando un católico obedece al Papa, pues estamos obedeciendo a Dios.
Dios también nos habla a través de otros. Si ves a alguien que necesita ayuda, o algún niño que no sabe nada acerca de Jesús, y tratas de ayudarlo o enseñarle acerca de Jesús, lo que estás haciendo es, en verdad, ayudar y ser amable con Jesús.
Entonces, cuando le rezas a Dios por tu vocación, para saber si Él quiere o no que tú seas sacerdote, no vas a tener una respuesta que puedas escuchar como la que te daría una persona a la que le estuvieses preguntando. Sin embargo, Dios te responderá de distintas formas: cuando leas el Evangelio y veas lo que hizo Jesús y eso haga que tú quieras ser sacerdote, puede ser que Dios esté poniendo el pensamiento en tu corazón, o cuando veas cuánta gente necesita de Dios y cuánto sufren sin Él, y pienses en dar tu vida para servirlos y darles a Jesús, puede significar que Dios te está haciendo una invitación.
Por lo tanto, si estos tipos de pensamientos vienen a tu cabeza y quieres saber si es Dios el que te está hablando, debes conversar con aquellas personas a través de las cuales Dios se preocupa por ti, especialmente con tus padres, o un sacerdote en quien confíes. Ellos serán capaces de ayudarte a comprender qué es lo que Dios te ría estar diciendo, y qué es lo que debes hacer para ser una mejor persona y mejor amigo de Jesús, de esta forma, si Él te llama, serás capaz de aceptar su llamado y ser un buen sacerdote.
Espero que esto te ayude. Si necesitas más ayuda no dudes en escribirme nuevamente. Te tendré presente en mis oraciones, especialmente en mi rosario.
Dios te bendiga.

CUARENTA DIAS DECOMBATE ESPIRITUAL

La imposición de la ceniza marca con gran poder simbólico el comienzo de un período de profunda metanoia, que concluirá la mañana del Jueves Santo.

Le corresponde al cardenal presbítero de Santa Sabina la función de imponer, al principio de la Cuaresma, la ceniza sobre la cabeza del Papa usando una de estas dos fórmulas: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15) o "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás" (cf. Gén 3, 19).
Sin duda, un honroso cometido, aunque no exento de pasar por situaciones de apuro, como declaró el cardenal Jozef Tomko en una entrevista concedida a L'Osservatore Romano: "Me resulta realmente difícil decirle al Papa: ‘Convertíos y creed en el Evangelio'.
¡Él es el que tiene pleno derecho de decírmelo a mí y a todos los demás!".1 No menos embarazoso era usar la segunda fórmula cuando el Papa Juan Pablo II ya estaba enfermo y en edad muy avanzada. "Era como recordarle una vez más lo que él no sólo sabía, sino sentía en su cuerpo".2
Ante la dificultad de escoger, el purpurado optaba, ora por una fórmula, ora por otra, seguro de que ninguna de las dos era suya ni del Papa sino "palabras de Dios ante las cuales todos debemos inclinar la cabeza". 3
Con la imposición de la ceniza la Santa Iglesia nos recuerda la fragilidad de la vida humana: en la hora de la muerte, como bien observa el cardenal Tomko, "nuestras riquezas, ciencia, gloria, poder, títulos, dignidades, de nada nos aprovechará".4
Invitación a elevar nuestras vistas hacia la eternidad
Imposición de la ceniza en la basílica de Nuestra Señora del RosarioEl Miércoles de Ceniza nos introduce en el tiempo litúrgico de la Cuaresma, cuarenta días de combate espiritual en los que se nos invita a rechazar las seducciones del mundo y a "escuchar la Palabra de verdad; vivir, hablar y hacer la verdad; evitar la mentira, que envenena a la humanidad y es la puerta de todos los males".5
La ceniza que el sacerdote bendice e impone ese día se obtiene de la incineración de las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Los fieles se van acercando en fila y el ministro de Dios se la pone en la frente en forma de cruz. Proceden muy bien los que permanecen el resto del día con este signo grabado en su frente, proclamando así, con ufanía, su fe ante la impiedad reinante en el mundo contemporáneo.
Al recordarnos de manera tan expresiva lo frágil que es nuestra naturaleza y cuán pasajeros son los bienes de este mundo, la ceremonia de la imposición de la ceniza nos persuade de la necesidad de humillarse y hacer penitencia. Las palmas usadas para glorificar al Señor en su entrada en Jerusalén, transformadas ahora en ceniza, nos traen a la memoria lo sucedido pocos días después, cuando empezó su Pasión.
Las palabras pronunciadas por el sacerdote nos advierten que es preciso caminar hacia un profundo cambio de vida: "Convertíos y creed en el Evangelio"; o bien evocan lo efímero de la naturaleza humana: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás"; lo queramos o no, en polvo seremos transformados.
Algunos sacerdotes le dicen a una persona la primera fórmula y a la siguiente, la segunda; y así sucesivamente, como dejándole a Dios mismo la elección de la fórmula para cada alma.
Todos los actos de la liturgia de ese día tienen como objetivo elevar nuestras vistas a la consideración de la eternidad. El sencillo rito de imposición de la ceniza indica con gran poder simbólico el comienzo del itinerario de una verdadera penitencia, de una profunda metanoia, es decir, un cambio de mentalidad que transforma y renueva al hombre.
Itinerario de cuarenta días que concluye la mañana del Jueves Santo.
Ayuno y limosna, las dos alas de la oración
Este recorrido tiene una pedagogía divina al estimularnos a practicar con mayor intensidad tres obras de piedad: ayuno, limosna y oración.
Ayunar, es decir, la abstinencia de alimentos, no es la única forma de privación que podemos imponernos. La realidad plena del ayuno es "el signo externo de una realidad interior, de nuestro compromiso, con la ayuda de Dios, de abstenernos del mal y de vivir del Evangelio".6
Existen muchas maneras de practicar el ayuno: renunciar al amor propio, a los impulsos de la impaciencia para con el prójimo, las actitudes violentas, a la mentira, a las seducciones del consumismo y del hedonismo, así como todo tipo de maldad. "Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros" (Ef 4, 32), nos recomienda San Pablo.
En cuanto a la limosna, ha de estar marcada por la prodigalidad de cara a las necesidades del prójimo, especialmente de los que sufren. Gran impacto nos causa la pobreza material en nuestros días, pero poco nos conmueve la pobreza espiritual, mucho más dolorosa.
Observa Benedicto XVI que, según San Agustín, "el ayuno y la limosna son ‘las dos alas de la oración', que le permiten tomar más fácilmente su impulso y llegar hasta Dios".7 He aquí la tercera invitación que nos hace la Santa Iglesia en el tiempo de Cuaresma: el de tener una oración más fiel, surgida de nuestro interior, del corazón y no sólo de los labios.
"No todo el que me dice ‘Señor, Señor' entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre" (Mt 7, 21).