Léelo si tienes el corazón lleno de odio, coraje o rencor
De vez en cuando me gusta salir a caminar para distraerme un poco y aprovecho también para saludar a los que no veo tan seguido en el templo. Fue en uno de estos recorridos que me encontré con Agueda, una señora ya mayor, para platicar:
– Padre, buenas tardes, ¿cómo esta?
– Bien, y usted qué tal, la veo preocupada.
– Pues no tan bien como usted, de hecho lo vi y le quiero pedir un consejo: tengo algo que no se cómo sacar de mi vida y ya me cansó. Mi esposo me hizo muchas cosas, nunca me supo valorar como esposa, jamás me defendió con su familia, en la casa sólo me quería para que lo atendiera, además de que su alcoholismo me hizo mucho daño, y aunque sufro mucho por el rencor que le tengo, siento que es imperdonable todo lo que me hizo, estoy desesperada, no sé qué hacer.
– Hija, déjeme contarle una anécdota: “Hace mucho tiempo un franciscano descubrió que había muchos rencores entre sus feligreses así que decidió hacer algo y les que para el siguiente día llevaran una bolsa muy resistente. Ya con bolsa en mano descubrieron que en el centro de la capilla había varias cajas de naranjas. Entonces les pidió que escribieran en cada fruta el nombre de alguien a quien le guardaran rencor, odio o resentimiento… un nombre, una naranja. La capilla se llenó de risas y sorpresas, unas bolsas estaban a punto de reventarse de tantas naranjas. Pero entre tanta risa el fraile les ordenó: 'Deben cargar por una semana esta bolsa de naranjas a todos lados, no pueden dejarlas para descansar...'”
– Padre, seguramente se habrán cansado mucho.
– Así es hija: “A los siete días llegaron todos a la parroquia quejándose de haber cargado inútilmente esas naranjas, unos decían que los huesos les dolían y otros que ya estaban echándose a perder y apestaban horrible. Entonces el monje muy pacientemente les habló: 'Hijos, si se cansaron con estas naranjas imagínense lo que han de estar cargando sus corazones, he notado que en este pueblo casi no ríen, tienen miedo de visitarse entre familias, se cuidan todo el tiempo los unos de los otros, llevan muchas cosas sobre sus espaldas, así nunca podrán ser felices... ese peso es más terrible que estas naranjas, que como quiera solo cansan el cuerpo, pero el rencor seca el alma y la deja triste”.
– Padre, buenas tardes, ¿cómo esta?
– Bien, y usted qué tal, la veo preocupada.
– Pues no tan bien como usted, de hecho lo vi y le quiero pedir un consejo: tengo algo que no se cómo sacar de mi vida y ya me cansó. Mi esposo me hizo muchas cosas, nunca me supo valorar como esposa, jamás me defendió con su familia, en la casa sólo me quería para que lo atendiera, además de que su alcoholismo me hizo mucho daño, y aunque sufro mucho por el rencor que le tengo, siento que es imperdonable todo lo que me hizo, estoy desesperada, no sé qué hacer.
– Hija, déjeme contarle una anécdota: “Hace mucho tiempo un franciscano descubrió que había muchos rencores entre sus feligreses así que decidió hacer algo y les que para el siguiente día llevaran una bolsa muy resistente. Ya con bolsa en mano descubrieron que en el centro de la capilla había varias cajas de naranjas. Entonces les pidió que escribieran en cada fruta el nombre de alguien a quien le guardaran rencor, odio o resentimiento… un nombre, una naranja. La capilla se llenó de risas y sorpresas, unas bolsas estaban a punto de reventarse de tantas naranjas. Pero entre tanta risa el fraile les ordenó: 'Deben cargar por una semana esta bolsa de naranjas a todos lados, no pueden dejarlas para descansar...'”
– Padre, seguramente se habrán cansado mucho.
– Así es hija: “A los siete días llegaron todos a la parroquia quejándose de haber cargado inútilmente esas naranjas, unos decían que los huesos les dolían y otros que ya estaban echándose a perder y apestaban horrible. Entonces el monje muy pacientemente les habló: 'Hijos, si se cansaron con estas naranjas imagínense lo que han de estar cargando sus corazones, he notado que en este pueblo casi no ríen, tienen miedo de visitarse entre familias, se cuidan todo el tiempo los unos de los otros, llevan muchas cosas sobre sus espaldas, así nunca podrán ser felices... ese peso es más terrible que estas naranjas, que como quiera solo cansan el cuerpo, pero el rencor seca el alma y la deja triste”.
Esto mismo le pasa a usted hija, al tener lleno el corazón de todos estos rencores no da espacio a las cosas buenas de la vida, a la alegría, la amistad, la tranquilidad, la familia, a Dios mismo… Necesita decidirse a soltar de inmediato todo esto que lleva cargando, estoy seguro que el buen Jesús quiere que se anime a perdonar y a soltar. No le vaya a pasar como a algunas personas que por no soltar tienen 50, 30, 10 años viviendo en el pasado… Ahorita que está a tiempo perdone a su esposo.
– Padre, me apena decirlo, pero mi esposo murió hace 20 años, y desde esa fecha estoy así, no pasa un día sin que le recrimine todo lo que me hizo, a veces como que el coraje se me viene y ni la comida me sabe...
– Hija, nunca es tarde, me da gusto que se de cuenta hoy de lo mucho que lleva sobre su corazón. Es tiempo de pedirle a Dios que le conceda mucha fuerza para que salga adelante, para que en el instante que esté enfrascándose en el pasado tenga la fortaleza para decidir dejar de atormentarse y pensar en cosas buenas que la hagan sonreír.
– Hija, nunca es tarde, me da gusto que se de cuenta hoy de lo mucho que lleva sobre su corazón. Es tiempo de pedirle a Dios que le conceda mucha fuerza para que salga adelante, para que en el instante que esté enfrascándose en el pasado tenga la fortaleza para decidir dejar de atormentarse y pensar en cosas buenas que la hagan sonreír.
En lo personal, cuando el rencor se quiere apoderar de mi corazón me gusta rezar: “Padre bueno enséñame a perdonar, a comprender y a olvidar”, lo repito muchas veces, sé que con su ayuda mi corazón estará sereno de nuevo… No dejes que tus recuerdos, sentimientos y corajes arruinen tu vida ¡Si tú no puedes liberarte: pídele ayuda a Jesús, recuerda que suyo es el poder!
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